Jonathan lucha con la pornografía por internet pero tiene vergüenza de hablar acerca de ello.
Debbie se enoja con sus hijos pero desea luchar contra la ira.
Wendy sabe que está en una carrera que es agresiva y si no tiene cuidado puede tomar control de su vida.
Una de las mayores mentiras del maligno es pensar que como cristianos podemos caminar solos—luchar con el pecado utilizando nuestra propia agenda y con nuestras propias fuerzas. Sin embargo, uno de los argumentos que hemos estado discutiendo acerca del discipulado es que los cristianos nunca deben luchar solos.
Estás en una guerra por la vida y la muerte. La batalla no puede ser ganada luchando por ti mismo. Necesitas ayuda del Señor provista por el Espíritu Santo y a través de otros creyentes. Este es el diseño de Dios para tu vida—pelear junto a los demás que están luchando para eliminar el pecado y parecerse más a Cristo.
Para este fin, queremos pasar el día de hoy reflexionando acerca de la responsabilidad bíblica y como luce en la vida de los creyentes. Primero, recuerda que hay malicia en rehusarse a rendir cuentas.
Salmos 10:4El malo por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. (RVR60)
Los cristianos deben buscar rendir cuentas
Comenzamos con tres razones bíblicas por las que queremos buscar rendir cuentas.
La Escritura motiva la confesión
1 John 1:9-10Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (RVR60)
La confesión es útil porque alivia nuestra carga de culpa y vergüenza, pero no lo hacemos solo porque nos hace sentir mejor. Primero y ante todo, confesamos nuestro pecado porque la Biblia nos lleva a hacerlo.
La confesión de pecado comienza con Dios. David clamó a Dios: «Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos» (Salmo 51:4a). Nuestro pecado como cristiano es en última instancia una ofensa ante un Dios Santo. Debemos correr a Dios primero antes de reconciliarnos con los demás, pero también es importante confesar el pecado a otros creyentes. «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho» (Santiago 5:16).
Las relaciones de discipulado sanas incluyen conversaciones acerca del pecado. La confesión es un acto de inicio de apertura y vulnerabilidad acerca del pecado ante Dios y con otros creyentes. Nunca es fácil hacerlo, pero la Biblia motiva de manera consistente a los cristianos a sacar su pecado de la oscuridad a la luz (Juan 1:1-5; 3:19-21; 1 Juan 1:5-7). Nunca debe permitirse que el pecado sea escondido y persista en la oscuridad. Traer el pecado a la luz significa exponerlo ante Dios y los demás (Efesios 5:3-16; ver especialmente el versículo 11).
La confesión de pecado trae misericordia para el pecador. Salomón escribe: «El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.» (Proverbios 28:13)
La Escritura nos advierte acerca del auto-engaño
Apenas ayer estaba cambiando de línea en la autopista y casi choco un vehículo que estaba en mi «punto ciego.» ¿Sabes lo que es el punto ciego? Tu espejo retrovisor no puede ver todo vehículo que viene detrás de ti. Hay un punto donde el vehículo puede estar transitando en la próxima línea de la autopista y no será visto por tu espejo retrovisor.
Los cristianos tienen «puntos ciegos»—maneras en las que los creyentes viven en ignorancia de morar en pecado y sus efectos dañinos en su vida. La ignorancia es la clave aquí. El pecado puede cegarme a mis propias faltas. El pecado me hace estar engañado acerca de la profundidad y amplitud de los problemas en mi vida.
El autor de los Hebreos escribe: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.» (Hebreos 3:12-13)
El auto-engaño afecta a todos los cristianos. El autor de los Hebreos advierte a los creyentes: ¡Cuídate/ten cuidado! Puedes tomar decisiones necias que llevan a tener un corazón pecaminoso e incrédulo. El auto-engaño lleva a los creyentes a un ateísmo momentáneo—momentos en los que nuestra auto-dependencia y falta de confianza en Dios nos lleva a vivir más conforme al mundo y menos conforme a la verdad. Richard Sibbes describe dos pecados como los más peligros que los demás: «el orgullo espiritual y la seguridad.»[1] ¡No seas alejado de Dios por ellos!
