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Noviembre 15

UN ANCLA DE CONFIANZA
En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame en tu justicia.
(Salmo 31:1)
Como lo indica el versículo de hoy, David tuvo gran confianza en Dios en medio de la aflicción. También dijo: “Porque tú eres mi roca y mi castillo; por tu nombre me guiarás y me encaminarás. Sácame de la red que han escondido para mí, pues tú eres mi refugio” (Sal. 31:3-4).
Su confianza radicaba en el carácter santo de Dios. Un adecuado conocimiento de Dios es esencial para la estabilidad espiritual. Y la única forma de conocer a Dios es mediante lo que Él ha querido revelarnos de sí mismo en las Escrituras.
Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com
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La Biblia Dice
David Logacho
Las enfermedades
Sin temor a equivocaciones, puedo afirmar que el gigante que más nos ha atacado a todos y cada uno de nosotros es el gigante llamado enfermedad. ¿Has estado alguna vez enfermo? Con toda seguridad tu respuesta será afirmativa. Si tu respuesta es negativa, seguramente estás enfermo de amnesia. Si no tenemos una perspectiva correcta sobre la enfermedad, se tornará en un poderoso gigante que está listo a caer sobre nosotros para destruirnos.
Si damos un vistazo a la Biblia para ver que hay detrás de la enfermedad, encontraremos que la enfermedad puede tener al menos tres diferentes orígenes. Primero, puede ser que se trate de alguna consecuencia de algún pecado. Enfermedades como el Sida, cuando resulta del uso del sexo fuera de los parámetros establecidos por Dios, es un buen ejemplo de una enfermedad que es consecuencia del pecado. Obviamente, no siempre el Sida es consecuencia de pecado. Piensa por ejemplo en una persona que se contagia de Sida como resultado de una transfusión sanguínea con sangre contaminada con el virus.
La Biblia nos advierte muy abierta y francamente sobre la ley de la siembra y la cosecha. Gálatas 6:7-8 dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
Si el hombre siembra el bien, cosechará el bien, pero si el hombre siembra el mal cosechará el mal. En ocasiones la enfermedad es la cosecha de una siembra de desobediencia a la palabra de Dios. La enfermedad en este caso es vista también como una disciplina por parte de Dios. Algunos creyentes corintios fueron desobedientes a la Palabra de Dios y aún así participaban en la Cena del Señor como si todo estuviera bien en su vida. Por esta falta de integridad moral Dios los disciplinó y nota como lo hizo. 1 Corintios 11: 26-30 dice: Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.
La disciplina de Dios para ellos fue enfermedad, debilidad y aún la muerte. Si dudas del hecho que Dios puede disciplinar con enfermedad a tus hijos descarriados solamente estudia la vida de David a raíz que cometió el pecado de adulterio con Betsabé, fue tal el dolor que David exclamó lo que tenemos en Salmo 32:3-4. La Biblia dice: Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
El segundo origen de la enfermedad, puede ser una prueba para purificar nuestra fe. A veces Dios usa la enfermedad como el fuego que calienta el crisol donde se coloca nuestra fe. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en Job del Antiguo Testamento. Según Job 1:1, Job era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Sin embargo, de ello, fue probado como quizá ningún ser humano ha sido jamás probado. Parte de su prueba fue justamente la enfermedad. Al salir airoso de la prueba, Job dijo lo que está registrado en su libro capítulo 42 versículo 5 De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.
Antes de la prueba, Job conocía a Dios, pero su conocimiento de él era limitado, pero después de la prueba, el conocimiento de Dios por parte de Job era mucho más profundo, como si lo viera con sus propios ojos. ¿Qué es lo que hizo cambiar la perspectiva que Job tenía sobre Dios? Pues la prueba
El tercer origen de la enfermedad es simplemente una oportunidad para manifestar el poder de Dios en sanidad. Una vez Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: ¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? La respuesta de Jesús fue: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, luego le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé. El ciego fue y se lavó y regresó viendo. La ceguera que es una enfermedad no fue consecuencia de pecado, tampoco fue una prueba, simplemente fue una oportunidad para que Dios manifieste su poder en sanidad.
