La Advertencia del Salvador en contra de la Tentación | John Owen


La Advertencia del Salvador en contra de la Tentación


Los discípulos se sentían confiados aún y cuando el peligro estaba a la vuelta de la esquina. Fue entonces que el Señor dio esta advertencia: “Velad y orad, para que no entréis en tentación…” (Mat. 26:41; Mr. 14:38; Luc. 22:46) Cada discípulo de Cristo necesita la misma advertencia. Esta advertencia contiene tres lecciones básicas que cada creyente debería aprender muy bien:

1. La tentación es algo contra lo cual el creyente necesita guardarse continuamente.

2. “Entrar en tentación” significa ser tentado en la forma más profunda y peligrosa.

3. Para evitar que seamos dañados por esta clase de tentación, el creyente debería aprender a “velar y orar”. En la Biblia vemos que existen dos clases diferentes de tentación.

Hay un tipo de tentación que Dios usa y hay un tipo de tentación que Satanás utiliza. La tentación es como un cuchillo que puede ser utilizado para un propósito bueno o malo: puede servir para cortar la comida o puede ser usado para cortar su garganta.

I. La clase de tentación que Dios usa
Algunas veces la Biblia usa la plabra “tentación” para significar una prueba o un examen. (Vean por ejemplo que la versión antigua traduce Santiago 1:2 como “diversas tentaciones” y la versión 1960 traduce la misma frase como “diversas pruebas”.) Abraham fue probado por Dios (vea Gen. 22:1) y en una forma u otra, todos los creyentes están sujetos a pruebas y tentaciones.
Hay que notar dos puntos importantes acerca de dichas pruebas.
Primero: El propósito de Dios en enviarnos pruebas.
a. Las pruebas ayudan al creyente a conocer el estado de su salud espiritual.
A veces, la experiencia de una prueba enseñará al creyente las gracias espirituales que Dios está produciendo en su vida. La prueba que Dios le envió a Abraham demostró la fortaleza de su fe. A veces la prueba le mostrará al creyente las maldades de su corazón de las cuales no estaba consciente. Dios probó a Ezequías para revelarle el orgullo que había en su corazón (2 Cron. 32:31). A veces los creyentes necesitan ser animados viendo las gracias espirituales que Dios está obrando en sus vidas. A veces los creyentes necesitan ser humillados aprendiendo acerca de la maldad oculta de sus corazones. Dios cumple ambos propósitos a través del uso de pruebas adecuadas.
b. Las pruebas ayudan al creyente a conocer más acerca de Dios.1) Solamente Dios puede guardar al creyente de caer en el pecado. Antes de que seamos tentados, pensamos que podemos manejar cualquier tentación con nuestras propias fuerzas. Pedro pensaba que jamás negaría a su Señor. La tentación le mostró que sí era capaz de hacerlo. (Mat. 26:33–35, 69–75).
2) Cuando hemos aprendido nuestra debilidad y el poder de la tentación, entonces estamos listos para descubrir el poder de la gracia de Dios. Esta es la gran lección en que el apóstol Pablo fue enseñado por medio de “su aguijón en la carne” (2 Cor. 12:7–10).Segundo: Dios tiene muchas maneras para probar a su pueblo.
Dios prueba a cada creyente en una manera muy personal. En seguida daremos tres ejemplos de los métodos que Dios usa en ocasiones para probar a su pueblo:
a. Los prueba encomendándoles deberes que sobrepasan sus recursos. El apóstol Pablo se refiere a esta clase de prueba cuando escribe: “Pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas…” (2 Cor. 1:8). Esta fue una prueba que Dios usó para enseñar a Pablo lo que él dice: “Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Cor. 1:9). Los creyentes no deberían estar sorprendidos ni desmayados si Dios les encomienda una tarea que pareciera ser demasiado grande para ellos. En esta manera Dios prueba a los creyentes para hacerles ver si su fe en el poder divino es fuerte o débil.
b. Dios prueba a los creyentes permitiendo que sufran por su fe. Algunas veces el sufrimiento es muy severo, aún hasta el punto de la muerte (por ejemplo el martirio). Tal clase de sufrimiento es una prueba la cual la mayoría de los creyentes temen. Sin embargo, muchos creyentes han encontrado que en forma inesperada les fue concedida la fortaleza para ser torturados y aún para morir por Cristo. Todos los creyentes son llamados a sufrir de alguna forma u otra (Fil. 1:29 y 1 Ped. 2:21). Tales sufrimientos son llamados por el apóstol Pedro como “la prueba de vuestra fe” (1 Ped. 1:7 Versión Antigua).
c. Dios prueba a los creyentes permitiendo que se encuentren con maestros falsos y enseñanzas falsas. En esta manera Dios pone a prueba la lealtad y el amor del creyente hacia El. (Deut. 13 es un buen ejemplo de esta clase de prueba.)
Estos son tres ejemplos de la variedad de métodos que Dios usa para probar a su pueblo. Esta clase de prueba que Dios usa siempre tiene la intención de hacer bien a su pueblo. Estamos listos ahora para ver la clase de tentación que Satanás usa.

