Tesis #36 – El verdadero liderazgo espiritual tiene que ver con inspirar a otros a seguir tu ejemplo

Ministerios Integridad & Sabiduría

Tesis # 36

El verdadero liderazgo espiritual tiene que ver con inspirar a otros a seguir tu ejemplo

95 Tesis para la iglesia evangélica de hoy

Miguel Nuñez

Miguel Núñez

Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puede encontrarlo en Twitter.

Una producción de Ministerios Integridad & Sabiduría

¿Cómo y por qué surgieron las denominaciones en la iglesia? 

Coalición por el Evangelio

¿Cómo y por qué surgieron las denominaciones en la iglesia? 

SAM MASTERS

Desde la época de Martín Lutero, la diversidad de denominaciones protestantes ha servido como uno de los argumentos más usados por apologistas católicos en contra de la Reforma. Esto a pesar de que dentro de la Iglesia católica romana existe una diversidad parecida, pero el dogma de la supremacía del obispo de Roma sirve para enmascarar tales diferencias doctrinales y políticas entre los fieles católicos.

Aún así, podemos reconocer que no es ideal el mercado variado de denominaciones evangélicas que existe hoy. En 1 Corintios 1, Pablo advierte del peligro de ser unos de Pablo y otros de Apolos (v. 12). No parece equivocado aplicar esto a la tendencia que tenemos de ser unos de Lutero y otros de Calvino.

Entonces, ¿qué debemos hacer? La solución no es sencilla, ya que Pablo también nos advierte que ser “de Cristo” puede ser tan partidista como ser de Pablo o de Apolos (1 Co. 1:12-13). En todo esto, es evidente que necesitamos entender cómo y por qué surgieron las denominaciones.

Aunque los protestantes han generado una gran proliferación de denominaciones, muchas veces esto ha sido sin querer. Martín Lutero no pensaba fundar la nueva Iglesia luterana, sino reformar la antigua Iglesia católica. Así también los puritanos buscaban reformar la Iglesia anglicana, pero con el paso del tiempo algunos hombres fieles llegaron a la conclusión de que el proyecto de una iglesia genuinamente reformada solo se podía lograr fuera del contexto de la “Iglesia oficial”. De la misma forma, John Wesley quiso liderar una renovación dentro de la Iglesia anglicana y no formar una denominación distinta.

La misma naturaleza de la Reforma protestante creó un ambiente donde la proliferación de denominaciones fue casi inevitable.

 

Estas separaciones siempre estuvieron acompañadas de mucho dolor. No es fácil separarse de la “iglesia madre”. Inevitablemente, hay hombres fieles que creen que conviene continuar con el proyecto de reforma antes de producir la división. Así encontramos que puritanos piadosos como William Perkins y Richard Sibbes nunca abandonaron la Iglesia anglicana. J. C. Ryle, del siglo XIX, y J. I. Packer, quien todavía está con nosotros, son ejemplos de teólogos ejemplares que no quisieron abandonar la Iglesia anglicana histórica.

A la vez, aquí cabe señalar que el crecimiento de las iglesias evangélicas ha ocurrido a menudo por movimientos separatistas. Estas iglesias nacieron de la convicción de que el proyecto de reforma requería nuevas formas eclesiásticas.

Factores en la formación de nuevas denominaciones

A veces, las separaciones han deshonrado la causa de Cristo. Por ejemplo, la Convención Bautista del Sur en Estados Unidos se formó de una división en el siglo XIX debido a un desacuerdo relacionado con la trata de esclavos. A pesar de esto, el Señor en su bondad ha usado grandemente a la Convención Bautista en la propagación del evangelio en el mundo. En los últimos años, han hecho una mea culpa histórica ejemplar. Por mi parte, encuentro mis raíces entre Bautistas Independientes que, motivados más bien por personalismos que por legitimas cuestiones doctrinales, se han divido reiteradas veces.

La misma naturaleza de la Reforma protestante creó un ambiente donde la proliferación de denominaciones fue casi inevitable. Aunque los protestantes siempre han valorado la unidad, su experiencia de la Iglesia romana los llevó a entender que esta solo se podía lograr en base a un común acuerdo en cuanto a la verdad. Nunca podía ser a expensas de la verdad. Por esto, el protestantismo histórico fue confesional. Las grandes confesiones de fe, como la de Westminster, la Confesión Belga, y la Bautista de Londres han cumplido un rol aglutinador.

