Es la historia de una viuda que vivía cerca de Sidón, en la época del profeta Elías (1 Reyes 17:9-16). La hambruna se había extendido por todo el país. Esta mujer se había quedado sin recursos y no podía seguir alimentando a su único hijo. Le quedaba un poco de harina en una tinaja y un poco de aceite en una vasija. La viuda iba a recoger leña para cocer el último pan. Lo comerían y luego morirían de hambre. ¡No tenía nada más que esperar de la vida!
Cuando estaba recogiendo la leña apareció el profeta y le pidió que le diese de comer. Ella le contó su triste situación, pero él insistió: “Hazme a mí primero… una pequeña torta” (v. 13). La mujer obedeció al profeta de Dios y, como él se lo había prometido, el milagro se produjo. La harina no se agotó y el aceite no faltó. La viuda, su hijo, su casa y el profeta fueron alimentados hasta el final de la hambruna.
Quizás estemos, como esta viuda, en una situación aparentemente desesperada. Ya no aguardamos nada de la vida. Pensamos que no hay más esperanza, pronto llegará la muerte…
Pero todavía queda un puñado de harina y un poco de aceite (v. 12), recursos que nos parecen muy insuficientes. Sin embargo, hagamos como esta viuda, utilicemos lo poco que nos queda dando a Dios el primer lugar y depositando nuestra confianza en él. Dios se interesa por las viudas y los huérfanos. Él es poderoso para transformar nuestros pocos recursos en una abundancia suficiente para responder a nuestras necesidades y a las de nuestros allegados (2 Corintios 9:8).
Estoy seguro de que voy a tener algunas reacciones interesantes de nuestra última sesión donde vimos la diferencia entre la forma superficial y externa de la justicia que caracterizó la vida de los escribas y fariseos y la forma auténtica de justicia a la que estamos llamados. Algunas personas van a escribir y decir, «RC, yo estaba tan inmerso en esa lección que para mí el tiempo realmente se detuvo». Otros escribirán y dirán: «Ustedes son tan hipócritas, como los fariseos de los que hablaban, porque usan un reloj aquí que obviamente es un engaño ya que da la misma hora todo el tiempo». ¿Notaron eso? Estoy seguro de que todo tipo de personas estarán enviando cartas. Bueno, quiero que todo el mundo sepa que ese es un reloj de verdad. Es un reloj auténtico. Solo que está dañado, eso es todo. Pero esto podemos decir al respecto: Da la hora correcta dos veces al día todos los días.
Martín Lutero dijo que el cristiano, en su lucha por la obediencia, tiene muchos obstáculos que superar, pero básicamente estamos inmersos en una guerra que se lleva a cabo no en uno o dos frentes, sino en tres frentes y que la tríada de enemigos que se enfrentan a los cristianos es, como Lutero dijo, el mundo, la carne y el diablo. Esa es una cita muy famosa de Lutero, y por supuesto, Lutero entendió que cuando hizo esa lista del mundo, la carne y el diablo que, aunque hizo distinción entre esos tres enemigos particulares, entendió que los tres estaban íntimamente relacionados el uno con el otro – que el espíritu de la carne del cual habla la Biblia es esa parte de nuestra naturaleza que es cautivada y seducida por el espíritu de este mundo, y este mundo es la esfera sobre la cual Satanás tiene un nivel particular de influencia e incluso, a veces, una especie de dominio. Y aunque hay una distinción entre estos tres, no queremos separar el uno del otro, pero veremos cada uno de estos en orden.
Y en esta sesión vamos a considerar la lucha que el cristiano tiene con lo que el Nuevo Testamento llama «el mundo». Ahora, obviamente el término «mundo» en el Nuevo Testamento se utiliza en más de una forma y a veces en algunos casos el término «mundo» simplemente se refiere a este planeta. No hay nada peyorativo, nada negativo en el término cuando se usa de esa manera. Es solo una ubicación geográfica. Este lugar se diferencia de Marte o Júpiter o los cielos de arriba; pero también el término «mundo» se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse a la esfera caída de este planeta, a una especie de punto de vista, o perspectiva que es anti-Dios, que está más centrada en el hombre que centrada en Dios. Permítanme leer una breve porción del Evangelio según San Juan para ver cómo Jesús hace este tipo de distinción con respecto al mundo.
Vamos a partir en Juan, en el capítulo 17 versículo 12. Por cierto, al leer esta breve porción del Evangelio de Juan, permítanme recordarles que esto proviene de un segmento muy largo del discurso en el Aposento Alto que Jesús tuvo con sus discípulos la noche antes de que Él fuera muerto, y también incluye un texto de expresiones que Jesús hace en la oración más larga que está registrada y que proviene de Jesús en el Nuevo Testamento. Este es el registro de lo que se llama la «gran oración sumosacerdotal de Jesús» o «la oración intercesora de Jesús». Es la única vez que oran por ti en el Nuevo Testamento porque Jesús ora no solo por sus discípulos que están con Él en ese momento, sino que habla, ora e intercede por aquellos que creerán en las generaciones futuras a través de su enseñanza.
