El servicio como adoración

El servicio como adoración

1/22/2018

Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1)

Cuando muchos piensan en la adoración, se imaginan los vitrales de una iglesia y los inmensos órganos. Pero en la Biblia, la misma palabra que se emplea para describir la adoración también significa servicio.

La mayor adoración que puede rendírsele a Dios es servirle. Para Pablo, el servicio significaba una entrega absoluta.

Pablo le escribió a Timoteo: “Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia” (2 Ti. 1:3). Pablo estaba diciendo que se podía mirar en lo más íntimo de su ser y ver que servía a Dios con todo su ser. El servicio de Pablo era un acto de adoración. Era profundo, genuino y sincero. Esa es la verdadera medida de la genuina espiritualidad. La única forma de servir a Dios es con una entrega absoluta.

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Gobernaremos sobre todas las cosas

ENERO, 22

Gobernaremos sobre todas las cosas

Devocional por John Piper

Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21)

¿A qué se refiere Jesús cuando le dice estas cosas a la iglesia de Laodicea?

¿Sentarnos con Jesús en su trono? ¿En serio?

Esta promesa es para todo el que vence, es decir, el que continúa en la fe hasta el fin (1 Juan 5:4), a pesar de toda amenaza de sufrimiento y toda tentación de placer. Por eso, si somos creyentes en Jesús, nos sentaremos en el trono del Hijo de Dios, quien se sienta en el trono del Dios Padre.

Digo «el trono de Dios» para representar el derecho y la autoridad para gobernar el universo. Es así que Jesús nos promete que tendremos parte en el gobierno sobre todas las cosas.

¿Es esto lo que Pablo tiene en mente en Efesios 1:22-23?: «Y todo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo».

Nosotros, la iglesia, somos «la plenitud de aquel que lo llena todo». Lo que entiendo por esto es que el universo será lleno de la gloria del Señor (Números 14:21). Una dimensión de esa gloria será la completa extensión de su gobierno en todas partes, sin oposición.

Por lo tanto, Efesios 1:23 significaría lo siguiente: Jesús llena el universo de su propio gobierno glorioso a través de nosotros. Nosotros somos la plenitud de su gobierno. Gobernamos en su nombre. En ese sentido, nos sentamos con él en su trono.

Ninguno de nosotros siente esto como debería sentirlo. Es demasiado. Es por eso que Pablo ora pidiendo la ayuda de Dios: «Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento» (Efesios 1:18).

Sin ayuda omnipotente hoy no podemos sentir el prodigio que llegaremos a ser; pero si se nos concediera sentirlo de la manera que es, toda nuestra reacción emocional a este mundo cambiaría para mejor.


Devocional tomado del libro “Perhaps the Most Staggering Promise in the Bible”

Génesis 23 | Mateo 22 | Nehemías 12 | Hechos 22

22 ENERO

Génesis 23 | Mateo 22 | Nehemías 12 | Hechos 22

Leyendo la defensa espontánea de sí mismo que Pablo expone ante la multitud (Hechos 22), sorprende la escasa simplicidad de la narración. Dos detalles instan aquí a la reflexión:

En primer lugar, debemos analizar por qué se airaron los presentes cuando lo hicieron. Al comenzar Pablo a hablar, se dirige a ellos en su lengua materna, el arameo, “guardaron más silencio” (22:2). Escuchan atentamente todo el relato de su conversión y su llamamiento al ministerio, pero al afirmar que el propio Señor le dijo “Vete; yo te enviaré lejos, a los gentiles” (22:21), la maldad desatada de la turba solo quedará satisfecha con la muerte del apóstol. ¿Por qué?

Inevitablemente, las respuestas son complejas. Algunas de las presiones que sentían los judíos por mantenerse diferentes que los gentiles eran, sin duda, sociológicas: su propia identidad estaba vinculada a las leyes alimenticias, la observancia del día de reposo, la circuncisión y otras. Ellos sentían que Pablo estaba reduciendo esas barreras, constituyendo así una amenaza para su identidad. Sin embargo, el ardor de su pasión no debe explicarse con un análisis meramente horizontal. Deben reconocerse, al menos, otros dos factores.

(1) Para los judíos de Jerusalén, devotos y conservadores, estaba en juego la ley de Dios, la exclusiva primacía del templo, su entendimiento de las Escrituras. Desde su perspectiva, Pablo estaba destruyendo lo que Dios mismo había establecido. Estaba involucrando al pueblo de Dios en compromisos con paganos. No sólo estaba poniendo en peligro su identidad, sino que blasfemaba contra el Todopoderoso cuyo pueblo eran ellos y cuya revelación tenían la obligación de obedecer y preservar como escogidos suyos. (2) Al mismo tiempo, es difícil obviar el sentimiento de propiedad: estas personas actuaban como si Dios perteneciese exclusivamente a los ancestrales judíos y los gentiles no tuviesen derecho a acercarse a él. Desde la perspectiva de Pablo, ese punto de vista demostraba que interpretaban el Antiguo Testamento de una forma totalmente errónea y perversa, con una visión tristemente tribal de un Dios domesticado. Por supuesto, ese error se repite frecuentemente en la actualidad, con menos justificación, por parte de aquellos que vinculan del mismo modo su cultura a su entendimiento de la religión cristiana, domesticando también la propia Biblia y congelando el impulso misionero.

En segundo lugar, debemos preguntarnos por qué alega aquí ser ciudadano romano para evitar los azotes, mientras en otras ocasiones calla y recibe el castigo. Al menos, una de las razones es que tiende a apelar a su posición legal cuando, haciéndolo, puede sentar un precedente que ayudará a proteger a los cristianos. Uno de los argumentos de Lucas en estos capítulos es que el cristianismo no es políticamente peligroso; más bien, es repetidamente vindicado en el plano legal. Como siempre, Pablo actúa pensando en el beneficio de sus hermanos.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 22). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Dios en el centro de la familia

Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia.

Efesios 6:18

Dios en el centro de la familia

En algunos países, como la religión va unida a la tradición, las familias adoran divinidades protectoras del hogar. ¡En cada casa se dedica un altar a lo que solo es un dios falso, o el Dios desconocido!

Para nosotros, que tenemos el privilegio de conocer al Dios vivo y verdadero, ¿qué lugar ocupa él en nuestros hogares? Cristianos, nosotros sabemos que nuestro bienestar, es decir, el alimento diario, la salud, las alegrías familiares, todo nos viene gratuitamente de la bondad de Dios. ¿Pensamos en agradecer a aquel que nos llena de sus bondades y en pedirle que prepare el día siguiente? Se dice que una familia sin oración se parece a una casa sin techo, abierta y expuesta a todas las tempestades. La oración en familia al final del día cierra la puerta para dejar fuera los peligros de la noche y, por la mañana, la abre para permitir que recibamos las bendiciones divinas.

En esos momentos de oración, ¡pensemos en nuestro propio hogar y también en tantas necesidades que están a nuestro alrededor! Intercedamos juntos por nuestros vecinos incrédulos, por los compañeros de estudio de nuestros hijos o nuestros compañeros de trabajo, por las autoridades, por la paz de nuestro país y por las numerosas personas que sufren.

Orar juntos abre nuestro corazón a los demás, une a los miembros de la familia y nos prepara para la reunión de oración colectiva en la iglesia local.

Si el ritmo de la vida moderna nos condujo a perder esta costumbre, entonces, humildemente, tratemos con la ayuda del Señor de retomarla hoy.

Génesis 25 – Mateo 14:13-36 – Salmo 15 – Proverbios 4:10-13

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