A pesar de la influencia unificadora de las grandes confesiones, varios principios de la Reforma han obstaculizado la unidad total a nivel institucional. Primero, tenemos el principio de Sola Scriptura. Los reformadores rechazaron la autoridad máxima del magisterio católico reemplazándola por la autoridad de la Biblia. Sin duda, esto ha generado una gran libertad espiritual. Esta libertad se ha expresado por medio de otros principios claves: el sacerdocio de cada creyente y la libertad de conciencia. Segundo, hubo una creciente convicción en muchos sectores del protestantismo de que la Iglesia debía separase del Estado. Con el resultante desacople de las iglesias del Estado y su poder de coerción en cuestiones de fe y práctica, la diversificación de denominaciones era casi ineludible.

Hay otro factor más que contribuye a la formación de nuevas denominaciones: nuestras limitaciones humanas. Pablo escribió que por ahora vemos como en un espejo, oscuramente (1 Co. 13:12). Tenemos en nuestras manos la eterna Palabra de Dios, pero nuestra visión difícilmente se extiende más allá de nuestros limitados horizontes históricos. Tenemos el don del Espíritu Santo, pero vivimos con los límites que vienen por nuestra posición escatológica del Reino iniciado pero aún no culminado.

¿Cuál debe ser nuestra postura frente a las denominaciones?

Dado que nuestra visión histórica no es más aguda que la de Lutero, quizá nuestra primera reacción frente a la realidad de las denominaciones debería ser la humildad. Dudo que yo hubiera logrado un mejor resultado si me hubiera tocado vivir las circunstancias históricas de nuestros antepasados protestantes.

La segunda reacción que conviene tener es la de cultivar el catolicismo evangélico. Por supuesto, aquí uso la palabra “católico” en su significado técnico, que quiere decir “universal”. ¿Cómo cultivamos un catolicismo evangélico? Con la unidad bíblica. La unidad puede ser expresada de muchas maneras a pesar de las diferencias denominacionales. Por empezar, debemos valorar el trabajo y la historia de otros. Y hay ciertos proyectos donde podemos bendecirnos mutuamente. Por mi parte, como bautista, estoy muy agradecido ante mis hermanos presbiterianos por la excelencia de la capacitación teológica que me brindaron cuando estudié en el Reformed Theological Seminary. También debemos apoyar proyectos como la Coalición para el Evangelio, que crea un ambiente de cooperación basado en las verdades esenciales del evangelio.

La unidad puede ser expresada de muchas maneras a pesar de las diferencias denominacionales.

 

A la vez, no debemos caer en el relativismo. Entre bautistas y presbiterianos, por ejemplo, hay una diferencia histórica sobre el tema del bautismo. Esto quizá sea un tema secundario, pero no deja de tener importancia, en especial al momento de plantar una iglesia local. Difícilmente un bautista coherente puede plantar una iglesia con un presbiteriano coherente. Sin embargo, si un hermano presbiteriano quiere plantar una Iglesia en Argentina, con mucho gusto yo haría todo lo posible por ayudarlo desde afuera.

También conviene sostener y aprovechar las estructuras denominacionales existentes. Nuestra generación tiene ciertos prejuicios anti-institucionales que no ayudan a la expansión del Reino. Entendemos que la Iglesia universal debe ser nuestra prioridad máxima, y que la iglesia universal encuentra su expresión más importante en la iglesia local. Pero las estructuras denominacionales pueden ser de gran utilidad, ya que participar de una red de iglesias multiplica las capacidades de quienes anhelan tener un impacto a nivel mundial para la gloria del Señor.

Por último, podemos orar por las iglesias locales y denominaciones. El padre de las misiones modernas, William Carey, escribió en 1792 que, dado la condición dividida del cristianismo de su época, era muy difícil emprender un proyecto misionero conjunto. Sin embargo, dijo que no había impedimento para orar juntos por el avance del Reino de Dios. Hoy podemos decir lo mismo. Lo maravilloso es que la oración conjunta es la herramienta más efectiva que podemos usar.