Y noten lo que Él dice en el versículo 11 del capítulo 17. De ahí vamos a partir, y Él dijo: «Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti». Aquí ves que «mundo» se refiere claramente a este lugar, ¿cierto? Él dijo: «Estoy a punto de salir de este lugar, del mundo, pero ahora, Padre, estoy orando por mis amigos y mis discípulos que se van a quedar aquí, activos en este mundo». Pero, sin embargo, continúa diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos, los guardaba en tu nombre, el nombre que me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos. Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo».
Ahora, ¿ven cómo el término «palabra» – o «mundo» – está empezando a asumir ese matiz ligeramente diferente para referirse no solo a la ubicación geográfica, sino a la perspectiva o al punto de vista de uno con respecto a las cosas de Dios? El mundo es esa esfera, o ese grupo de personas, que no tiene afecto por las cosas de Dios. El mundo existe en este sentido, en antítesis y oposición y tensión contra el reino de Dios, por lo que Él dice: «No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad, tu palabra es verdad». Es una declaración muy cargada, ¿cierto? Jesús dijo: «No estoy pidiendo, Padre, que los saques del mundo». Ah, ojalá prestáramos atención a la oración de Cristo en esa parte, porque en cada generación de la historia cristiana siempre hay ese tira y jala dentro de la comunidad cristiana para distanciarnos de todo lo que tiene que ver con este mundo, que terminamos retirándonos en aislamiento a fin de mantenernos puros.
Si solo leyéramos atentamente, por ejemplo, el Evangelio según San Lucas. Porque en el Evangelio de Lucas vemos un motivo que Lucas recalca una y otra vez, en términos de la enseñanza de Jesús, contra, de nuevo, los fariseos. Una de las doctrinas que surgió entre los fariseos fue esta doctrina: salvación por segregación. Recuerden, una de las cosas de la cual los fariseos se indignaron tanto con Jesús fue que Jesús, según creían ellos, se contaminó a sí mismo al pasar tiempo con publicanos y recaudadores de impuestos y pecadores, algo que los fariseos no harían ni en sueños. Recuerdo una vez, caminando por la calle, que conversaba con un amigo mío que era un sacerdote anglicano y estaba bastante orgulloso de su consagración al sacerdocio; y estábamos en las calles de Filadelfia, y un niño apareció. Estaba vendiendo periódicos o algo así. Era como un niño de la calle. Estaba muy sucio.
Ya se imaginan, tenía helado o algo por toda la cara y su camisa estaba sucia y tenía puesto unas prendas rotas y él se acercó, y tomó una manga del sacerdote y comenzó a tirar de ella diciendo, «Señor, señor», y ya saben, estaba tratando de venderle una revista o algo así, y estaba tirando de su manga. Y de repente el sacerdote se dio la vuelta y le quitó la mano al niño y le dijo: «¡Cómo te atreves a tocar el brazo de un sacerdote de Dios!». Y yo quería detenerme ahí mismo y mirar a mi amigo el sacerdote y decirle: «¿Cómo te atreves a actuar como si el brazo de un sacerdote fuera intocable para un ser humano?» Es decir, Jesús hubiera abrazado a ese chico en la calle. Él jamás habría aceptado esta idea de separación tan radical del mundo donde uno, de cierta manera, manifiesta un espíritu de desprecio hacia el mismo entorno que es el punto central de la redención de Dios. Jesús dijo: «No te ruego que los saques del mundo». Jesús no estaba iniciando una nueva comunidad de Esenios.
¿Recuerdan a los Esenios, que fueron aquellos cuya obra se encontró en los Rollos del Mar Muerto? Eran personas que se alejaba de la civilización para vivir en total aislamiento a fin de mantenerse puros para la venida del Mesías, y mientras se escondían allí en las cuevas a lo largo del Mar Muerto, llegó el Mesías y no lo vieron. Estaban tan ocupados manteniéndose fuera del mundo que no vieron al Mesías cuando el Mesías vino al mundo para redimir al mundo, por eso Jesús dijo: «No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno». – es decir, que los preserves mientras viven su fe y viven sus vidas en medio del mundo. Ahora, creo que eso es coherente con lo que el apóstol Pablo enseña en el punto cumbre de su aplicación práctica del libro de Romanos luego de este extenso despliegue de doctrina pesada y de teología.
¿Recuerdan cómo empieza el capítulo 12? Donde dijo: «Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios que es vuestro culto racional». Y luego ¿qué dice? «Y no os conforméis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente». Echemos un vistazo a esas dos palabras: conformidad y transformación. Vemos la misma raíz en ambas palabras: la palabra ‘forma’, que se refiere a la estructura o el sistema, y la única diferencia realmente que encontramos en estas palabras es el prefijo, ¿cierto? ¿El prefijo «con» significa ¿qué? «Chili con carne» significa «frijoles con carne», ¿verdad? Así que «con» aquí significa «junto», por lo que «conformarse» es literalmente «estar con algo» – ser parte de las principales estructuras aceptables del sistema mundial actual.