Si no miramos a la enfermedad como hemos mencionado, corremos el riesgo de que la enfermedad se torne en un poderoso gigante que no solamente afligirá nuestro cuerpo sino también nuestra alma y nuestro espíritu. El gigante de la enfermedad nos aconsejará que Dios nos ha abandonado, que Dios es injusto con nosotros, que tenemos el derecho de vivir sanos pero que Dios nos está negando ese derecho, que Dios no tiene poder para detener la enfermedad o aún pensaremos que a lo mejor tenemos algún pecado oculto que ni siquiera nosotros mismos sabemos y que por eso Dios nos está disciplinando.
Si hacemos caso a los consejos del gigante llamado enfermedad llegaremos a vivir amargados, desanimados, confundidos, desesperados, faltos de fe y apesadumbrados. El gigante de la enfermedad quiere justamente vernos en esas lamentables condiciones. Pero no es necesario dejarnos dominar por el gigante de la enfermedad. Para conquistarlo sugiero lo siguiente: Primero, agradece a Dios por la enfermedad, sin importar el origen de la misma. 1 Tesalonicenses 5:18 dice: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. Una actitud de agradecimiento a Dios, a pesar del dolor causado por la enfermedad, abrirá el camino para entender el propósito de Dios.
Segundo, en oración ferviente al Señor y en dependencia plena del Espíritu Santo, haz una evaluación de tu propia vida. ¿Existe algún pecado que no le has confesado al Señor? Si es así confiésalo y apártate de ese pecado, es posible que la enfermedad tenga que ver con aquel pecado. Si luego de una investigación exhaustiva de tu propia vida, no hay ningún pecado oculto, deberías pensar que a lo mejor tu enfermedad es una prueba de parte de Dios para ayudarte a madurar espiritualmente.
En oración y en humildad pide a Dios sabiduría para comprender qué es lo que Dios quiere enseñarte a través de esta prueba. No busques desesperadamente la salida de la prueba, porque echarás a perder la lección que Dios quiere enseñarte. Espera con paciencia hasta que el Señor mismo te muestre la puerta de salida. También es posible que tu enfermedad sea una oportunidad para que Dios muestre su poder sanándote. Pide a Dios por sanidad, pero no seas impaciente o impertinente demandando de Dios sanidad inmediata. Si la voluntad de Dios es sanarte, él lo hará en su tiempo.
Tercero, no dejes de consultar a los médicos. La ciencia médica puede ser canales a través de los cuales Dios obra sanidad. Dios es soberano, Él puede sanar con médico o sin médico, pero no debes adoptar una posición de pseudo espiritualismo afirmando que la medicina y los médicos no son necesarios para aquel que tiene su confianza puesta en Dios. Pablo dijo a Timoteo que tomara un poco de vino por causa de su estómago. En esa época se usaba el vino como una medicina, además de una bebida por supuesto. Con eso Pablo estaba diciendo a Timoteo: No descuides tu medicina si quieres sanarte.
El gigante de la enfermedad no tendrá poder en alguien que afronta la enfermedad de esta manera.
David Logacho es Ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones, trabajó por años para la NASA, decidió abandonar su carrera profesional para prepararse para servir al Señor en un Instituto Bíblico en Argentina. Dirigió el Ministerio La Biblia Dice… durante más de 2 décadas hasta su retiro en 2015.
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Soldados de Jesucristo

John Piper Responde
Diez principios para la productividad personal
Episodio 10
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Es el podcast Ask Pastor John en Español, en la voz de Nathan Díaz. Disponible también en videos.
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Renovando tu Mente
Sistema de sacrificios del Antiguo Testamento
R.C.Sproul
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Fue hace como 30 años atrás, cuando estaba trabajando como profesor de Teología filosófica en la Escuela de Teología de Conwell en Pensilvania, que fui invitado a ir a una de las iglesias locales de Filadelfia para exponer una charla sobre el significado del Nuevo Pacto.