¿Cuál es el antídodo para el auto-engaño? Según el autor de los Hebreos, es motivarnos unos a otros regularmente. Por tanto, él dice, «antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: «Hoy;» para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.» Fíjate en las dos ideas que la palabra «para que» conecta —motivarnos unos a otros diariamente ayuda a prevenir el endurecimiento que puede ocurrir a través del engaño del pecado. Esta motivación diaria es un antídoto para el engaño del pecado. Ayuda a prevenir el endurecimiento del corazón.
La Escritura nos motiva a la honestidad acerca de la debilidad
Consideremos 2 Corintios 12:9. Pablo está en medio de una larga sección en 2 Corintios donde está defendiendo su apostolado contra los falsos apóstoles que están invadiendo la iglesia. En el capítulo 11, él habla acerca de jactarse y dice: «Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré. Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.» (2 Corintios 11:18, 30) A diferencia de la carne, que se jacta de su fortaleza, Pablo quiere enfocarnos en la debilidad. ¿Por qué? Porque sabe que Dios trabaja a través de nuestra debilidad. En el capítulo 12:7, él habla acerca de un aguijón en la carne que estaba atormentándolo. Pablo no fue específico acerca del problema pero cualquiera que sea, Pablo ruega a Dios que se lo quite. En respuesta, Cristo dice: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» En lugar de quitarle el dolor, Dios provee gracia para que Pablo soporte la prueba. El poder de Dios es manifestado a través de la debilidad de Pablo. La respuesta de Pablo: «Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (12:9-10). Pablo se jactará de su debilidad porque es en su debilidad que el poder de Cristo es evidente. Mientras Dios provee gracia para pasar por una prueba, te das cuenta de lo que es realmente la fortaleza. Contrario al pensamiento del mundo, donde una fortaleza es fortaleza y donde una debilidad es una debilidad, podemos ver a Dios manifestar su poder en medio de nuestra debilidad. Por tanto, de manera muy apropiada Pablo concluye diciendo: «porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (12:10).
¿Cómo ves tu propia debilidad? ¿Es una fuente de vergüenza o un motivo para jactarse como Pablo hizo con el poder de Cristo? Contrario al mundo, que nos enseña a reflejar confianza y jactancia en nuestras fortalezas, Pablo nos exhorta a nosotros (los cristianos) a ser honestos acerca de nuestra debilidad porque es en nuestra debilidad que Dios manifiesta su fortaleza.
La necesidad de rendir cuentas
Dios, en su gran sabiduría, nos hizo para que viviéramos en comunidad y por eso nos dio la iglesia. En su gran bondad, Dios pone a los creyentes en medio de comunidades de pacto donde podemos escuchar la Palabra de Dios y crecer junto a otros creyentes.
Ahora, puedes decir, «yo recibo mucha motivación de los hermanos de la iglesia y a través de la lectura de la Palabra de Dios. Me ha estado yendo muy bien sin relaciones de rendición de cuentas.»
Eso está bien. Si deseas pensar de esa manera, está bien. Pero es peligroso. El pecado es un asunto serio. Sus efectos en tu vida son tan dominantes que va más allá de cualquier cosa que puedas imaginar. Basado en las tres razones de la Escritura mencionadas anteriormente, mi opinión es que la rendición de cuentas no es solo aconsejable sino una parte necesaria de tu crecimiento cristiano. Necesitamos a otros hermanos y hermanas en Cristo que caminen junto a nosotros para ayudarnos a ver las muchas maneras en que el pecado nos daña. Leer Santiago 5:16, 19-20.[PAUSA PARA PREGUNTAS]
Guía para relaciones de rendición de cuentas
Con ese fin, quiero sugerir algunos lineamientos para relaciones de rendición de cuentas. Para que tus relaciones de rendición de cuentas sean efectivas sacando a la luz el pecado que prevalece en tu vida, a continuación nueve principios generales:
Haz buenas preguntas.