Recuerdo cuando estaba en sexto grado, creo, que mi madre me llevó al centro de Pittsburgh a comprar un par de zapatos. No sé por qué esto está grabado en mi mente, pero mientras el vendedor me probaba estos zapatos elegantes. . . y uno solía mirar por una pequeña máquina de rayos X. Mirabas y veías tus dedos al final de los zapatos. Creo que ya no existen los fluoroscopios, pero eso era grandioso cuando era niño. Eso era alta tecnología; y este vendedor de zapatos era muy agradable, y me estaba hablando de la escuela y del sexto grado, y lo miré, y me dijo: «Bueno, ¿cómo va todo en la escuela?» Medio que me paré de la silla. «Bueno», le dije: «Soy el chico más popular de mi clase». ¡Mi madre estaba absolutamente horrorizada!
Es decir, tan pronto como ese hombre se fue, ella me tomó a un lado, y me dijo: «¡No puedes hablar así con la gente!» Ella dijo, «¡Eso es terrible! Eso es tan egoísta, arrogante y grosero. Nunca, nunca debes hablar así». Y ella me dio esta gran cátedra sobre las virtudes de la humildad, pero ¿saben qué? No me importaba porque mi objetivo en la vida cuando estaba en sexto grado no era ser humilde. Mi objetivo cuando estaba en sexto grado era el mismo que el de cualquier otro chico de sexto grado en este mundo, y ¿cuál era ése? Ser la persona más popular que pudiera llegar a ser; porque cuando entramos en la adolescencia, y en nuestros años juveniles, cuando finalmente nos damos cuenta de que hay un mundo más allá de nuestros padres, tíos y tías y demás, y que hay una sociedad en la que estamos siendo evaluados y juzgados y aceptados o rechazados, la popularidad entre nuestros compañeros a los 13 años se convierte en una de las pasiones más importantes de nuestras vidas, y si no recibimos una cierta medida de popularidad, eso es tan aplastante para el espíritu humano que puede afectar nuestra psique el resto de nuestras vidas.
Todo el mundo anhela ser querido por otras personas, pero aprendemos de niños – como aprendí cuando estaba en sexto grado – que si iba a ser popular había un precio que debía ser pagado y el precio más importante para la popularidad era la conformidad. Si yo iba a ser el señor Popularidad en mi escuela, tenía que saber todas las letras de las últimas canciones, los últimos éxitos en el ranking musical. Tenía que saber todas las estadísticas deportivas y cosas así. Tenía que ser capaz de hacer las cosas que haces para probar que realmente eres un hombre.
Tuve que escuchar a los que me desafiaban y aceptar sus desafíos y ver si podía robar algo en la farmacia sin ser atrapado e involucrarme en esas cosas que juegas por la noche, donde la policía te persigue por la ciudad y te aseguras de que no te atrapen. Y pasé por todos esos juegos porque eso es lo que tenías que hacer para ser popular y recuerdo que la cátedra que recibí de mi padre todo el tiempo cuando era adolescente fue, «Hijo», escucha, «se necesita más coraje para decir ‘No’, que para decir, ‘Sí’». ¿Alguna vez te sermonearon así? O el que el director solía dar siempre: «Joven, ¿no sabes que estás apuñalando a tu madre por la espalda?». Ya saben, y todo este tipo de cosas. Y yo dije, «Pero no lo entiendes, no estoy tratando de complacer a mi madre. No estoy tratando de ajustarme a los valores de mi madre. Aquí es donde me juzgan, en la esfera de mis compañeros».
Así que, como niños jugamos todos esos juegos con el fin de lograr el tan buscado objetivo de la popularidad. Pero, por supuesto, ese es solo uno de esos fenómenos adolescentes a corto plazo que tan pronto nos convertimos en adultos guardamos las cosas infantiles, y ya no nos preocupamos por ser populares, ¿cierto? Saben, dicen que la única diferencia entre hombres y niños es… ¿qué? El precio de sus juguetes. Los juegos cambian, y los precios cambian, pero el objetivo de ser aceptados por nuestros compañeros es algo que nos atrae todos los días de nuestras vidas. Y así el poder seductor de este mundo es conformarse, conformarse a él. Pero ¿qué es lo que nos atrae a la conformidad? Los alemanes tienen una palabra para eso.
Ya saben cómo dicen los alemanes. . . El idioma alemán es… Ellos toman dos buenos sustantivos concretos y simplemente los estrellan entre sí y sacan una palabra de ahí. Sin ánimo de ofender, Olga, a la lengua holandesa, nunca pensaría en hacer algo así; pero los alemanes toman dos palabras y las ponen juntas y obtienen la palabra «Zeitgeist». Todos han oído la palabra «Geist», estoy seguro, en el idioma español, porque han oído hablar de poltergeist. Los poltergeists son como fantasmas que hacen ruido en la noche. Bueno, «Zeit» es la palabra alemana para «tiempo» y «Geist» es la palabra alemana para «espíritu»; entonces, esta palabra compacta «Zeitgeist» significa literalmente «el espíritu de los tiempos» o «el espíritu de la era». Y lo que quieren decir los alemanes por zeitgeist es básicamente esto: ¿En qué estamos ahora? ¿Qué está de moda? ¿Qué es aceptable? ¿Qué es lo que hay que hacer?
