Dése a sí Mismo

Dése a sí Mismo

1/28/2018

Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas. (1 Tesalonicenses 2:8)

Tuve el privilegio de asistir al seminario a fin de estudiar para el ministerio. Aprendí mucho de los libros que leí, las notas que tomé y los ensayos que escribí. Pero aprendí mucho más de la vida de los hombres que me enseñaron. En vez de concentrarme en lo que decían, me encontraba en por qué lo decían.

Eso es lo que Pablo hizo con los romanos. En realidad dijo: “Antes de darles mi teología, déjenme darme a mí mismo”. Pablo es un modelo para todos los que sirven a Cristo. Siga el ejemplo de Pablo y comience a darse a sí mismo.

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Génesis 29 | Mateo 28 | Ester 5 | Hechos 28

28 ENERO

Génesis 29 | Mateo 28 | Ester 5 | Hechos 28

Tres observaciones surgen de Ester 5:

En primer lugar, el ritmo de la historia da pie a una observación cultural. En nuestra cultura, se dan muchas situaciones que exigen una decisión instantánea. Esto es tan cierto en el ámbito eclesiástico como en el político. Observamos lo que consideramos una injusticia e inmediatamente nos ponemos al teléfono, enviamos correos electrónicos o nos reunimos en pequeños grupos en la cafetería para hablar de ello. Por supuesto, algunas situaciones requieren actuar con rapidez. Dejarlo todo para más tarde continuamente, no es una virtud, pero un gran número de situaciones, especialmente las que implican las relaciones humanas, pueden beneficiarse de un tiempo adicional, un ritmo más lento, un período de reflexión. Ya hemos visto que las noticias de la conspiración de Amán se han extendido por todo el imperio. Por tanto, pasó un tiempo considerable antes de que Mardoqueo se dirigiese a Ester a fin de que actuase. Incluso así, esta no irrumpió en la presencia del rey. Dejó que pasasen tres días para prepararse y orar. Ahora, se encuentra delante del monarca. Él ha aceptado su entrada no autorizada. Sin embargo, en lugar de exponer el problema de inmediato, invita tranquilamente al rey y a Amán a un banquete privado. Cuando ellos llegan al mismo, Ester disminuye aún más el ritmo y crea más curiosidad proponiendo otro banquete, en el que contará todo lo que sabe.

En segundo lugar, Amán representa a un hombre ávido de poder. Tiene la moral por las nubes porque es el único invitado junto al rey al banquete de la reina (5:9, 12). Alardea de su riqueza y de esta elevación pública sobre los demás nobles (5:11). No le basta con ser rico y poderoso; debe serlo más que los demás. Sin duda, algunos lectores pensarán que tales tentaciones no les afectan realmente porque no tienen acceso al grado de riqueza y poder que pueden hacerles vulnerables. Es una postura muy ingenua. ¿Cuántas veces hemos visto a cristianos actuar como si no tuviesen principios, de forma estúpida, dejándose manipular fácilmente, cuando se ven delante de lo que consideran grandeza? Una de las grandes virtudes de la auténtica santidad, reflejada de forma inmaculada en el Señor Jesús, es la capacidad de relacionarse de la misma manera con los ricos y los pobres, con los fuertes y los débiles. Cuidado con los que adulan a las riquezas y el poder, y alardean de conocer a muchas personas poderosas. Su mentor espiritual es Amán.

En tercer lugar, Amán representa a un hombre entregado al odio. Él mismo admite que su elevada posición y sus ventajas no le sirven de nada cuando piensa en Mardoqueo, “ese judío” (5:13). Lo único que puede restaurar su dicha es la expectativa de la muerte de este (5:14). Aquí tenemos el amor a sí mismo, la raíz de todo pecado, en su peor versión: desenfrenado, promete que será el primero y desea la muerte de cualquiera que se interponga en su camino para impedirlo.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 28). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Cómo arrepentirse

ENERO, 28

Cómo arrepentirse

Devocional por John Piper

Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)

Un vago presentimiento de que uno es despreciable no es lo mismo que una convicción de pecado. Sentirse podrido no es lo mismo que estar arrepentido.