Samuel E. Masters 

Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Está casado con Carita y tienen tres hijos. Vive desde hace 32 años en Argentina. Es el pastor fundador de la Iglesia Bíblica Bautista Crecer (En Córdoba, Argentina), presidente de The Crecer Foundation (EE. UU.), y rector del Seminario Bíblico William Carey. Obtuvo su Masters of Arts In Religion en Reformed Theological Seminary y tiene un doctorado en Biblical Spirituality del Southern Baptist Theological Seminary.

La oración como medio de gracia

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Serie: Los medios ordinarios de gracia

La oración como medio de gracia
Por Christopher J. Gordon

Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Los medios ordinarios de gracia

Los cristianos tenemos el gran privilegio de acercarnos con confianza al trono de la gracia y hablar con Dios. Esa comunión entre nosotros y Dios se llama oración. Que los creyentes cuenten con la atención de Dios y estén invitados a echar todas sus preocupaciones sobre el Señor porque Él tiene cuidado de ellos es la bendición más notable de todas. Sin embargo, la oración es una de las disciplinas más descuidadas por los cristianos de la actualidad. Una vez, J. C. Ryle dijo: «¡Sí, son pocos los que oran! Simplemente es una de esas cosas que se asumen como obviedades, pero rara vez se practican; algo que es deber de todos, pero que, de hecho, difícilmente alguien hace». Si esa es la misma evaluación que puede hacerse de nuestra época, ¿cuáles son las consecuencias de ese cristianismo sin oración? ¿Está la misión de la Iglesia hoy sufriendo debido a la falta de oración? ¿Están los cristianos restringidos en su vida de santidad debido a que son pocos los que están pidiendo ayuda a Dios en su santificación?

Casi en todo el mundo, la gente se queja de que sus vidas son muy ocupadas. Las familias ya no se sientan a la mesa porque deben asistir a entrenamientos deportivos, clases de música y muchas otras actividades. Tenemos las mejores comodidades modernas, pero nos abrumamos con «citas» interminables. La inquietud de nuestra época es un indicio de que nuestras prioridades están erradas. Pasamos tiempo haciendo lo que más valoramos, pero la oración no está en los primeros lugares de esa lista. Sin embargo, sí tenemos tiempo para hablar abiertamente sobre los muchos problemas que enfrenta nuestra sociedad. A las redes sociales no les faltan cristianos que usen su tiempo para expresarle al mundo su desilusión con «cómo están las cosas». Sí, vivimos en tiempos angustiantes. Los problemas son infinitos, y van desde la bancarrota moral de la sociedad hasta la decadencia espiritual de la Iglesia. Todos están hablando, pero ¿quién está llevando esas cosas al Señor en oración? Si el diagnóstico de Ryle era correcto hace un siglo y medio, ¿qué se puede decir de nuestros tiempos? ¿Hay «difícilmente alguien» que esté orando al Dios de toda liberación?

Sería difícil escribir este artículo si no tuviéramos la certeza de que el Señor nos ayudará por medio de la oración. Sin embargo, la Escritura en todas partes les asegura a los creyentes que Dios oye las oraciones de Su pueblo (p. ej., Gn 16:11Ex 2:24Sal 4:3). Lo extraordinario de la oración es que Dios desea darnos Su gracia y Su Espíritu Santo cuando dependemos de Él a través de ese medio. La oración es un medio de gracia a través del cual el Espíritu opera en nuestras vidas. Y como Dios nos prometió un oído atento, la oración debería ser una de las principales prioridades de la vida cristiana. El cristiano que no ora es un cristiano sin poder. Por esta razón, cada generación necesita que la desafíen a hacer de la oración una prioridad en sus vidas.

TODOS LOS CRISTIANOS ESTÁN LLAMADOS A ORAR

Cuando hablamos de los medios de gracia, es importante distinguir entre los medios de gracia más restringidos que Dios nos da en Su Palabra y Sus sacramentos, y el medio de gracia más amplio que nos da mediante la oración. Esta distinción es importante para que tengamos en perspectiva que la oración es nuestra respuesta ante la gracia que recibimos en la Palabra de Dios. Sin embargo, esto no mitiga el llamado a que los cristianos oren, pues Dios da Su gracia a los que oran. Cuando los discípulos acudieron a Jesús para pedirle que les enseñara a orar, Jesús respondió diciendo: «Cuando oréis…». El Señor indicó que la oración sería una disciplina normal de la vida cristiana. Lo que necesitan los cristianos de hoy es recuperar la convicción y la motivación para orar.