II. La tentación usada por Satanás con el propósito de lograr que la persona peque
Ambas clases de tentación contienen la idea de poner a prueba. ¡La tentación siempre es una prueba! En la clase de tentación intentada por Satanás, el punto que tenemos que recordar es el propósito de la prueba. La tentación de esta clase es una prueba diseñada para conducir a la persona a pecar. Dios nunca es el autor de este tipo de tentaciones (Stg. 1:13). Esta es la clase de tentación que el Señor tenía en mente cuando advirtió a sus discípulos. Esta es la clase de tentación acerca de la cual estudiaremos en este libro.

La Biblia enseña que hay tres causas principales para este tipo de tentación. A veces estas causas obran juntas y a veces separadamente:
Primero: El diablo como el tentador.
Dos veces en el Nuevo Testamento el diablo o Satanás es llamado “el tentador”. (Mat. 4:3; 1 Tes. 3:5). A veces el diablo tentará al creyente a pecar introduciendo pensamientos malos o blasfemos en su mente. A veces existe la tentación de dudar de la realidad de Dios o de la veracidad de su Palabra. Esta tentación frecuentemente surge por medio de malos pensamientos mandados por el diablo a la mente del creyente. Tentaciones de esta clase son llamadas “los dardos de fuego del maligno” (Ef. 6:16). El creyente no es culpable de pecado por el mero hecho de tener tales pensamientos. El creyente solamente es culpable de pecado si cree estos pensamientos.

Frecuentemente el diablo tienta usando dos de los siguientes métodos:
Segundo: El mundo (incluso la gente mundana) como un tentador.
El pescador usa como anzuelo un gusano sabroso para atraer al pez. En la misma forma, a menudo el diablo usa el anzuelo de alguna atracción del mundo para persuadir a la persona a pecar. El diablo, cuando tentó a Cristo usó los reinos de este mundo como su anzuelo. Fue una sirvienta quien tentó a Pedro para que negara a su Señor (Mat. 26:69). El mundo con todas sus cosas y su gente es una fuente constante de tentación para los creyentes.Tercero: La carne (los deseos egoístas) como un tentador.
A veces el diablo obra a través de los deseos egoístas para tentar a la persona. El diablo tentó a Judas a traicionar al Señor usando tanto la ayuda del mundo (los fariseos y treinta monedas de plata Luc. 22:1–6) como la naturaleza codiciosa de Judas mismo. En las palabras de Santiago: “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.” (Stg. 1:14)
La clase de tentación usada por el diablo es siempre un intento de persuadir de alguna forma a la persona a pecar. Tales tentaciones tienen como su meta principal persuadir a la persona a pecar en alguna o en todas las siguientes maneras: 1) por el descuido de algún deber que Dios le ha encomendado, 2) por guardar malos pensamientos en su corazón y permitir que los pensamientos ya concebidos den a luz el pecado, 3) por permitir que Satanás le distraiga de alguna manera de su comunión con Dios o 4) por fallar en dar a Dios la obediencia constante, completa y universal a todos sus mandamientos incluyendo la manera en la cual la obediencia es rendida.
Ahora estamos listos para reflexionar brevemente en la primera lección mencionada al principio de este capítulo.


III. La tentación es algo contra lo cual el creyente necesita guardarse continuamente
Ilustraremos los peligros de la tentación usada por Satanás bajo los siguientes dos puntos:
a. El gran daño que las tentaciones de Satanás pueden hacer al creyente.
La meta principal de la tentación es la de conducir a la persona a pecar. Pudiera ser el pecado de hacer lo que Dios prohibe. Pudiera ser el pecado de no hacer lo que Dios manda. Pudiera ser algún pecado en la carne que puede ser visto por otros, o pudiera ser un pecado en la mente que solo Dios puede ver. Cualquiera que sea el pecado, nunca debemos olvidar que el propósito de la tentación es de dañar la salud espiritual del creyente.
b. La gran variedad de tentaciones que Satanás usa en contra del creyente.
Cualquier cosa que pueda impedirnos hacer la voluntad de Dios debe ser vista como una tentación. Puede ser que sea algo dentro de nosotros (algún deseo malo) o cualquier cosa o persona en el mundo. Cualquier cosa que provoque o anime a una persona a pecar es un tipo de tentación. Casi cualquier deseo que una persona pueda tener, podría convertirse en una fuente de tentación. Desear tales cosas como por ejemplo: una vida tranquila, amigos, un buen nivel de vida, una buena reputación (¡la lista es casi interminable!), no es pecaminoso en sí mismo. Sin embargo, tales cosas pueden llegar a convertirse en una fuente peligrosa de tentación que resulte difícil resistir. Los creyentes necesitan aprender a temer las tentaciones que surgen de tales fuentes ya mencionadas. Deberían temer tales tentaciones tanto como temen las tentaciones que conducen a pecados abiertos y escandalosos. Si fallamos en hacer esto, estamos más cerca del borde de ser arruinados de lo que nos imaginamos.

