Resucitado por medio del Espíritu

Resucitado por medio del Espíritu

1/13/2018

Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. (Juan 3:34-35)

Jesucristo desempeñó una función que exigía sumisión voluntaria, e hizo la voluntad del Padre mediante el poder del Espíritu. Ese es un acto asombroso de amor y humildad de alguien que es plenamente Dios y que siempre lo será por toda la eternidad.

Es importante reconocer la obra del Espíritu en el ministerio y la resurrección de Jesús porque ella indica que toda la Trinidad participó en la redención de la humanidad. La mayor confirmación de que Jesucristo es quien dijo ser es que el Padre resucitó al Hijo mediante el poder del Espíritu Santo.

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El mandamiento que da vida

ENERO, 13

El mandamiento que da vida

Devocional por John Piper

Pues todo lo que se hace visible es luz. Por esta razón dice: Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. (Efesios 5:14)

Cuando Jesús le ordenó a Lázaro que se levantara de entre los muertos, ¿cómo hizo él para obedecer esa orden? Juan 11:43 dice: «[Jesús] gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera!». Esa fue una orden dirigida a un hombre que estaba muerto. El siguiente versículo observa: «Y el que había muerto salió, los pies y las manos atados con vendas».

¿Cómo es que Lázaro hizo eso? ¿Cómo hace un hombre muerto para obedecer la orden de volver a la vida? La respuesta parece ser la siguiente: el mandamiento incluye el poder para generar nueva vida. La obediencia al mandamiento significa hacer lo que la gente viva hace.

Esto es sumamente importante. El mandamiento de Dios «levántate de entre los muertos» lleva consigo el poder que necesitamos para obedecerlo. No lo obedecemos generando esa vida, sino que lo obedecemos al hacer lo que la gente con vida hace —Lázaro salió afuera—. Él se levantó y fue adonde estaba Jesús. El llamado de Dios genera vida. Nosotros respondemos por el poder que el llamado ha generado.

En Efesios 5:14, Pablo dice: «Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo». ¿Cómo obedecemos la orden de despertarnos cuando estamos dormidos? Si su casa tuviera monóxido de carbono en el ambiente y alguien gritara: «¡Despiértense! ¡Sálvense! ¡Salgan afuera!», ustedes no responderían despertándose ustedes mismos. Los despertaría la advertencia, dada en voz alta y de manera enérgica. Ustedes responderían haciendo lo que la gente que está despierta haría frente al peligro. Se levantarían y saldrían de su casa. El llamado genera el despertar. Respondemos en el poder que el llamado ha generado.

Creo que esa es la explicación de por qué la Biblia presenta paradojas en cuanto al nuevo nacimiento: esto es, que debemos obtener un corazón nuevo para nosotros mismos, pero que es Dios el que crea el nuevo corazón. Por ejemplo:

Deuteronomio 10:16: «Circuncidad, pues, vuestro corazón»; y Deuteronomio 30:6: «…el Señor tu Dios circuncidará tu corazón».

Ezequiel 18:31: «…haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo»; y Ezequiel 36:26: «…os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros».

Juan 3:7: «Os es necesario nacer de nuevo»; y 1 Pedro 1:3: «[Dios] nos ha hecho nacer de nuevo».

La manera de obedecer el mandamiento de nacer es primero tener la experiencia del don divino de la vida y el aliento, y luego hacer lo que la gente que tiene vida y aliento hace: clamar a Dios en fe, gratitud y amor. Cuando el mandamiento de Dios viene con el poder del Espíritu Santo para crear y convertir, este da vida.


Devocional tomado del articulo “How Do You Obey the Command to Be Born?”