En la Biblia aprendemos que para realmente entender a otra persona tenemos que hacer buenas preguntas. Salomón escribe: «Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; Mas el hombre entendido lo alcanzará.» (Proverbios 20:5). Para llegar al pecado, alguien tiene hacerte buenas preguntas. En mi mente, las buenas preguntas son las de la profundidad del corazón. Hay preguntas que van más allá de los aspectos superficiales de la vida y «sacan» el pecado que está en lo más profundo de tu corazón.
Considera un ejemplo de un cristiano que lucha con la mentira. Puedes comenzar haciendo preguntas de búsqueda de hechos para entender las circunstancias que rodean el pecado— ¿Cuándo comenzó este problema? ¿Qué tan frecuente le mientes a los demás? ¿En cuáles situaciones eres más dado a decir una mentira? Pero ve más profundo, tienes que hacer preguntas más perspicaces— ¿Qué estás tratando de ocultar con tu mentira? ¿Qué motivos egoístas te hacen mentirle a los demás? ¿Cuál es el «beneficio» de mentir y realmente piensas que vale la pena? ¿Cómo piensas rendir cuentas a Dios cuando tengas que explicar tu costumbre de mentir?
No tengas temor a confrontar.
Cuando ves el pecado en la vida de alguien, ¿eres lo suficientemente valiente para confrontarlo?
Proverbios 26:4-5 dice: «Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él. Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión.»
La persona sabia está hablando con el necio y evaluando como responder al necio. Él no debe responder un comentario necio con otro comentario necio, o terminará como el necio (vers. 4). Por el otro lado, el hombre sabio no debe responder al necio de tal manera que «confirme» el engaño del necio de que es realmente sabio (vers. 5). La persona sabia ve como el necio se engaña a sí mismo y busca salvarlo de una futura auto-decepción.
Un comentarista escribe: «la persona sabia debe exponer las distorsiones del necio para servir a sus propios intereses a expensas de la comunidad y no debe aceptarlo en silencio y así contribuir a establecer su mundo desordenado contra la ley de Dios.[2]
Proverbios 24:6 muestra como la ventaja de otra persona es valiosa para deshacer visiones incorrectas de nosotros mismos, porque el necio se ha convencido a sí mismo de que es «sabio,» él necesita que la persona sabia le ayude a ver su propia necedad.
Sé honesto
Hay pocas cosas mejores en esta vida que una respuesta honesta de un amigo y un beso de los labios de mi esposa. Salomón escribe: Proverbios 24:26 «Besados serán los labios del que responde palabras rectas.» Salomón consideró que una respuesta honesta es tan «maravillosa» como un beso.
Las respuestas honestas son muy importantes o la rendición de cuentas no funciona. Solo puedes cuidar de otra persona hasta donde la persona está dispuesta a ser honesta con su vida.
¿Qué beneficios obtienes de la honestidad? La honestidad ayuda a los demás a ver tu corazón, a conocer tus motivaciones, a evaluar dónde estás ciego y a ver donde necesitas más ayuda. Sin la honestidad la confianza mutua nunca puede ser construida y sin la confianza el discipulado no prosperará.
Sé vulnerable
La rendición de cuentas simplemente no funciona si no estás dispuesto a ser vulnerable. Ciertamente, esto es difícil porque es muy incómodo tener otra persona involucrándose «en tus cosas,» observando tu pecado y jugando con tu vida. Para que la rendición de cuentas funcione, tienes que darte a conocer a los demás.
Aunque Pablo había reprendido a los corintios por su pecado, no dejó de hablar francamente con ellos ni de ser abiertos con ellos. Él escribe: «Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado.» (2 Corintios 6:11). Sin embargo, él tuvo que amonestarlos porque se habían enfriado hacia él y habían «cerrado» sus corazones. «No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón. Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros.» (2 Corintios 6:12-13).