Ahora, en el siglo XIX un hombre se volvió muy importante, no solo como una figura literaria en Alemania, sino como filósofo, y llegó a ser uno de los críticos más importantes de su generación, y su nombre era Friedrich Nietzsche, y ya saben que Nietzsche es famoso por su declaración de la muerte de Dios y por su defensa de lo que llamó heroísmo biológico, en el que buscaría la construcción de una súper raza, y Hitler fue tras eso y lo llevó a un extremo. Pero Nietzsche se quejó de la decadencia de la Europa del siglo XIX y en esa queja dijo que básicamente la gran mayoría de la gente vive, lo que él llamó, «según el dictamen de una moralidad de rebaño». Es decir, la crítica de Nietzsche fue la siguiente: «En su mayor parte, la gente es como las ovejas, y se limitan a seguir sin criticar y sin osadía alguna, lo que sea que se espera de ellos en su situación actual».
En otras palabras, se convierten en esclavos del Zeitgeist o el espíritu de la era, y es por eso que pidió un superhombre, el «Ubermensch». Él dijo: «El Ubermensch será conocido como una persona que dejará la manada y se atreverá a pensar por sí mismo». En otras palabras, el superhombre de Nietzsche sería el supremo inconformista. Ahora, al menos eso, el Nuevo Testamento tiene en común con el nihilismo de Nietzsche. Ambos nos llaman a una especie de inconformidad. No es el mismo tipo de inconformidad, les adelanto, pero Pablo dice: «No os conforméis a este mundo». Ahora, si alguna vez hubo un pasaje de las Escrituras deformado por los cristianos, es ese; porque miramos eso y solo leemos la mitad del pasaje, y decimos: «Oh, bueno, lo que Dios quiere de nosotros es que, si vamos a ser realmente justos, vamos a ser conocidos por nuestra inconformidad». ¿Te das cuenta, por un lado, cuán difícil es no conformarse, tal como ya lo he indicado? Somos atraídos por la aceptación de grupo, y cosas así.
Por otro lado, ¿te das cuenta de lo fácil que es ser un inconformista cualquiera? Lo que pasa, lo que tiende a suceder entre los cristianos es que dicen: «Bueno, vamos a mostrar al mundo que somos diferentes y lo que vamos a hacer es que vamos a mostrar lo diferentes que somos del mundo al negarnos a participar en la mundanalidad del mundo, lo que quiere decir que no bailaremos y no usaremos maquillaje y no iremos al cine y no jugaremos a las cartas». Recuerdo cuando fui a mi primer trabajo, a enseñar en una universidad cristiana. Me contrataron para enseñar la Biblia y antes de que las clases iniciaran, hacían un picnic en la playa, y algunos estudiantes sacaron una baraja de cartas y empezaron a jugar Bridge, y el decano vino y confiscó las cartas; y esa fue mi iniciación para descubrir, para mi horror, que el único juego de cartas que este grupo de cristianos tenía permitido era Rook, el juego de cartas cristiano. Le dije, «¿Rook?» Dije, «¿Rook? Dejé de jugar Rook cuando tenía ocho años», y le dije: «¿Qué van a hacer cuando se enteren de que su profesor de biblia juega en torneos de bridge duplicado?».
Nunca se me ocurrió que había algo espiritual o poco espiritual en el bridge de contrato. ¡Imagínate! Es absolutamente increíble que ese tipo de cosas surjan en una subcultura, pero lo que sucede es que miramos a nuestro alrededor y vemos cosas que la gente en el mundo secular hace, y queremos asegurarnos de que no lucimos de ninguna manera como personas seculares, entonces establecemos estas formas artificiales de no-conformidad. Damas y caballeros, el reino de Dios no tiene nada que ver con Rook. Esos son tipos superficiales de no-conformidad. Si quieres no conformarte en el sentido bíblico, sé alguien de cuya palabra se puede confiar. Sé alguien que hará lo correcto, aunque eso cueste dinero. Eso es diferente.
No se trata de que, si todo el mundo está usando sombreros blancos, empezamos a usar rojos. Ese no es el no conformarse del que está hablando el Nuevo Testamento, pero leemos el resto del versículo y vemos que no se trata simplemente de no conformarse por el hecho de no conformarse, sino que debemos transformarnos. Y aquí el prefijo lo dice todo. Transformarse significa «ir por encima, por arriba, más allá» de las estructuras del mundo actual. Cuando recién me convertí en cristiano, el amigo que me llevó a Cristo me hizo una declaración en las primeras dos semanas. Le dije: «¿Qué significa para ti ser cristiano?» Él dijo, «Lo que significa para mí el ser cristiano es que voy a superarte en trabajo, a superarte en esfuerzo, y a superarte en amor». Ya saben, él entendió que ser cristiano significaba un llamado a la excelencia, un llamado a la excelencia que iba más allá de los estándares de lo que era aceptable en el mundo.