Y la forma en que esta serie de charlas fue organizada por la iglesia era que la semana anterior ellos recibirían la charla de un rabino acerca de los principios del Antiguo Pacto. Y yo recibí una llamada antes de ir a la iglesia y me dijeron que el rabino había enfermado y que no podía dar su mensaje así que me pidieron que cambiara mi tema por el de la relación entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto; y traté de hacerlo enfocando mi atención a la forma en que Cristo en la cruz, al hacer una expiación, cumplió con el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento.
Y algo pasó en medio de esa conferencia que nunca me había ocurrido antes en un lugar de reunión pública. Estaba hablando de la cruz y de cuando Cristo se convirtió en una maldición por nosotros, en eso alguien en la audiencia, que estaba muy turbado por lo que yo enseñaba, gritó: “Eso es primitivo y muy ofensivo”, justo en medio de mi conferencia, y había cientos de personas allí. No estaba seguro de qué hacer, pero me detuve ahí mismo.
No puede evitar detenerme y decir: “¿Qué dijiste?” Sabía muy bien lo que él dijo, pero estaba ganando tiempo para pensar. Y dije: “¿Qué dijiste?” Él dijo: “dije que eso es primitivo y ofensivo.” Y yo dije: “Tienes toda la razón y no podría estar más de acuerdo contigo, en que todo el drama de la cruz es primitivo y ofensivo.”
Para empezar, me gusta en especial la palabra “primitivo” porque cuando vemos el sistema ritual del Antiguo Testamento y el sistema de sacrificios donde las personas matan animales y ofrecen la sangre y la sustancia de esos animales en los altares de la ofrenda quemada, y ves todos esos ritos que involucra la aplicación de sangre y demás,
Esto es el tipo de cosas que suena, en la superficie, como bárbaro y salvaje; y ciertamente el término “primitivo” describe muy bien todo el proceso. Pero una de las cosas que debemos entender acerca del judeocristianismo histórico es que la fe que nos ha sido entregada por los padres no es una religión esotérica que solo puede ser entendida por un grupo gnóstico, una élite de intelectuales altamente capacitados.
Dios se preocupa por comunicar su mensaje de redención a la persona más sencilla de este planeta y la manera en que se dramatiza esta redención en el Antiguo Testamento es primitiva, y eso es porque somos primitivos y necesitamos entender con claridad este mensaje completo de la redención. Y dije; “Pero particularmente me agrada la palabra ‘ofensivo’ porque de eso se trata todo el drama de la expiación”.
Se trata de la ofensa de la rebelión humana contra Dios. Y dudo que haya algo; de hecho, estoy seguro de que no hay nada en este planeta que fuera más ofensivo que Jesús de Nazaret cuando estaba colgado en la cruz, puesto que en ese momento, en tiempo y espacio, Cristo había reunido en Él y estaba cargando sobre sí mismo la suma total de todos nuestros pecados. Y después que Él había tomado sobre sí nuestros pecados, cada inmundicia que alguna vez hicimos fue imputada a Él; Él era la ofensa en su máxima expresión.
Obviamente, en sí y por sí mismo, Él era irreprensible y puro, sin mancha ni arruga, pero una vez que nuestro pecado le fue imputado y transferido, Él se convirtió en una maldición por nosotros, esto fue ofensivo, que incluso los cielos se oscurecieron y Dios, por así decirlo, le dio la espalda. No podía mirar esta ofensa.
Ese es el evangelio: que Dios ha condescendido para cubrir nuestras ofensas, para cubrir nuestra pecaminosidad; y todo eso se representa dramáticamente en todo el sistema de sacrificios que se instituye en el Antiguo Testamento.
Vemos todo tipo de sacrificios, todo tipo de ofrendas: ofrendas de restitución, ofrendas por el pecado, por la transgresión, ofrendas quemadas, de cereales y todas esas distintas clases de ofrendas y sacrificios que son parte integral de la religión del Antiguo Testamento.