Para que la rendición de cuentas funcione, también tienes que permitir que otros sean entrometidos. La palabra entrometido tiene una mala connotación en nuestra cultura, pero la utilizo de forma deliberada. Significa que necesitas que las personas vean más allá de lo superficial y vean algunos de los asuntos «más profundos» de tu corazón —orgullo y egoísmo, dolor y sufrimiento, temor del hombre, etc. Necesitas que las personas hablen a esas áreas, aun cuando no quieres escuchar consejo porque podría «arruinar» tus propios planes.
Ten gracia.
Un esposo cristiano recientemente compartió con nosotros su deseo de recibir retroalimentación directa de su esposa. Él le pidió a ella que fuera honesta acerca de sus errores. Ella tomo seriamente sus palabras y compartió algunas de sus luchas con su comportamiento inconsistente.
Él dijo, «mi reacción a sus comentarios no fue con gracia. Por la manera en que reaccioné, no pensarías que realmente le pedí retroalimentación. Si hubiera sido ella, hubiera estado renuente de darme retroalimentación nuevamente.»
Pablo escribe en Colosenses: «Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno» (Colosenses 4:6). Hablar con gracia se caracteriza por hablar con un tono suave (Proverbios 15:1) y una actitud amorosa (Efesios 4:29). Escuchar el punto de vista de otros sobre tus errores puede ser doloroso, incómodo y estresante. Puedes hacer que una experiencia difícil sea menos difícil poniendo siempre gracia en tu forma de hablar, tono y actitud.
Una relación de rendición de cuentas es una reunión entre dos pecadores que necesitan la gracia y misericordia de Dios. La altivez, la arrogancia, la venganza, el odio, la manipulación —son auto-destructivas y arruinan la rendición de cuentas bíblica genuina. Cuando le hablas a los demás acerca de su pecado, nunca debes hacerlo con una actitud pecaminosa. Eso no quiere decir que vas a ser perfecto cuando te diriges hacia el pecado de alguien sino que siempre debes ser cuidadoso acerca de tus motivaciones cuando le hablas a alguien acerca de su pecado.
La humildad es un componente necesario de la rendición de cuentas bíblica. La humildad equilibra el ambiente y le dice a la otra persona: «soy un pecador con una necesidad tan desesperada de la gracia de Dios.» La humildad motiva al oyente a tener un corazón y oídos abiertos a lo que puedas decir. Nadie desea escuchar a una persona arrogante sino a una persona humilde; muchos estarán dispuestos a escuchar. De manera práctica, una forma de hacer esto es por medio de la transparencia —permítele ver tus luchas.
La motivación es una parte importante de la rendición de cuentas. Una búsqueda honesta del pecado puede llevar al desánimo. Ten cuidado porque puedes abrumar a una persona con su pecado. La sabiduría, la oración y la guianza de los demás puede ayudarnos a entender cuando hablar acerca del pecado y que tan frecuente. Mucho muy rápido puede ser abrumador. Poco, poco frecuente puede llevar a una rendición de cuentas superficial. Como discipulador necesitas ser sabio acerca de cómo ayudas a alguien a ver su propio pecado. Considera cosas como: «¿Cuánto puede soportar esta persona? ¿Él o ella tiene ‘oídos para escuchar’ lo que necesito decirle? ¿Cuáles señales de crecimiento espiritual he visto en ellos y los he motivado con esta información?
Un seguimiento incesante del pecado sin misericordia lleva a la persona a un cristianismo sin esperanza. Un seguimiento incesante del pecado con mucho amor y motivación lleva a conformarnos a la imagen de Cristo.
Si no tienes tiempo no permitas que tu corazón compasivo le diga que «si» a alguien que necesita ayuda. La rendición de cuentas implica un compromiso de consentimiento (por ejemplo, semanal). Las reuniones poco frecuentes pueden ser un problema y suceden en esta iglesia.