Esta mañana empecé a orar y me sentí indigno de hablarle al Creador del universo. Era una vaga sensación de indignidad. Entonces, se lo dije. ¿Y ahora qué?

Nada cambió hasta que empecé a ser específico acerca de mis pecados. Sentirse mal con uno mismo puede ser de ayuda si estos sentimientos lo llevan a uno a la convicción de pecado. Una vaga sensación de que uno es una mala persona no ayuda mucho.

La neblina de la falta de valía necesita tomar la forma definida de los oscuros pilares de la desobediencia. Después podemos señalarlos, arrepentirnos, pedir perdón y apuntar a destruirlos.

Entonces empecé a traer a la mente los mandamientos que quebranto frecuentemente. Los siguientes vinieron a la mente:

  • Amar a Dios con todo mi corazón, alma, mente y fuerzas. No con un 95 %, sino con un 100 % (Mateo 22:37);
  • Amar al prójimo como a mí mismo. Tener tantos deseos de que todo le vaya bien como el que tengo para mí mismo (Mateo 22:39);
  • Hacer todas las cosas sin quejarse. No quejarme ni por dentro ni por fuera (Filipenses 2:14);
  • Echar toda ansiedad sobre él, y así no estar agobiado por la preocupación (1 Pedro 5:7);
  • Solo decir cosas que dan gracia a otros, especialmente a aquellos cercanos a mí (Efesios 4:29);
  • Redimir el tiempo. No holgazanear ni desperdiciar el tiempo (Efesios 5:16).

¡Ya basta de pretensiones de gran santidad! Estoy arruinado.

Ahora es específico. Lo miro a los ojos. No estoy lloriqueando por sentirme miserable. Estoy pidiendo perdón a Cristo por no guardar todos sus mandamientos.

Estoy quebrantado y furioso por mi pecado. Quiero destruir a mi pecado, no a mí. No soy un suicida. Soy alguien que odia el pecado y soy un asesino de pecados («Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros», Colosenses 3:5; «[haced] morir las obras de la carne», Romanos 8:13).

En este conflicto, escucho la promesa: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). La paz aumenta.

Nuevamente, las oraciones parecen posibles, apropiadas y poderosas.


Devocional tomado del articulo “How I Approach God When Feeling Rotten”

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Las siete expresiones de Jesús en la cruz (3)

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba… dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Juan 19:25-27

La expresión de cariño

Las siete expresiones de Jesús en la cruz (3)

María, silenciosa y llena de amor, se hallaba cerca de la cruz donde Jesús estaba crucificado. A pesar de sus sufrimientos, Jesús pensó en ella y le dijo: “Mujer, he ahí tu hijo”. Luego la confió a Juan, “el discípulo a quien él amaba”, y le dijo: “He ahí tu madre”. ¿Quién puede ayudar mejor a los demás sino aquel que se ha dejado llenar del amor del Señor? ¡Qué escena de amor, en contraste con el odio que rodea la cruz!

Esta tercera expresión subraya el amor, la fidelidad y la ternura de Jesús. También es la palabra del Salvador. Jesús iba a dar su vida por los que creían, y María formaba parte de ellos. Pronunció estas palabras antes de entrar en las tres horas tenebrosas. ¡Incluso los lazos más estrechos que existen en la tierra, como el de un hijo con su madre, iban a ser interrumpidos!

En su perfecta humanidad, solo Jesús podía ofrecerse en sacrificio a Dios para la remisión de los pecados, para cumplir la obra de salvación. ¡Era el único Salvador! Las palabras que Cristo dijo a su madre y a su discípulo Juan antes de morir anuncian los lazos de una familia, de un pueblo nuevo. Será un pueblo unido por la Palabra de Dios, la presencia de su Espíritu y el consuelo de los hermanos y hermanas en la fe. En la iglesia naciente, de la cual María formaría parte (Hechos 1:14), hallaría compasión, consuelo… y gozo en el Cristo resucitado.

(continuará el próximo domingo)

Génesis 31 – Mateo 18:1-14 – Salmo 18:1-6 – Proverbios 5:21-23

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