Verdadera gratitud

Verdadera gratitud

1/23/2018

Doy gracias a Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. (Romanos 1:8)

Una cosa sabemos del apóstol Pablo: Tenía un corazón agradecido. En casi cada una de sus epístolas, Pablo expresó gratitud por las personas que recibían su mensaje. Aunque sabía que cada iglesia necesitaba corrección, no solo envió instrucción; también envió un mensaje de gratitud. Siempre pudo ver que se cumplían los propósitos de Dios. Pablo expresó lo que está en el corazón de todos los verdaderos siervos de Dios: “Una actitud agradecida”.

Lamentablemente, algunos van por la vida destacando lo negativo. Se niegan a ser agradecidos por lo bueno que Dios está haciendo en la vida de otra persona. Si no les está sucediendo a ellos, entonces piensan que es malo. Pablo no expresó su gratitud diciendo: “Estoy muy agradecido por lo que Dios ha hecho por mí”. Más bien dijo: “Doy gracias a Dios por ustedes”. Él sentía tanto gozo por el éxito de otra persona como del suyo propio. Que lo mismo pueda decirse también de usted.

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Acudamos directamente a Dios

ENERO, 23

Acudamos directamente a Dios

Devocional por John Piper

En ese día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí del Padre. (Juan 16:26-27)

No hagamos del Hijo de Dios más que el Mediador que él es.

Jesús dice: «no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros». En otras palabras, no me voy a meter entre ustedes y el Padre, como si ustedes no pudieran ir a él directamente. ¿Por qué? «Pues el Padre mismo os ama.»

Esto es extraordinario. Jesús nos advierte que no pensemos que el Dios Todopoderoso no está dispuesto a recibirnos en su presencia directamente. Al decir «directamente» me refiero a lo que Jesús se refería cuando dijo: «No voy a llevar el pedido de ustedes a Dios. Ustedes pueden hacerlo directamente. Él los ama. Él quiere que ustedes vayan. No está enojado con ustedes».

Es absolutamente cierto que ningún ser humano pecaminoso tenga ningún tipo de acceso al Padre, excepto a través de la sangre de Jesús (Hebreos 10:19-20). Él intercede por nosotros ahora (Romanos 8:34Hebreos 7:25). Él es nuestro defensor ante el Padre en este momento (1 Juan 2:1). Es nuestro sumo sacerdote ante el trono de Dios hoy día (Hebreos 4:15-16). Él dice: «…nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6).

Es cierto; pero Jesús nos protege de que llevemos su intercesión demasiado lejos: «no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama». Él está presente. Él provee testimonio, siempre presente y siempre vivo, de que la ira de Dios ha sido quitada de nosotros.

Sin embargo, él no está ahí para hablar por nosotros ni para mantenernos a una distancia del Padre, ni para sugerir que el corazón del Padre esté resguardado hacia nosotros o poco dispuesto a recibirnos. De ahí sus palabras: «pues el Padre mismo os ama».

Por tanto, acerquémonos. Acerquémonos con confianza (Hebreos 4:16). Acerquémonos con expectativas. Acerquémonos esperando una sonrisa. Acerquémonos temblorosos con gozo, y no con terror.

Jesús está diciendo: «He hecho un camino a Dios. Ahora no me voy a meter en medio del camino». Acerquémonos.


Devocional tomado del articulo “Don’t Make Jesus More of a Mediator Than He Is”

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Génesis 24 | Mateo 23 | Nehemías 13 | Hechos 23

23 ENERO

Génesis 24 | Mateo 23 | Nehemías 13 | Hechos 23

Una de las evidencias más impactantes de la naturaleza pecadora del hombre reside en su propensión universal a ir a la deriva. En otras palabras, para reformarse después, es necesario tener intención, determinación, energía y esfuerzo. En algunas ocasiones, los seres humanos muestran esas virtudes por la gracia de Dios, pero, cuando estas están ausentes, se produce invariablemente una deriva hacia la transigencia, la comodidad, la indisciplina, la desobediencia y la depravación, a veces despacio y otras al galope, generación tras generación.