Y de Nuevo, los capítulos iniciales del libro de Levítico brindan detalles específicos que regulan estas distintas ofrendas, pero lo que quiero ver hoy es el corazón y el alma de todo este sistema de sacrificios ya que, fundamentalmente, hay dos cosas que subyacen a estos sacrificios que Dios ordena y manda a su pueblo. Uno es la expiación y el otro es la consagración.
Por un lado, tienes la ofrenda del sacrificio, que al mismo tiempo se entrega como un regalo. Si nos hacemos la pregunta fundamental, “¿Qué es la adoración?” e hiciéramos esa pregunta a un santo del Antiguo Testamento, estoy seguro que la respuesta sería algo así: que el elemento principal de la adoración en la vida del creyente es hacer una ofrenda o un sacrificio de alabanza. Y eso empieza muy temprano en el Antiguo Testamento.
Recordamos la historia de los sacrificios y de las ofrendas que fueron traídas por Caín y Abel y cómo Dios se deleitó en la ofrenda que trajo Abel, pero que rechazó la ofrenda que le trajo Caín; y por eso Caín se llenó de furia, envidia y celos contra su hermano y se levantó contra él y le quitó la vida. Pero el sacrificio de Abel fue un sacrificio rendido a Dios en una actitud de fe y con una disposición de alabanza y agradecimiento.
Pero a partir de esa forma primitiva de sacrificio, todo el sistema de sacrificios creció y se amplió adquiriendo un significado cada vez más profundo, de modo que los sacrificios que se traían empezaron a indicar el principio de expiación, y la expiación, como digo, está en el corazón del sacrificio antiguo testamentario.
Ahora, hay dos palabras que oímos a menudo en teología y que a veces nos hacen tambalear: expiación y propiciación. Y el término expiación tiene que ver con la eliminación de la contaminación o la eliminación del pecado. Entonces, cuando vemos el Nuevo Testamento, se nos dice que en la cruz, Cristo hizo expiación por su pueblo. Él les quitó sus pecados y los tomó sobre sí mismo.
Recordamos en el día de la expiación, que dos animales se usaban en el Antiguo Testamento. Estaba el cordero sin mancha que se ofrecía en el altar del sacrificio y el macho cabrío expiatorio.
Y cuando se presentaba el macho cabrío expiatorio, el sacerdote apoyaba las manos en la parte posterior del animal, simbolizando la transferencia de los pecados del pueblo a la parte posterior del animal. Por eso se le llamaba un macho cabrío expiatorio y usamos el término de “chivo expiatorio” para alguien a quien se le hace culpable o responsable de algo que sale mal.
Él se convierte en el culpable, aunque no hizo nada. Entonces, en el día de la expiación, los pecados de la gente fueron transferidos sobre las espaldas del macho cabrío y luego este animal era expulsado fuera del campamento, hacia la oscuridad exterior lejos de la presencia de Dios, al lugar de la penumbra, al lugar de la contaminación;
Y los pecados eran quitados simbólicamente de la presencia del pueblo de Dios. Eso es lo que se entiende por expiación.
Esto es lo que Juan el Bautista tenía en mente cuando cantó el Agnus Dei en el Nuevo Testamento, cuando vio a Cristo acercarse, y dijo: “He ahí”, ya sabes, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”
Dado que Cristo es tanto el cordero, como el macho cabrío expiatorio cuando lleva nuestros pecados sobre su propia persona, o en su propia persona, Él expía nuestros pecados. Pero también está el concepto de propiciación y la diferencia se encuentra en el prefijo.
“Ex” significa “fuera de” o “de” y tiene la dimensión horizontal de eliminación o remisión de pecado: el pecado se envía a la oscuridad exterior. El Señor dice: “Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones.”
La propiciación tiene una dimensión vertical y tiene que ver con estar delante o en frente de Dios. De ahí obtenemos la palabra “propicio”. Y en este caso, una propiciación es un sacrificio ofrecido a Dios para satisfacer las demandas de su santidad y para satisfacer las demandas de su justicia.