Si no tienes tiempo para alguien no le haces ningún bien al decirle que «si» cuando piden tu ayuda. Solo di que «si» cuando realmente tengas tiempo en tu agenda. La rendición de cuentas y el discipulado serán frustrados si no tienen consistencia. Si, ¡persíguelos si lo necesitan! (Romanos 14:19)
Existe un peligro en limitar las relaciones de discipulado solo a la rendición de cuentas. Algunas personas se reúnen y pasan la mayor parte de su tiempo hablando acerca de sus luchas. Aunque obviamente apoyamos a los cristianos que hablan acerca del pecado, no queremos que esto sea lo único que caracterice su relación.
Las relaciones de rendición de cuentas siempre deben estar enfocadas en la Palabra. Aun en situaciones donde el pecado significativo necesite ser discutido, es importante como cristianos que de manera frecuente y rápida volvamos la conversación de vuelta hacia la Palabra de Dios.
Nuestro pecado distorsiona nuestra habilidad de ver la vida adecuadamente. La Palabra de Dios nos ayuda a corregir nuestra visión equivocada y ver el pecado como realmente es —una piedra de tropiezo para nuestras relaciones con Dios y con los demás.
En conclusión –
La rendición de cuentas buena y bíblica implica hacer buenas preguntas, no temiendo la confrontación, siendo honesto, disponible, vulnerable, con gracia y enfocado en la Palabra.
Los cristianos deben evitar el cristianismo nominal y anónimo. La rendición de cuentas bíblica es una parte importante y necesaria del crecimiento espiritual.
La rendición de cuentas es una parte del discipulado no toda.
Marcos 12:28-31 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. (RVR60)
Finalmente, en el discipulado amas a Dios primero cuando amas a tu prójimo como a ti mismo.
[1] Richard Sibbes, The Bruised Reed[La Caña Cascada], (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, publicado primeramente en 1630, edición revisada en 1998), Pág. 95.
[2] Bruce K. Waltke, The Book of Proverbs Chapters 1-15 [El Libro de Proverbios capítulos 1-15], (Grand Rapids: Eerdmans Publishing Co, 2004), p349.
¿Por qué nos permite Dios pasar por pruebas y tribulaciones?
Una de las partes más difíciles de la vida cristiana es el hecho de que ser un discípulo de Cristo no nos hace inmune a las pruebas y las tribulaciones de la vida. ¿Por qué un Dios bueno y amoroso nos permitiría pasar por cosas tales como la muerte de un niño, enfermedades y daños a nosotros mismos y nuestros seres queridos, dificultades financieras, preocupación y temor? Ciertamente, si nos amara, quitaría todas estas cosas de nosotros. Después de todo, ¿no significa el amarnos que Dios quiere que nuestras vidas sean fáciles y cómodas? No, no es así. La Biblia enseña claramente que Dios ama a aquellos que son Sus hijos, y “todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Eso debería significar entonces que las pruebas y tribulaciones que Él permite en nuestras vidas son parte de todas las cosas que nos ayudan a bien. Por lo tanto, para el creyente, todas las pruebas y tribulaciones deben tener un propósito divino.
Como en todas las cosas, el propósito final de Dios es que seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Esta es la meta del cristiano, y todo en la vida, incluyendo las pruebas y tribulaciones, está diseñado para permitirnos alcanzar esa meta. Es parte del proceso de la santificación, siendo apartados para los propósitos de Dios y equipados para vivir para Su gloria. Se explica la manera en que las pruebas logran esto en 1 Pedro 1:6-7: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. La fe del verdadero creyente se reforzará mediante las pruebas que experimentamos para que podamos descansar en el conocimiento de que es real y va a durar para siempre.
Las pruebas desarrollan el carácter piadoso, y eso nos permite “…[gloriarnos] en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:3-5). Jesucristo fue el ejemplo perfecto. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Estos versículos revelan aspectos de Su propósito divino tanto para las pruebas y tribulaciones de Jesucristo como por las nuestras. El perseverar comprueba nuestra fe. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).