Owen, J. (2010). Lo que cada creyente debería saber sobre la tentacion (O. I. Negrete & T. R. Montgomery, Trads.; pp. 7-12). Publicaciones Faro de Gracia.

El Señor es lento para la ira | Charles Spurgeon

22 de febrero
«El SEÑOR es lento para la ira y grande en poder».
Nahum 1:3 (LBLA)

«El Señor es lento para la ira».

Cuando la misericordia viene al mundo la traen alados corceles, y los ejes de las ruedas de su carro están al rojo vivo por la velocidad. Pero cuando viene la ira, esta avanza con pasos cortos, porque Dios no se deleita en la muerte del pecador. La vara de la misericordia siempre está extendida en su mano; en cambio su espada de justicia se encuentra en su vaina, sujeta por aquella amorosa mano traspasada que sangró por los pecados de los hombres. «El Señor es lento para la ira», porque es grande en poder. Es en verdad grande en poder quien tiene dominio sobre sí mismo. Cuando el poder de Dios se contiene, entonces es realmente poder.

El poder que traba de la omnipotencia es omnipotencia superada. Un hombre de gran corazón puede soportar el insulto por mucho tiempo, y solo se ofende por el agravio cuando un sentido de la justicia demanda su acción. El débil de alma se irrita enseguida; el fuerte soporta como una roca, que no se mueve aunque un millar de olas se estrellen contra ella y arrojen la espuma de su despreciable malicia sobre su cima. Dios observa a sus enemigos y, sin embargo, no se excita, sino que contiene su ira. Si fuera menos divino de lo que es, hubiera, hace tiempo, enviado la totalidad de sus truenos y vaciado los depósitos del Cielo; habría secado la tierra con extraños fuegos de sus más bajas regiones y destruido completamente al hombre, pero la grandeza de su poder nos trajo, en cambio, misericordia. Querido lector, ¿en qué estado te hallas esta tarde? ¿Puedes con fe humilde mirar a Jesús y decir: «Sustituto mío, tú eres mi roca y mi esperanza»? Entonces, querido amigo, no temas al poder de Dios, porque ahora que has sido perdonado y aceptado, ahora que por la fe te has refugiado en Cristo, el poder de Dios no debe espantarte más que el escudo y la espada del soldado espantan a aquellos a quienes él ama.

Regocíjate más bien en que Aquel que es «grande en poder» es tu Padre y tu Amigo.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 61). Editorial Peregrino.

¿Con o sin intermediario?

Miércoles 22 Febrero
A ti, oh Señor, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío.
Salmo 25:1-2
Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día.
Salmo 25:5

¿Con o sin intermediario?
Soy cristiano y leo comentarios que explican la Biblia. Escucho predicaciones, oigo sermones en internet. Pero, ¿leo la Biblia? ¿Estoy preparado para escuchar lo que Dios quiere decirme directamente por medio de su Palabra?

Confío en lo que el predicador dice en las reuniones cristianas respecto a Jesús, a la salvación, sobre la iglesia… Pero ¿verifico si esto corresponde a lo que Dios escribió en la Biblia?

Digo «amén» a las oraciones de los demás, pero cuando estoy solo, ¿oro con mis propias palabras dirigiéndome a Dios sin intermediario?

Pido consejo a mis amigos creyentes para que me ayuden a tomar decisiones, pero ¿pido directamente a Dios que me muestre su voluntad?

Escucho los CD de cánticos cristianos y asisto a conciertos de alabanza, pero ¿a veces canto yo mismo a Dios?

Procuro imitar a un líder cristiano que consagró su vida a Jesús, pero ¿escudriño en los evangelios para conocer la vida del Señor? ¿Trato de imitar a Jesús, el modelo perfecto?

Cuento mis penas y sufrimientos a mis familiares y amigos, a los que pueden comprender lo que vivo. Pero, ¿le cuento al Señor lo que siento, mis dolores, mis miedos, mis dudas?

Como yo, quizás usted olvida fácilmente que podemos ir a Jesús sin intermediario. Es un privilegio tener hermanos y hermanas en la fe que puedan orar con nosotros y enseñarnos. Pero comunicarnos directamente con Dios es ir a la fuente, ¡es ir a donde el agua es más pura!

2 Samuel 15 – Hechos 6 – Salmo 25:11-15 – Proverbios 10:11-12

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