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Génesis 14 | Mateo 13 | Nehemías 3 | Hechos 13

13 ENERO

Génesis 14 | Mateo 13 | Nehemías 3 | Hechos 13

Siempre merece la pena preguntar por qué se incluye en Hechos el resumen de un sermón particular. Algunas veces, la respuesta es muy obvia, al menos en parte. Por ejemplo, el sermón de Pedro en el día de Pentecostés, recogido en el capítulo 2: sean cuales sean sus características distintivas, está por encima de todos los primeros sermones evangelísticos cristianos posteriores a la resurrección, el primero después del descenso del Espíritu Santo. El que Pablo predica en Antioquía de Pisidia (Hechos 13:13–52) contiene muchos rasgos interesantes que ayudan a explicar por qué lo recoge Lucas:

(1) Se predica en una sinagoga y, por tanto, a personas que Pablo considera versados en las Escrituras, judíos, prosélitos, temerosos de Dios. No tiene que explicar cosas básicas como a los atenienses, que no conocen la Palabra de Dios (Hechos 17).

(2) Al predicar a los versados en la Palabra, Pablo comienza con una lectura selectiva de la historia de Israel, obviamente un enfoque estándar en la predicación cristiana, ya que Esteban también lo hace (Hechos 7).

(3) Esta historia selectiva tiene el propósito de establecer una reflexión central: Dios ha prometido la venida de un rey del linaje davídico, lo cual suministra a Pablo la base a partir de la cual dará el salto al testimonio cristiano: el Mesías, ese rey davídico, ha llegado y su nombre es Jesús.

(4) Con esta línea de pensamiento, y para esa multitud versada en las Escrituras, Pablo dedica parte de su sermón a exponer determinados textos que demostrarán sus reflexiones más importantes.

(5) Pablo deja claro que el propósito y el objetivo de la venida de Cristo es el perdón de los pecados. Compara la naturaleza y el ámbito de este perdón con lo que la ley de Moisés proveía. Pablo está interesado en los acontecimientos históricos de salvación que han tenido lugar con la llegada del Mesías (13:39). Además, la salvación que Pablo anuncia otorga un papel fundamental a la justificación.

(6) Los siguientes versículos (13:42–52) explican cómo la popularidad de Pablo incita a la envidia, lo cual genera diversas consecuencias, incluyendo que el apóstol deje la sinagoga y se centre en la más extensa población gentil. Esta es una demostración concreta de algo que caracteriza al ministerio evangelístico de Pablo en cada nuevo lugar que visita: comienza con los judíos y los que se reúnen en la sinagoga, una cuestión de convicción para él; sin embargo, finalmente, se vuelve, o se ve obligado a ello, a los paganos desconocedores de la Palabra, una cuestión de llamamiento para él, porque sabe que ha sido llamado a ser el apóstol a los gentiles (Gálatas 2:8).

(7) Como ocurre en otras ocasiones, la predicación de Pablo provoca disturbios y avivamiento.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 13). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El poder de la Palabra de Dios (2)

Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.

Mateo 6:14

Amad a vuestros enemigos… y orad por los que… os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos.

Mateo 5:44-45

El poder de la Palabra de Dios (2)

La fuerza del perdón

«Cuando Liuba estuvo demasiado enferma para permanecer en la cárcel, fue llevada al hospital. Pude visitarla y compartir con ella un buen momento de comunión cristiana. Leímos juntos un pasaje del Evangelio. Ella estaba muy débil.

–Sin duda alguna es el final de mi vida, me dijo.

–Si así fuere, ¿qué le gustaría decir a Dios?

–Me gustaría perdonar a mi madre quien me abandonó; a mi padre, a quien nunca conocí; a mi hermana que me robó todo y me rechazó; al hombre que maté porque quiso asesinarme después de haberme violado; a todos los hombres que me engañaron; a los que me quitaron a mi hijo…

Y la larga lista de dolor y de perdón se fue prolongando, como si fuese el testimonio de un mundo de miseria y horror… Comprendí que no era tanto la «criminal» quien necesitaba ser perdonada, pues Dios la había perdonado, sino muchas otras personas… y era ella quien tenía la fuerza para hacerlo en una hermosa manifestación de amor hacia todos los que la habían herido.

Días después unas amigas cristianas fueron a visitar a Liuba, pero el Señor Jesús ya se la había llevado al paraíso. Vieron al médico jefe, quien les dijo: Nunca había visto ningún enfermo como Liuba, ¡resplandecía de bondad!».

Pierre D.

Génesis 17 – Mateo 9:18-38 – Salmo 9:1-10 – Proverbios 3:11-12

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