Sin embargo, debemos tener cuidado de nunca hacer excusas por nuestras “pruebas y tribulaciones” si son el resultado de nuestra propia maldad. «Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno» (1 Pedro 4:15). Dios perdonará nuestros pecados porque el castigo eterno para ellos ha sido pagado por el sacrificio de Cristo en la Cruz. Sin embargo, todavía tenemos que sufrir en esta vida las consecuencias naturales por nuestros pecados y malas decisiones. Pero Dios usa incluso esos sufrimientos para moldear y formarnos para Sus propósitos y nuestro bien supremo.
Las pruebas y tribulaciones vienen con un propósito y una recompensa. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna… Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman»(Santiago 1:2-4,12).
A través de todas las pruebas y tribulaciones de la vida, tenemos la victoria. “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57). Aunque estamos en una batalla espiritual, Satanás no tiene autoridad sobre el creyente en Cristo. Dios nos ha dado Su Palabra para guiarnos, Su Espíritu Santo que fortalecernos, y el privilegio de venir a Él en cualquier lugar y en cualquier momento, a orar por todo. Él también nos ha asegurado que no habrá tentación que nos pondrá a prueba más allá de nuestra capacidad para resistir, y “dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El ahora cuenta para siempre
l puritano William Perkins definió la teología como «la ciencia de vivir piadosamente por siempre». Su contemporáneo William Ames imitó a Perkins llamando a la teología «la ciencia de vivir para Dios». Ya que vivir para Dios es el deber y el gozo de todo cristiano, todo cristiano debe ser un teólogo, un buen teólogo. La conexión entre la teología y la vida diaria se ve claramente en los siguientes tres ejemplos de Pablo.
Primero, en Filipos. Hay dos mujeres mencionadas que tienen una disputa pública en la iglesia de Filipos y Pablo siente que debe hablar de ello (Flp 4:2). Los necios se precipitan a entrar donde los ángeles temen pisar, puede ser, pero Pablo es un apóstol y la buena reputación y el testimonio de la iglesia estaban en juego, y el asunto no se podía esconder bajo la alfombra.
¿Qué hizo? Puso sobre la mesa la teología más enorme que podía traer: la encarnación del Hijo eterno de Dios. Jesús, quien siendo «en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse», quizás en el sentido de que no se aprovechó de Su deidad de manera que pudiera negarse a la humillación de Su encarnación (Flp 2:6). Aunque Jesús era «verdadero Dios de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, y por quien todo fue hecho», como estableció el Credo Niceno en el 325, Él «se despojó a sí mismo tomando forma de siervo» (v. 7). El término «despojó» está tan cargado de peligros teológicos que muchas traducciones han evitado su traducción literal, empleando un eufemismo en su lugar (por ejemplo, «se rebajó voluntariamente», NVI). Este pasaje merece que lo tratemos con más detalle, pero es necesario resaltar este punto. Pablo quiso que los filipenses (y tú y yo) mostremos la mentalidad de Cristo: «No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús» (vv. 4-5). La colosal doctrina de la encarnación se emplea con el propósito de mostrar la humildad, «la verdad que es según la piedad» (Tit 1:1).
Segundo, en Corinto. Pablo desea una muestra de benevolencia hacia la sufrida iglesia de Jerusalén, asunto que ocupó al apóstol durante algún tiempo (2 Co 8-9). ¿Qué incentivo podía emplear para fomentar la generosidad entre los corintios? Entre otras cosas, tal dádiva probaría la «sinceridad» de su fe (8:8, 24). En un momento dado, él hace lo que casi parece una apelación a la vanidad: los corintios no querrían ser superados por las iglesias del norte (9:1-5). Pero su argumento clave es teológico: «Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos» (8:9). Una vez más, la encarnación se usa para un asunto práctico.