La mayoría de los cristianos de hoy toman su guía ética de lo que es legal o de lo que es aceptado en el resto del mundo; o queremos que los magistrados civiles hagan cumplir la ética cristiana. ¡Ves espera un minuto! ¡La ética cristiana es la misma sin importar lo que la Corte Suprema haga o lo que la Corte Suprema diga! No voy al compás de ese ritmo. Tenemos un Señor que nos da nuestra ética y Sus mandamientos. Él dijo: «Obedeced mis mandamientos». Esa es nuestra responsabilidad –
R.C. Sproul
El Dr. R.C. Sproul fue el fundador de Ligonier Ministries, co-pastor de Saint Andrew’s Chapel [Capilla de San Andrés] en Sanford, Florida, y el primer presidente del Reformation Bible College. Fue el autor de más de cien libros, incluyendo La Santidad de Dios.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
¡Dador de todo! Otro día ha terminado y tomo mi lugar sobre la cruz de mi gran Redentor, donde la sanación fluye continuamente, donde el bálsamo es derramado en cada herida, donde me lavo de nuevo en la sangre toda-purificadora, es cierto que Tú me ves sin manchas de pecado. Todavía un poco, y yo iré a Tu casa y nunca más seré así visto; ayúdame a ceñir los lomos de mi mente, a acelerar mi paso, apresúrame, como si cada momento fuera el último, que mi vida sea la alegría, y mi gloria, la muerte. Te doy gracias por las bendiciones temporales de este mundo: el aire refrescante, el sol, la comida que renueva fuerzas, la ropa que visto, la habitación que abriga, el sueño que da descanso, el firmamento estrellado de la noche, la brisa de verano, la dulzura de las flores, la música de los arroyos, las palabras cariñosas y felices de mi familia, parientes, y amigos. Las cosas animadas, las cosas inanimadas, que sirven para mi comodidad. Mi copa rebosa. No me dejes ser insensible a estas misericordias diarias. Tu mano concede bendiciones, Tu poder evita el mal. Quiero traer mi homenaje de agradecimiento por las gracias espirituales, el pleno calor de fe, la alegre presencia de Tu Espíritu, la fuerza de Tu voluntad restrictora, Tu cesar de la artillería del infierno. ¡Bendito sea mi soberano Señor!
Esta es una serie de enseñanza de 6 edificantes lecciones donde el Dr. Sproul nos muestra cómo ser diligentes para vencer a nuestros enemigos: el mundo, la carne y el diablo. Esta serie es una mirada alentadora y realista a ese proceso que dura toda la vida: la santificación.
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Una de las interrogantes que escucho con frecuencia de personas que buscan sinceramente hacer la voluntad de Dios es la pregunta: «¿Qué es lo más importante que Dios desea de mí en la vida cristiana?» Es como el hombre de negocios que siempre hace la pregunta, «¿Cuál es el asunto principal?» Vamos a obviar todos los detalles y el sinfín de posibilidades y los mil y tantos preceptos. ¿Qué es lo que realmente le importa a Dios en términos del enfoque principal, el objetivo principal, el fin principal de la vida cristiana? Y lo que me gustaría hacer en esta sesión es centrarme en lo que creo que la Biblia dice que es la respuesta a esa pregunta. Al leer las Escrituras, me parece que el asunto central, el objetivo principal de la vida cristiana es la justicia, que lo que Dios quiere de nosotros más que cualquier otra cosa es la justicia.
Ahora, lo resalto por una razón. Escucho a los cristianos hablar todo el tiempo sobre la piedad, sobre la espiritualidad e incluso sobre la moralidad, pero casi nunca escuchas a nadie hablar de justicia. De hecho, nunca he tenido un estudiante en el seminario que se me acerca y me diga: «Profesor Sproul, ¿cómo puedo llegar a ser una persona justa?» Ahora, tal vez eso dice más de mí que de mis estudiantes, que ni se preocupan en hacerme tal pregunta, pensando que están perdiendo su tiempo. Pero los escuchas preocupados por «Quiero ser más espiritual», «Quiero ser más moral», y cosas así, o más piadosos, pero le huyen a ese término ‘justo’, y tal vez sea porque nadie quiere pecar de santurrón; y en nuestro vocabulario actual, la misma palabra ‘justicia’ se ha convertido en una especie de carga. Pero si Jesús entrara a este salón, en este momento, y le decimos: «Señor, ¿cuál es la prioridad principal que tienes para tu iglesia?» Si Él respondiera ahora mismo a esa pregunta de la manera en que respondió en el período del Nuevo Testamento, Él diría esto: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas».
Veamos por un momento este texto que todos hemos oído. Cuando Jesús dice: «Busca primero su reino y su justicia», la palabra para ‘primero’ es la palabra ‘protos’, y en el idioma griego, el término ‘protos’ no significa simplemente ‘primero en una secuencia de eventos, es decir, un procedimiento serializado donde tienes el primero y el segundo y el tercero y el cuarto y el quinto y así por el estilo. Jesús no se refiere simplemente al número uno en términos de orden cronológico, sino que esta palabra ‘protos’ en el Nuevo Testamento lleva la connotación de lo que es primero, no solo en orden de secuencia, sino que es lo principal en términos de importancia. Es decir, cuando Jesús dice: «Busca primero el reino de Dios», está diciendo: «Esta es la prioridad máxima de la vida cristiana, buscar el reino de Dios y la justicia de Dios», y entonces lo que Cristo quiere de su pueblo y de sus discípulos es que sean personas que realmente muestran justicia.