Es así, que los sacrificios en el Antiguo Testamento simbolizaron esta idea de satisfacer las demandas de la santidad y de la justicia de Dios para que su ira fuera apartada; así tenemos la dimensión vertical y horizontal.
Por un lado, la justicia de Dios queda satisfecha; por el otro, nuestros pecados son removidos de nosotros, todos los cuales encuentran su culminación en la obra de Cristo en la cruz. Ahora, la clave de todo este sistema de sacrificio en el Antiguo Testamento es la idea de la sustitución.
A veces hablamos de la expiación sustitutiva en el Nuevo Testamento con respecto a la muerte de Cristo. Bueno, esta idea de sustitución está arraigada y fundamentada en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. Ahora, cuando el pueblo de Israel traía los sacrificios y pasaban por los rituales de culto que se prescribieron en el libro de Levítico, los sacrificios principales tenían seis actos distintos o seis pasos diferentes a seguir en el procedimiento.
Los primeros tres pasos fueron llevados a cabo por los mismos israelitas comunes y los últimos tres pasos fueron realizados en manos del sacerdote, entonces lo que pasaba es que cuando se traía el sacrificio (por ejemplo: un sacrificio animal o un sacrificio quemado) se requería que la persona trajera una ofrenda de entre sus posesiones personales. Es decir, si era un sacrificio animal, tenía que ser un animal de su propiedad.
Si era una ofrenda de cereal o grano también tenía que proceder de su propiedad. Y esta propiedad personal se convertía en una extensión o representación suya. Y así, el judío traería el cordero o el macho cabrío o el carnero o lo que fuera que él trajese para esta ofrenda; y él, antes que nada, pondría las manos sobre el animal, tal como lo hizo el Sumo Sacerdote en el día de la expiación con respecto al macho cabrío expiatorio.
Ahora, el individuo israelita pondría sus manos sobre esta oveja o sobre este carnero o cualquier otro, simbolizando la transferencia de su culpa personal hacia este animal. Luego la ofrenda, perdón, el dueño era el que tenía que matar al animal.
Y luego de que matara al animal, el tercer paso era que él tenía que llevarlo al sacerdote. Y luego los sacerdotes tomaban la sangre del animal y la rociaban en los lugares sagrados, luego ofrecían el animal en el altar del sacrificio, y después, en ciertas condiciones el sacerdote comía la porción restante que, como resultado, ya era comestible.
Pero todo el proceso involucraba matar, quemar y comer. Ahora, el principio del Antiguo Testamento era este: que la vida estaba en la sangre, no porque los judíos tuvieran una forma primitiva de anatomía o una comprensión del sistema circulatorio.
No hicieron una identidad absoluta entre la sangre y la vida. Aquí había una relación simbólica. Recuerdo que el evangelista anglicano John Guest, comentó una vez en una conferencia, él dijo: “Siempre estamos hablando de la sangre de Jesús y de la sangre de Cristo aquí y la sangre de Cristo allá”, él continuó: “Piensen por un momento.
Supongamos que Jesús vino a este mudo y se raspó su dedo con un clavo; ¿hubiera sido suficiente? Habrías tenido la sangre de Cristo, ¿pero eso hubiera sido suficiente para satisfacer las demandas que Dios había establecido para la expiación definitiva? ¡Por supuesto que no!
La idea del derramamiento de sangre está simbolizando el perder la vida porque la pena por el pecado es la muerte, y por consiguiente, la muerte del sustituto es lo que se necesita para que se cumpla esa pena. Así que no se trataba simplemente de cortar a los animales y tomar un poco de sangre y rociarla, la idea de la sangre era un símbolo de la entrega de la vida completa del animal.
Ahora, también entendimos que estas ofrendas y sacrificios que se hicieron en el Antiguo Testamento eran típicos; es decir, anunciaban la expiación suprema que iba a venir en el evento final de redención cuando Cristo se ofreciera a sí mismo como el perfecto sacrificio, una vez y por siempre.