Tercero, en Roma. Luego de haber escrito once capítulos exponiendo la naturaleza y la forma del evangelio, Pablo deja en claro la morfología de la piedad práctica: ustedes (los cristianos de la iglesia de Roma) deben ser transformados «mediante la renovación de vuestra mente» (Rom 12:1-2). Este manifiesto que es la carta de Pablo a los romanos tiene como objetivo la piedad práctica: mostrar el amor fraternal (vv. 9-10), deshacerse de la pereza (v. 11), mostrar paciencia en las pruebas (v. 12), contribuir a las necesidades de los santos en actos de hospitalidad (v. 13), impedir que las plumas del pavo real se levanten en muestras de prepotencia (v. 16), hacer lo que es honorable (v. 17), vivir lo más pacíficamente posible con el prójimo (v. 18), darle de comer al enemigo (vv. 19-20) y responder a los actos de falta de amabilidad de una forma no vengativa (v. 21). No hay nada más práctico que eso.
Pero Pablo no hace más que ejercer la sabiduría que vio en su Salvador. ¿Cuán práctica es la teología? Considera el Sermón del monte, donde Jesús aborda de forma exhaustiva la vida cotidiana. La visión de Jesús sobre la santidad es física. La santificación no solo tiene lugar en nuestras mentes sino también en nuestros cuerpos. Jesús habla de ojos y manos, de pies y labios. El punto es que usamos nuestros cuerpos ya sea para pecar o para expresar santidad. Al hablar de la lujuria, por ejemplo, Jesús sugiere que nos arranquemos el ojo derecho y/o nos cortemos la mano derecha antes de utilizarlos en actos de pecado (Mt 5:27-30).
¿Tienes problemas de ansiedad? ¿Te preocupas por la provisión diaria de una manera que sugiere una falta de confianza en tu Padre celestial? Entonces observa los pájaros que vuelan cada día en tu jardín. Se ven sanos y fuertes. Dios cuida de ellos. Y tú tienes más valor para Él (Mt 6:25-34). ¿Eres crítico de tal manera que te deleitas en ver el pecado en los demás y lo exageras? Di a ti mismo: «¡Ese sería yo si no fuera por la gracia de Dios!» (ver 7:1-6). Trata a las personas con respeto, de la manera que te gustaría que te trataran a ti. Vive según la regla de oro (v. 12).
Tomemos el tema de ser guiados por Dios. Jesús promete: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (v. 7-8). Tal como promete el Salmo 23, «me conduce» (v. 2). El verbo sugiere que nuestro Padre Celestial, nuestro Rey-Pastor, nos concederá la sabiduría y el discernimiento que necesitamos para tomar las decisiones correctas con el fin de caminar por esta vida de una manera que le dé gloria. Nuestro Padre nos ama y no va a dejar de amarnos. Su pacto asegura que Su Palabra es Su vínculo. Pero Él nos conduce «por senderos de justicia» (v. 3) y no en las sendas extraviadas de la injusticia. Él nunca nos conducirá a actos impropios o a pecar. Estos vienen por no escuchar Su Palabra, no orar por sabiduría o ceder ante decisiones que no son las mejores.
PERSPICUIDAD Y PROVIDENCIA
¿Cuán práctica puede ser la teología? Consideremos dos doctrinas: la perspicuidad y la providencia.
La perspicuidad es un término teológico que expresa la verdad de que los cristianos «ordinarios» pueden leer las Escrituras por ellos mismos, y utilizando los medios adecuados (sermones, biblias de estudio, mentores, comentarios e incluso Tabletalk) pueden llegar a una comprensión «suficiente» (aunque no necesariamente exhaustiva) de «todas aquellas cosas que son necesarias conocer… para la salvación» (Confesión de Fe de Westminster 1:7). Desde luego, este punto fue cuestionado en la iglesia medieval, cuando la Biblia no estaba disponible en su mayor parte, atrapada en un idioma que solo el clero entendía, y era utilizada como una estratagema para mantener a las masas encadenadas a las restricciones de la autoridad papal y de la iglesia. La doctrina de la perspicuidad de la Escritura nos anima a amar la Biblia, a leerla bien y con frecuencia, y a crecer en nuestra práctica de poner sus preceptos en acción visible y tangible. Es una doctrina que nos enseña a ser como aquellos nobles creyentes de Berea, descritos por Lucas como aquellos que «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así» (Hch 17:11).