Ahora, a menudo digo que una de las afirmaciones más aterradoras que jamás haya salido de los labios de Cristo fue aquella que hizo cuando dijo: «Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos». Ahora, todos han oído de ese pasaje, ¿cierto? Y creo que lo que me desconcierta es que no parecemos estar demasiado preocupados por ello. Es decir, aquí Jesús da una advertencia espantosa. Él da una condición necesaria: si-entonces. A menos que «A» tenga lugar, «B» no puede suceder. A menos que tu justicia supere – es decir, que vaya más allá – de la justicia de los escribas y los fariseos, no tienes oportunidad de entrar en el reino de Dios.
Ahora, hay un par de maneras en que podemos interpretar lo que Jesús está diciendo. Algunos comentaristas miran esa frase de Jesús, y dicen: «Bueno, no tenemos nada de qué preocuparnos porque de lo que Jesús está hablando aquí es de la justicia que es necesaria para nuestra justificación». Para ser justificados, debemos tener la justicia perfecta, y obviamente la justicia de los escribas y de los fariseos era imperfecta; y la única manera de entrar en el cielo es por una justicia perfecta, y gracias a Dios, eso es lo que tenemos por fe en Cristo, donde recibimos por decreto de Dios la imputación de la justicia de Cristo. Y obviamente, su justicia superó la de los escribas y los fariseos, y como poseemos por fe la justicia de Cristo, podemos dar un suspiro de alivio, y no tenemos que preocuparnos por esa terrible advertencia que Jesús dio en esa ocasión.
Ahora, creo que es muy posible que eso sea exactamente lo que Jesús tenía en mente. Que cuando Él dijo: «A menos que tu justicia supere la de los escribas y los fariseos nunca entrarás en el reino de Dios», que tal vez lo que Él tenía en mente era la imputación de su propia justicia que es la única manera en que podemos estar en presencia de Dios. Pero recuerdas que en tiempos de la Reforma, cuando Lutero iba por ahí enseñando la justificación solo por la fe, utilizó una frase latina que desde entonces se ha hecho tan famosa que todo cristiano puede recitarla, que esa persona que está justificada es ‘simul justus et peccator’. Todos conocen esa frase, ¿cierto? ¿ah? ‘Al mismo tiempo, justo y pecador’. «Justo» por la aplicación de la justicia de Cristo, sin embargo, recibimos la justicia de Cristo mientras que todavía, somos pecadores en y por nosotros mismos.
Pero Lutero dijo que en nuestra santificación eso no se queda así – que la persona que es declarada justa por fe, si esa fe es en sí genuina y no solo un alegato de fe o una farsa, sino que es una fe auténtica, entonces Cristo en verdad comenzará a formarse en la vida de esa persona, y esa persona comenzará a mostrar el fruto de la justicia. Y entonces, la otra mitad de los comentaristas ven la advertencia de Jesús y dicen que lo que Jesús quiere decir es que a menos que nuestras vidas empiecen a manifestar una cualidad de justicia que supere la de los escribas y fariseos, entonces esa es la señal más segura que existe de que la fe que profesamos no es genuina. Así que, a pesar de que no enseñamos la justificación por obras, todavía estamos muy preocupados por el hecho de que el Nuevo Testamento nos llama a dar muestra de nuestra fe por nuestras obras; y la justificación es por fe, pero la santificación es donde crecemos en auténtica justicia.
Ahora, si esa declaración de Jesús no les pone los pelos de punta, permítanme empezar a hervir el caldero porque lo que me gustaría hacer en el tiempo que queda en esta sesión es considerar la justicia de los escribas y los fariseos– considerar ese nivel de justicia que estamos llamados a superar si es que queremos complacer a Dios con nuestra vida. Es muy fácil para nosotros simplemente descartar esa declaración de Jesús porque decimos: «Bueno, superar la justicia de los escribas y los fariseos, eso es pan comido. ¡Eso es recontra fácil, por favor! Ellos son los que fueron el objeto principal de la ira de Jesús». Cada vez que pensamos en los malos del Nuevo Testamento, pensamos en los fariseos. Fueron lo peor de lo peor. ¿Por qué los fariseos eran llamados ‘fariseos’? No leemos sobre fariseos en el Antiguo Testamento, ¿verdad? La razón por la que no leemos sobre fariseos en el Antiguo Testamento es porque no existían fariseos en el Antiguo Testamento. Los fariseos, como un partido en Israel, surgieron después del exilio y del regreso del exilio.
Bueno, lo que ocurrió fue que la nueva generación de israelitas empezó a adoptar las prácticas paganas de aquellos que estaban en el lugar, y olvidaron sus tradiciones. Olvidaron la Ley de Moisés y las promesas del pacto que Dios había hecho, y entonces, un grupo de personas especialmente devotas surgió en la nación, eran el equivalente antiguo –damas y caballeros– de los puritanos. Tenían este profundo deseo de reformar la fe de Israel y de restaurar la devoción en la nación. Ellos eran los conservadores de Israel que querían volver al pasado y recuperar la pureza prístina de la comunidad de Israel, por eso se apartaron, a raíz de este celo estricto por obedecer la ley de Dios; y debido a su deseo cerrado obstinado hacia la justicia, fueron llamados los ‘apartados’, los ‘fariseos’.
