La gracia del Rey

La gracia del Rey

1/15/2018

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. (Romanos 3:24)

Todo creyente recibe la gracia de Dios como resultado de responder a las buenas nuevas. Y las buenas nuevas son que la salvación es por gracia.

El apóstol Pablo dijo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9). La gracia de Dios que trae salvación ha aparecido para todas las personas. Se ofrece totalmente independiente de cualquier cosa que pudiéramos haber hecho para recibir el favor de Dios. Es el favor inmerecido de Dios, que en su misericordia y su clemencia nos da la salvación como un regalo. Lo único que tenemos que hacer es sencillamente responder creyendo en su Hijo.

Entramos en el reino de Dios solo por la gracia de Dios. No hay lugar para la propia alabanza ni la proeza humana. Recuerde darle gracias a Dios por concederle una salvación tan misericordiosa.

La gratuidad de la gracia

ENERO, 15

La gratuidad de la gracia

Devocional por John Piper

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús. (Efesios 2:4-6)

El acto decisivo de Dios en la conversión es que «nos dio vida juntamente con Cristo» aun «estando nosotros muertos en pecados». En otras palabras, para Dios estábamos muertos. Éramos indiferentes; no teníamos ningún interés espiritual genuino; no teníamos ningún gusto por la belleza de Cristo; estábamos simplemente muertos a todo lo que era importante.

Entonces Dios actuó —incondicionalmente— antes de que pudiéramos hacer nada para volvernos vasos dignos de gracia. Nos dio vida. Soberanamente, él nos despertó para que pudiéramos ver la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4). Los sentidos espirituales que estaban muertos milagrosamente vinieron a vida.

El versículo 4 dice que este fue un acto de «misericordia». Es decir, Dios nos vio en nuestra falta de vida y se compadeció de nosotros. Vio la terrible paga del pecado que lleva al sufrimiento y a la muerte eterna y, en nuestra necesidad, la abundancia de su misericordia se derramó sobre nosotros. Pero lo que es notable en este texto es que Pablo interrumpe el fluir de su propio discurso para insertar «por gracia sois salvos». «Dios… nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con él nos resucitó».

Pablo vuelve a decir esto más adelante en el versículo 8. ¿Por qué, entonces, interrumpe el fluir de las palabras para añadirlo aquí? Además, el foco está en la misericordia de Dios que responde a nuestro gran aprieto por la falta de vida. ¿Por qué, entonces, Pablo se desvía de la corriente de su pensamiento para decir que es también por gracia que somos salvos?

Creo que Pablo aquí reconoce que es la oportunidad perfecta para enfatizar la gratuidad de la gracia. Mientras describe nuestra condición de estar muertos antes de la conversión, se da cuenta de que las personas que están muertas no pueden cumplir con condiciones. Si ellos han de vivir, tendrá que ocurrir un acto de Dios totalmente incondicional y completamente gratuito para salvarlos. Esta libertad es la verdadera esencia de la gracia.

¡Qué acto puede ser más unilateralmente gratuito y no negociable que el de una persona levantando a otra de los muertos! Eso es lo que la gracia significa.

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Génesis 16 | Mateo 15 | Nehemías 5 | Hechos 15

15 ENERO

Génesis 16 | Mateo 15 | Nehemías 5 | Hechos 15

Cuando iba al instituto en Canadá, un profesor de historia contó una experiencia que vivió. Lo hizo enormemente airado. Acababa de volver de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial, donde había visto morir a muchos amigos. Volvió a casa, licenciado debido a una herida de guerra. Conducía un autobús en una importante ciudad canadiense. Un día, sentadas detrás de él, dos mujeres de aspecto próspero hablaban entre sí, cuando oyó que una de ellas decía a la otra: “Espero que esta guerra no acabe pronto. Nunca nos ha ido tan bien”.