¿Qué es la providencia? No es un término utilizado en la Escritura, pero es una verdad cristiana básica. La Confesión de Westminster la define así:
Dios, el gran Creador de todas las cosas, sostiene, dirige, dispone y gobierna a todas las criaturas, las acciones y las cosas, desde la más grande hasta la más pequeña, por medio de su más sabia y santa providencia, según su infalible presciencia y el libre e inmutable consejo de su propia voluntad, para alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia (5.1).
El capítulo de la confesión sobre la providencia aborda algunas cuestiones bastante difíciles (la naturaleza del control de Dios sobre la historia y su relación con el libre albedrío y el mal, por ejemplo), pero su idea básica es asegurar que nada ocurre sin que Dios quiera que ocurra, antes de que ocurra, y de la manera en que ocurre.Dicho brevemente, esta definición de la providencia es una expresión de la afirmación de Pablo en Romanos 8:28: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito». A una madre que pierde a su primer hijo, a una hermana que se entera de un tumor maligno, a un universitario que fracasa en su primera entrevista de trabajo y a personas en otros mil escenarios, la providencia de Dios sirve como recordatorio de que, aunque no tengamos todas las respuestas, Dios sí las tiene. Y, a fin de cuentas, eso es lo que más importa. Es una doctrina que trae consigo mucha calma y serenidad en medio de las tormentas de la vida. No hay nada más práctico que eso. En cierta medida, todos somos teólogos. La verdadera pregunta es: ¿somos buenos teólogos? ¿Utilizamos nuestro conocimiento de Dios en todos los aspectos de nuestra vida para Su gloria?
El Dr. Derek W.H. Thomas es ministro principal de First Presbyterian Church in Columbia, en Carolina del Sur, y es profesor rector de teología sistemática y pastoral en el Reformed Theological Seminary. Es profesor de Ligonier Ministries y autor de muchos libros, entre ellos How the Gospel Brings Us All the Way Home [Cómo el evangelio nos lleva a casa].
¡Era mucho mejor antes! Esto decían los israelitas, a quienes aluden los primeros versículos del encabezamiento. Sin embargo, habían sido liberados de un país en el que eran esclavos, y se dirigían a un lugar donde la vida sería mejor. Pero aun así no estaban satisfechos y se quejaban. ¡Se quejaban incluso de Dios, como si él les hubiese engañado prometiéndoles maravillas!
A veces, lo mismo hago yo, y quizá también usted. Es normal que no nos gusten las dificultades. Pero, ¿al menos estamos satisfechos con lo que va bien? ¿Sabemos verlo y apreciarlo? Yo no lo hago necesariamente. Y a menudo esta insatisfacción va acompañada de un sentimiento de injusticia: ¡A los demás todo les sale bien! ¡Ellos sí tienen suerte, aunque no son mejores que yo!
La Biblia nos dice que, por medio de Jesucristo, Dios quiso salvarnos de un estado de miseria profunda, de un camino que nos llevaba a la perdición. Debemos aceptar esto por la fe. Y luego, ese Dios que nos dio la vida, también cuidará de nosotros en cada detalle de nuestra existencia. No nos prometió una vida fácil, pero sí nos prometió estar con nosotros, paso a paso, y que la meta hacia la cual nos conduce será una felicidad perfecta y definitiva junto a él. Quizá debamos dar solo un paso a la vez, felices de haber sido rescatados de la muerte por medio de Jesucristo, y felices de avanzar junto a él.