En otras palabras, lo que digo es esto: que los fariseos como agrupación tienen su inicio en la historia como un grupo de hombres cuya única actividad en la vida era la búsqueda de la justicia. Se especializaron en la búsqueda de la justicia. No había nada casual o superficial en su celo por lograr la justicia. Dudo que sepan de alguien que tenga el mismo tipo de determinación de encontrar la justicia que tenían los fariseos como grupo. Pero pensamos, «Oh, bueno, sí. Tal vez así es como empezaron, pero ya para el primer siglo habían degenerado en tal grado de impiedad que eran un grupo de hipócritas y tanto así que Jesús los llamó «víboras» y los amenazó con el infierno y todo lo demás.
Bueno, veamos si estas personas del siglo I que incurrieron en la ira de Cristo lograron algún elemento de justicia, al menos por el testimonio de Jesús. Escuchamos a Jesús denunciando a los fariseos cuando Él les dice: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros». Ahora, esta es una acusación bastante incisiva que Jesús hace de estas personas, pero mientras Él está haciendo esta crítica, Él reconoce que son evangélicos, o al menos evangelistas, no en el sentido de que estaban yendo por ahí predicando el Evangelio, sino que tenían un celo por el alcance misionero, un celo por el evangelismo y la conversión que no tenía paralelo en el mundo antiguo.
Así que, en ese sentido, digamos que lo primero que aprendemos sobre los fariseos del Nuevo Testamento es que eran evangelistas. ¿Qué tan preocupados por las misiones y el evangelismo estaban estas personas conservadoras? Jesús dijo que recorrerían el mar y la tierra para hacer que uno se convirtiera a su religión: recorrer el mar y la tierra para hacer que uno se convirtiera a su religión. Yo paso nueve meses de cada año, lejos de mi casa, viajando de un lado a otro y dando conferencias, enseñando y todo eso, y lo hago porque ese es mi trabajo y ese es mi llamado. Esa es mi vocación, pero dudo que si llegara una invitación a nuestra oficina en Orlando, y dijera: «RC, vivo aquí en el estado de Washington, y no he tenido la oportunidad de escuchar mucha enseñanza sobre el libro de Romanos en mi vida. Me pregunto si estarías dispuesto a volar hasta aquí y pasar un par de días enseñándome unas clases sobre Romanos».
Dudo que aceptemos esa invitación para enseñar, ir hasta el otro lado de los Estados Unidos para hablar con una persona. No creo que lo haría porque no tengo el celo por ir más allá, como estas personas lo tenían: que recorrían tierra y mar para hablar con una persona, para persuadir a una persona de su forma de pensar. Entonces, al menos en ese sentido, en términos de fervor misionero y celo evangelista, los fariseos hacen que me avergüence, y sospecho que ese es el mismo efecto en la mayoría de ustedes. ¿Qué más nos dice de los fariseos? «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad; y estas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquellas».
Ahora, lo segundo que aprendemos de los fariseos es que eran diezmadores. No solo diezmaban, damas y caballeros, sino que eran escrupulosos en obedecer las leyes de Dios en cuanto al diezmo. En otras palabras, ellos practicaban lo que predicaban. La última encuesta que vi, una que hicieron a «cristianos evangélicos» en los Estados Unidos, indicaba que el cuatro por ciento de los que dicen ser cristianos evangélicos diezman de sus ingresos. Cuatro por ciento. Recuerdan el libro de Malaquías donde el profeta Malaquías es enviado por Dios a la casa de Israel, prácticamente como fiscal. Esa fue una de las funciones del profeta en el Antiguo Testamento, convocar al pueblo de Israel ante el tribunal de Dios, a veces para presentar cargos contra ellos por violar los términos de su pacto; y en este caso, Malaquías viene, y la acusación que trae al pueblo es la acusación de cometer robo contra Dios. Y entonces dice, «¿Robará el hombre a Dios?»
Él plantea la pregunta, y es una pregunta retórica como, «¿Qué podría ser más impensable que el que un ser humano tenga la audacia de robarle al Dios Todopoderoso?» Y entonces la respuesta es… ¿qué? «¿En qué te hemos robado?» «En los diezmos y en las ofrendas». Y el profeta habla a la nación y dice: «Al retener tus ofrendas y tus diezmos, en realidad le estás robando a Dios». Ponlo en términos del Nuevo Testamento. ¿Cómo alguien podría buscar primero el reino de Dios y robar del reino de Dios al mismo tiempo? ¿Eso es concebible para ustedes? Y ahora los fariseos escucharon eso, y comprendieron el deber que todo miembro de la comunidad del pacto tenía ante Dios, y el deber era pagar ese diez por ciento, pagar ese diezmo al almacén en Israel. Ahora, eran tan, como dije, tan escrupulosos al respecto que no solo diezmaban en general.