Y tal como el autor de Hebreos enfatiza el punto haciendo la pregunta: “¿Es posible que la sangre de los toros y machos cabríos quite los pecados?” ¡No! Es evidente que estos animales no son suficientes para ser sustitutos adecuados de la vida de una persona que era culpable delante de Dios, pero tomaron su valor, como dije, simbolizando al redentor prometido que sería el cordero sin mancha que daría su vida como el sacrificio definitivo una vez y por siempre.
Ahora, mencioné que en el ritual había, en primer lugar, la muerte en sí y luego estaba la incineración y la incineración en el altar del sacrificio que era parte de ser una ofrenda o regalo para Dios.
Obviamente Dios no podía consumir a estos animales y Él no los necesitaba, pero la idea en Israel era que Dios consideraba que el aroma que se elevaba al cielo al incinerar estos sacrificios, era, eran considerados por Dios dulces, agradables y placenteros; es decir, si es que los sacrificios eran ofrecidos con un espíritu debido de penitencia y fe verdadera.
Sabemos que lo que pasó más tarde en Israel es que la nación degeneró en ostentación y ritualismo, donde simplemente realizaban las acciones externas sin fe y sin ningún deseo genuino en sus corazones de arrepentirse ante Dios o de ofrecerle el regalo de alabanza, y así llegó el momento en que los profetas anunciaron el juicio de Dios, los profetas decían: “Así dice el Señor”, “Aborrezco, desprecio vuestras fiestas, tampoco me agradan vuestras asambleas solemnes.” “vuestras ofrendas de grano no los aceptaré”.
Basta con mirar las imágenes y el simbolismo del aroma. Saca tu concordancia y mira con qué frecuencia se encuentra esta idea en el Nuevo Testamento, donde las ofrendas de los santos se consideran un aroma dulce y agradable para Dios. Todas estas cosas fueron simbolizadas en esta estructura elaborada del sacrificio.
Finalmente, la sangre fue rociada. Lo vemos de manera suprema, como en otra sesión, en el rociar de la sangre en el propiciatorio en el día de la expiación, y fue el rociar de la sangre en el altar o en el propiciatorio que se hizo para simbolizar aun un concepto más vinculado al sacrificio, y ese era la idea de la cobertura.
Este es un tema magnífico que recorre todo el Antiguo Testamento. Si recuerdan, en el jardín del Edén, en la caída de Adán y Eva, la primera sensación que la humanidad tuvo del pecado y de la culpa, fue el estar conscientes de la desnudez.
Dios había hecho a Adán y Eva de tal manera que, según dijo, los creó hombre y mujer y ambos estaban desnudos y sin avergonzarse, pero tan pronto violaron la ley de Dios, tan pronto transgredieron su mandamiento, de pronto se ven envueltos en una sensación de vergüenza y en una sensación de pudor por su desnudez.
Y si vas y buscas ese tema en todo el Antiguo Testamento, encontrarás todo tipo de riquezas que están asociadas con esto, y he presentado algunas veces ese punto donde el primer acto de redención en el Antiguo Testamento es cuando Dios se inclina y cubre el vergonzoso y bochornoso pecado de nuestros primeros padres, al hacerles ropa con pieles.
Nos acordamos de la historia de Noé, cuando su hijo único se burló de él cuando descubrió su desnudez y sus otros hijos cubrieron la desnudez de su padre y recibieron la bendición de Dios por hacerlo. Entonces, a lo largo de la Escrituras, el simbolismo del sacrificio, el simbolismo de la sangre es obrar como una cubierta, una cubierta que protege nuestro pecado y nuestra maldad de la mirada santa de Dios.