Casi siempre hay personas que se benefician de los desastres de los demás, sobre todo de las guerras. En la época de Nehemías, también se daba este hecho (Nehemías 5). Aunque se estaba haciendo un esfuerzo serio para reconstruir la ciudad, en la campiña cercana las presiones fiscales del momento, junto a las condiciones de hambruna, hacían más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Estos hipotecaban sus tierras intentando salir adelante, pero las perdían; vendían como esclavos a miembros de su familia o a sí mismos. Para Nehemías, ser esclavo de un hermano judío seguía siendo esclavitud. En algunos sentidos, era peor: no sólo estaba preocupado por este problema en sí, sino por la dureza moral de los ricos que se aprovechaban de la ruina de otros sin compasión, desobedeciendo la ley de Moisés, que prohibía la usura, la codicia y la avaricia. Estaba claro que no necesitaban nada más. ¿Cómo podían justificar tales abusos de forma creíble?

No obstante, afortunadamente, la conciencia de estos ricos se enterneció, ya que no se rebelaron cuando se les reprendió: “Todos se quedaron callados, pues no sabían qué responder” (5:8). De hecho, acabaron arrepintiéndose, devolviendo lo que habían tomado y dejando de cobrar intereses a sus hermanos.

Claramente, uno de los factores que reforzaron la credibilidad de Nehemías mientras trabajaba para llevar a cabo estas reformas era su propia conducta. Sin duda, la gran mayoría de los gobernadores de la época aprovechaba su posición de poder para acumular considerables riquezas para sí mismos. Nehemías se negó a hacerlo. Presumiblemente, recibía del tesoro del imperio un jugoso estipendio y el sustento suficiente para él y sus hombres, por lo que declinó utilizar su poder para exigir más aportaciones materiales a la población local. En realidad, acabó sustentando a muchos de ellos (5:14–18).

Obediencia a Dios, compasión por los hermanos, liderazgo consistente, fidelidad al pacto que afecta al propio bolsillo, arrepentimiento y restauración: valores que sustituyeron a la corrupción y la voracidad anteriores, más importantes que la construcción del muro. Si este se hubiese reconstruido sin haber edificado de nuevo a las personas, el triunfo habría sido minúsculo.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 15). Barcelona: Publicaciones Andamio.

No nos equivoquemos de fe

Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Romanos 10:9

El hombre no es justificado… sino por la fe de Jesucristo.

Gálatas 2:16

No nos equivoquemos de fe

¿En qué consiste la fe? ¿Se trata de una especie de abdicación de la inteligencia que reconoce sus límites y admite la existencia de un Ser superior? El hecho de pensar esto conduce a restringir la fe a la simple creencia en un Dios supremo y creador, pero indiferente a su criatura.

Reprochando a sus discípulos su falta de fe cuando calmó la tempestad, Jesús no los acusó de haber dudado de su poder, ¡y eso que habían sido testigos de tantos milagros! Les reprochó que hubiesen dudado de que quisiese el bien de sus criaturas. A menudo la incredulidad consiste en pensar que Dios no nos ama lo suficiente para intervenir a nuestro favor.

Otros consideran la fe como una gracia o una disposición innata que sería inútil tratar de buscar. ¡Esto significa considerar al hombre como un ser irresponsable! También es olvidar que, como criatura, debe rendir cuentas a su creador. ¿Qué hace de ese deber de obediencia hacia Aquel que “ahora manda a todos los hombres… que se arrepientan”? (Hechos 17:30).

La fe es aceptar el ser amado por Dios; es recibir el amor que mostró hacia el hombre cuando “envió a su Hijo unigénito al mundo” (1 Juan 4:9). Es aceptar al Salvador que dio y apropiarse de las maravillosas consecuencias de la obra que cumplió en la cruz a favor de los que creen.

La fe es escuchar y creer lo que Dios nos reveló en la Biblia.

Génesis 19 – Mateo 10:26-42 – Salmo 9:15-20 – Proverbios 3:16-18

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