Las personas no tienden hacia la santidad. Exceptuando el esfuerzo promovido por la gracia, el hombre no gravita hacia la piedad, la oración, la obediencia a las Escrituras, la fe y el deleite en el Señor. Nos desviamos hacia la transigencia y la llamamos tolerancia; hacia la desobediencia y la llamamos libertad; hacia la superstición y la llamamos fe. Amamos la indisciplina del dominio propio perdido y decimos que es relajación; dejamos de orar y nos engañamos creyendo que hemos escapado del legalismo; nos resbalamos alejándonos de Dios y nos convencemos de que nos hemos liberado.

Este es el tipo de situación que Nehemías se encuentra hacia el final de su liderazgo en Jerusalén (Nehemías 13). Ha estado fuera durante un tiempo, debido a sus responsabilidades delante del emperador Artajerjes, que le obligan a regresar a la capital. Cuando vuelve a Jerusalén como gobernador por segunda vez, se encuentra con que los intereses comerciales han reemplazado a la disciplina del día de reposo, las relaciones con los paganos vecinos han desplazado a la fidelidad al pacto, la avaricia se ha quedado con parte del salario de los sacerdotes con lo que su número y utilidad se han reducido, y una combinación de indisciplina y estupidez absoluta ha admitido en el templo y en los más elevados círculos de poder a hombres como Tobías y Sambalat, que no tienen ningún interés en la fidelidad a Dios y a su Palabra.

Nehemías restaura la disciplina del pacto aunando extraordinariamente exhortación, mandato y acción ejecutiva. Sin duda, muchos de los devotos suspiran con alivio y dan gracias a Dios por él; no es menos cierto que otros se quejan de que es un entrometido, un aguafiestas, un legalista estrecho de miras. Nuestra cultura permisiva y relativista encaja mejor con el segundo grupo que con el primero, lo cual dice más de esta que de Nehemías.

La transformación auténtica y el avivamiento nunca han tenido lugar en la iglesia sin unos líderes para los que la devoción a Dios es de absoluta importancia. Si las iglesias occidentales se impregnan de los valores de la cultura que las rodea y se vuelve recelosa ante estos líderes espirituales, o reacciona con un acto reflejo de conservadurismo cultural desprovisto de integridad bíblica como la transigencia a la que se enfrenta, estamos perdidos. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos envíe líderes proféticos.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 23). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La moral

Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

Hebreos 13:4

La moral

La «liberación de la moral» se acelera día a día, los medios de comunicación lo proclaman por todo lo alto y las leyes suprimen las barreras. ¡Pero esto no es nuevo! Desde hace más de 3000 años la Biblia menciona la perversión y los abusos sexuales (Génesis 19), el adulterio (2 Samuel 11), el incesto, etc. (Levítico 18).

Sin embargo, la misma Biblia es formal. Sobre la vida de pareja, la ley ya ordenaba: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14). ¡Nadie puede decir que no comprende este mandamiento! Y tampoco se puede negar los estragos ocasionados por el hecho de que muchos no lo tengan en cuenta. ¡En todo caso los niños, que son las víctimas, no pueden negarlo!

Ahora la Biblia nos pide algo de una categoría muy superior: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). ¡Qué modelo, a la vez magnífico y difícil si consideramos la profundidad del amor de Cristo por nosotros! ¡Cuántos cambios habría si se volviese a esa moral considerada desde hace mucho tiempo como desfasada y que sin embargo es más actual que nunca! Imaginémonos un poco a ese marido conflictivo pedirle perdón a su mujer, y viceversa, que cada niño volviese a tener un padre y una madre unidos por un tierno amor, que se condenase drásticamente cada comportamiento que no se ajustase a los mandamientos divinos.

Es imposible, dirá alguien. Pero lo que es posible es que cada uno, cuando sea necesario, reconozca ante Dios su alejamiento, cambie su comportamiento y busque en Su presencia la dirección y el socorro.

Génesis 26 – Mateo 15:1-20 – Salmo 16:1-6 – Proverbios 4:14-19

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