Las Escrituras nos llaman a orar por muchas razones distintas. En 2 Corintios 12:7-10, Pablo alentó a los cristianos en Corinto a orar usando su propia vida como ejemplo de sufrimiento. A Pablo le fue dada una «espina» en la carne, que provocaba sufrimiento en su vida. No se nos dice qué era la espina, pero Pablo quería que los corintios consideraran su dependencia del Señor. Una espina puede ser cualquier cosa que nos quite la fuerza humana: un cáncer, el conflicto, el dolor, una pérdida… todo eso y más. Aunque Pablo le rogó a Jesús tres veces que lo librara, Él le respondió: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (v. 9). Sí, Pablo recibió gracia real del Señor a través de la oración. En su debilidad, la gracia de Cristo reposaba sobre él, y él recibía fuerza.

La oración también es un medio para conformarnos a la imagen de Cristo y edificar a Su pueblo como servidores de Jesús. La presencia continua del pecado en la vida del creyente combate contra este propósito. Esa es la razón por la que la oración es tan necesaria para la santificación del cristiano. De seguro habrá algún lector que en este momento está desanimado y luchando profundamente con su pecado personal. Esta puede ser una de las experiencias más confusas para el cristiano. Si el poder de la resurrección de Cristo está en nosotros, ¿por qué somos derrotados con tanta frecuencia por el pecado remanente en nuestras vidas? Esa es la lucha que Pablo describe en Romanos 7.

Sin embargo, en Romanos 8 Pablo nos recuerda que los cristianos, como hijos adoptados, tenemos el privilegio de clamar «¡Abba, Padre!». Cuando lo hacemos, se nos promete la ayuda del Espíritu Santo, que (1) hace morir el pecado en nuestras vidas (v. 13), (2) «da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (v. 16) y (3) nos ayuda en nuestra debilidad al interceder por nosotros en oración (vv. 26-27). Estas promesas maravillosas concluyen con una garantía del propósito predestinador de Dios, que es conformarnos a la imagen de Cristo (v. 29). Estas son ayudas extraordinarias que nos da el Padre celestial mediante la obra del Espíritu Santo cuando dependemos de Él en oración.

El hecho de que los beneficios de la gracia y el Espíritu Santo nos sean dados realmente a través de la oración es la razón por la que el Catecismo de Heidelberg, que divide sus preguntas en un plan de 52 domingos para guiar a los pastores que quieren predicar el catecismo a lo largo de un año, dedica las meditaciones de todo un domingo para animar a los cristianos a orar:

¿Por qué los cristianos necesitan la oración? Porque es la parte principal de la gratitud que Dios requiere de nosotros; también, porque Dios solo les dará Su gracia y Su Espíritu Santo a los que, con deseo sincero, se los piden continuamente, dándole gracias (Catecismo de Heidelberg, pregunta 116).

En nuestra lucha con el pecado, Dios nos invita a acudir a Él en oración y responde dándonos Su Espíritu, que activamente nos está santificando. La oración es el canal principal por el que el Señor obra esta conformidad, de modo que empecemos a parecernos cada vez más a Jesús.

RECOBRANDO LA ORACIÓN PASTORAL

Si bien la oración privada es necesaria para la santificación en la vida cristiana, hay otro modo de oración que Dios ha dado para ayudar a los cristianos. Jesús se refirió específicamente a la casa de Su Padre como una casa de oración. Una de las mayores tragedias del cristianismo estadounidense es la muerte de la oración pastoral: la oración que hace el ministro en nombre del pueblo durante el culto en el día del Señor. Por cientos de años, las iglesias protestantes hicieron de la oración colectiva un elemento esencial del culto de adoración. Hoy, esa oración ha sido reemplazada por más tiempo dedicado a la música. Poca es la atención que se le da a la oración en la adoración colectiva.