Es por eso que Cristo es llamado vestidura de nuestra justicia ya que su sangre es derramada en el acto de consumación final de cubrir el pecado de su pueblo.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation
Isha – Salmos

DÍA 78 – Salmo 45
Dosis: Salvación y Santificación
Una novia resplandeciente
“Hijas de reyes están entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con oro de Ofir.” (Salmo 45:9)
Te invito a acercarse a contemplar un cuadro hermoso. La novia se acicala para el novio. Ella ha procurado el mejor paquete de belleza, ha invertido sus ahorros y aún le parece poco. Pero de pronto descubre una caja inmensa en su casa, es un regalo enviado por el novio. La abre emocionada y encuentra el vestido más hermoso que jamás vio bordado con hilos de oro, las joyas más valiosas y una corona de piedras preciosas incrustadas en oro como un hermoso tocado. El novio la ha hecho sentir una verdadera reina.
El rey justo y amado quiere lo mejor para su nueva esposa, quiere que ese día ella esté resplandeciente. Así como Cristo quiere lo mejor para la suya que es su Iglesia. Como dice la escritura: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha.”
El oro, el metal precioso que le ha enviado tiene un valor grande y lo extrajo de la tierra de Ofir, de la Costa Oriental del Mar Rojo, en el Sur de Arabia. El oro de Ofir tuvo el renombre de ser el oro más fino en aquel entonces. Hoy, Cristo nos viste con algo más fino que el oro de Ofir para nuestra participación en las bodas del cordero. Nos adorna con el manto blanco de su propia justicia, el manto que reemplaza nuestros pecados.
No sé si captas la profundidad de esta frase: Jesús nos adorna con el manto blanco de su propia justicia, el manto que reemplaza las iniquidades y los pecados que nos cubren. ¡Esto es maravilloso! ¡Podemos vestirnos todas de blanco! Nuestros adornos espirituales se lo debemos a Jesús, quien ganó nuestra redención con su sangre preciosa. La gloria de la iglesia es espiritual, debe lucir hermosa como una novia ataviada. La belleza externa de la novia es un reflejo de su belleza interna.
Debemos leer este Salmo 45 desde el punto de vista de la cruz, advertir la invitación de desvestirnos de la vieja mujer y revestirnos de su gracia, apercibirnos de un nuevo ropaje que nos provee Cristo y su Espíritu, como anunció el profeta: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”.
Oración: Amado Señor, gracias por salvarme y revestirme de tu justicia, ayúdame siempre a valorarla. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 93). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.
Viernes 15 Noviembre

Te puse nombre, mío eres tú.
Isaías 43:1
Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
2 Corintios 8:9
Jesús y los marginados
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Cuando Jesús nació, fue acostado en un pesebre; vivió pobremente cada día de su vida. Durante el tiempo de su ministerio, anduvo de un lugar a otro “haciendo bienes” (Hechos 10:38). Él, el Hijo de Dios, no dudó en acercarse a los que eran incomprendidos, menospreciados, rechazados por la sociedad. No condenaba ni menospreciaba a nadie…
Aún hoy, está cerca de los que sufren, cualquiera que sea su sufrimiento. Él es el Amigo, el Consolador, el Libertador por excelencia. Él, quien solo había hecho el bien, nos amó hasta aceptar morir por nosotros en una cruz, entre dos malhechores.
¿Ha sido usted maltratado por la vida? ¿Se siente solo, sin amor, desanimado, desesperado? ¿Experimenta el vacío de su existencia? ¿Anhela tener una vida intensa, llena de gozo, de tranquilidad, de paz? Para Jesús, usted, tal como es, tiene un valor único e irremplazable, cualquiera que sea su pasado y su situación actual. Ningún caso es demasiado difícil para Jesús. Por su poder, él puede cambiar las situaciones más desesperadas. Jesús trae el verdadero amor, la liberación de toda clase de ataduras (alcohol, droga, sexo…), la libertad auténtica, la paz interior, una vida que vale la pena vivirla. Sí, Jesús nunca decepciona.
Reconozca humildemente que usted no puede salir solo de su penosa situación. Confíe plenamente en Jesús, el Señor, y acuda a él. Entonces él podrá librarlo verdaderamente.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar… mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28, 30).
Job 16-17 – Hebreos 7:1-17 – Salmo 124 – Proverbios 27:19-20
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