Hay un provecho espiritual que el pueblo de Dios recibe cuando se reúne a adorar colectivamente, que no recibe en ningún otro lugar. El Señor ha prometido reunirse con Su pueblo de una forma especial. Es por eso que la oración es un elemento importante de la adoración colectiva. Así como la lectura bíblica personal no reemplaza la recepción de ese medio de gracia en la Palabra de Dios predicada, la oración personal tampoco reemplaza la bendición de la oración colectiva dominical. Cuando el pastor ora, está hablando en nombre del pueblo como embajador de Cristo. Con una sola voz, los corazones del pueblo se unen mientras sus oraciones ascienden al salón real de Dios.

Yo pienso que la oración pastoral es una gran bendición. Si Ryle tiene razón al decir que son pocos los que oran diariamente, piensa en la ayuda que Dios nos da cuando nos reunimos para orar. En la adoración pública, nos apartamos de los ajetreos de la vida y unimos nuestros corazones en oración mientras nos guía el siervo designado por Dios. El pastor nos dirige elevando alabanzas apropiadas, confesando los pecados, pidiendo por el avance del Reino de Dios, dando gracias por las buenas dádivas del Señor y rogando por las necesidades específicas de la iglesia. Dios está presto a escuchar las oraciones que hace Su pueblo a través de Su siervo. La oración colectiva es una de las bendiciones más edificantes de la adoración. Si nuestras iglesias quieren tener una mayor eficacia en el ministerio del evangelio, deben darle un lugar prominente a la oración pastoral.

La oración es uno de los mayores privilegios que Dios les ha dado a los creyentes en Cristo Jesús. La oración es un medio para que goces de tu Dios, que es para lo que fuiste creado. Quizás no oramos como debiéramos porque no hemos aprendido a gozar de Dios en la oración como debiéramos. Habla con tu Dios; Él desea que goces de esa comunión: «Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros» (1 Pe 5:7). El Señor escucha tus oraciones, y eso es más certero que lo mucho que desees obtener aquello por lo que oras (Catecismo de Heidelberg, pregunta 129). ¡Qué Dios tan misericordioso es el que se te ofrece en el evangelio de Su Hijo! Cualquiera que sea tu alabanza, cualquiera que sea tu carga, llévala al Señor en oración y espera en Él, pues Él es el Señor nuestro Dios que recibe nuestra oración (Sal 6:9).


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Christopher J. Gordon
Christopher J. Gordon

El Rev. Christopher J Gordon es pastor de predicación en Escondido United Reformed Church en Escondido, California.

Diferentes reacciones ante la disciplina

Miércoles 16 Febrero

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él… Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

Hebreos 12:511

Diferentes reacciones ante la disciplina

La palabra disciplina hace referencia a la educación, a los cuidados formadores de los padres hacia sus hijos. Si Dios nos disciplina es precisamente porque somos sus hijos. Para ayudarnos a crecer en la fe, él nos hace pasar por diferentes situaciones, que a veces pueden ser difíciles. ¿Cómo reaccionamos?

Hay tres reacciones posibles ante la disciplina:

 – Despreciarla, es decir, no darle importancia y pensar que lo que sucedió fue debido al azar. Entonces no aprovechamos esta disciplina, aunque nos haga sufrir. Es como si no tomásemos posesión de algo que pagamos caro.

 – Desanimarnos: en lugar de ver que Dios desea actuar en nosotros, empezamos a dudar de su amor. Pero Dios no permite una prueba que esté por encima de nuestras fuerzas (1 Corintios 10:13). Si los padres terrenales sensatos saben cómo disciplinar a sus hijos, nuestro Padre celestial sabe hacerlo mucho mejor (Hebreos 12:9-10).

 – Aceptar la prueba es la buena reacción; así la disciplina puede sernos útil. Entonces escucharemos más al Señor. Por medio de ella, muy a menudo, Dios prueba nuestra confianza en él, para afirmarla. También quiere ayudarnos a identificar nuestras faltas, nuestros pasos en falso y su origen. Dejemos que Dios nos pruebe (Salmo 139:23) y nos purifique. Así descubriremos que la disciplina de Dios “da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.

Génesis 50 – Hechos 1 – Salmo 22:25-31 – Proverbios 9:13-18

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