Ahora, el diezmo, en su mayor parte, se pagaba en productos o ganado, y funcionaba así: Si criaste ganado y en un año dado nacieron diez terneros nuevos, entonces ¿qué había que hacer? Uno de esos diez terneros sería devuelto a Dios. Si sembraste trigo, cebada o avena, el diez por ciento de la producción iba a Dios, y era lo primero que se hacía, cabe destacar. ¿Bien? Ahora, lo que hicieron los fariseos y los escribas fue esto: si cultivaban verduras o algo más y tenían 50 barriles de trigo, diezmaban cinco barriles de trigo, pero si encontraban unas: diez plantas pequeñas de menta que crecieron junto a su puerta tomaban una y la entregaban a la iglesia. Así de escrupulosos eran. Sería algo así: Si tú, a fin de mes haces los cálculos de todo el ingreso que tuviste, y entregas tu diez por ciento a Dios, pero estás caminando por la calle y te encuentras una moneda de 10 centavos en la vereda. Lo que pasaría con el fariseo es que su conciencia le molestaría a menos que tome un centavo y se asegure de diezmar ese centavo de diez que encontró y mantener esas cuentas bien saldadas con Dios.
Ahora, Jesús dijo: «Eres escrupuloso con el diezmo, pero omites los asuntos de más peso de la ley». ¡Uf! Es buena noticia saber que Jesús no consideraba el diezmo como uno de los asuntos de más peso de la ley. ¡Eso era una pequeñez! Ese era un asunto menor de la ley. Él dijo, «Estas cosas que deberías haber hecho, me alegro de que hayas dado tu diezmo», eso dijo. «Pero ustedes han omitido los asuntos de más peso de la ley – justicia y misericordia y fe». Ahora, cuando escucho a Jesús hablar así con ellos, puedo oír nuestra defensa como cristianos contemporáneos diciendo: «Bueno Señor, sí, hemos sido negligentes con el diezmo. El 96% de nosotros te hemos robado sistemáticamente y no hemos hecho de la expansión de tu reino una prioridad tal que estemos dispuestos a desprendernos de nuestros propios recursos para darte de lo que tú nos has dado, y como una medida real de nuestra obediencia y fe, etc.».
Y ya escucho a la gente diciendo: «¡Ah! ese es el Antiguo Testamento. Ya no hay que hacer eso». Así es. Fue más fácil en el Antiguo Testamento. El nuestro es un pacto mejor, un pacto más rico, con muchos más beneficios de los que recibieron en el Antiguo Testamento y, podría agregar, muchas más obligaciones y responsabilidades. El punto de partida de la vida cristiana es el diezmo. Eso es una pequeñez, es simple. Eso es una cosita. Pero decimos: «Podríamos decirle a Jesús: Jesús, queremos complacerte con nuestras vidas y por eso no nos preocuparemos por los asuntos menores y más ligeros de la ley como el diezmo. Te ofrecemos justicia, misericordia y fe». Me pregunto cómo nos iría con eso. Creo que a menos que seamos fieles en pequeñas cosas, es muy poco probable que seamos fieles en los asuntos de más peso de la ley. Y así, aun cuando Jesús está reprendiendo a los fariseos, al menos los felicita reconociendo el hecho de que al menos ellos diezman. Eran diezmadores.
¿Qué más? Estaban en debate continuo con Jesús sobre lo que dice la Escritura, y Jesús dijo: «Examináis las Escrituras. Haces bien. Pensando que en ellas tenéis vida eterna». Pero este grupo de personas, una vez más, que recibieron la denuncia más vehemente de Jesús durante el ministerio terrenal de Jesús, fueron reconocidos por Jesús como estudiantes serios de la Biblia. Dudo que hubiera un fariseo en todo Israel que no creyera en la inspiración de la Biblia, la infalibilidad de la Biblia y la inerrancia de la Biblia. Su doctrina de las Escrituras era impecablemente ortodoxa, y no solo tenían una buena perspectiva de las Escrituras, sino que estudiaban la Escritura. La memorizaban. Siempre ganaban los concursos bíblicos en las iglesias. El problema fue que nunca entró en su torrente sanguíneo, ¿cierto? ¿Ven por qué esto es tan espantoso?
Es decir, hay todo tipo de personas en la iglesia quienes no se preocupan en absoluto por el evangelismo, que no pensarían en el diezmo y que nunca han abierto la Biblia. Ni siquiera han cumplido con los requisitos mínimos de los fariseos, pero ¿qué pasa si hemos hecho todas estas cosas, si somos evangelistas, damos nuestros diezmos, estudiamos la Biblia al revés y al derecho? Eso no prueba nada. Un punto más en cuanto a los fariseos – y eso que hay mucho más por decir, pero el tiempo no lo permite – es que una de las cosas que Jesús se quejó de los fariseos fue su ostentosa exhibición de piedad a través de sus oraciones largas. Los fariseos pasaban, mucho tiempo en ejercicios rigurosos y espirituales, y en oración. De hecho, les encantaba que en reuniones públicas los llamaran para orar porque eran muy elocuentes y la gente los aplaudía.
Eran los maestros, los predicadores, los que oraban, los evangelistas, los religiosos profesionales de su época. Pero el único problema que surge una y otra y otra en lo que vemos el patrón del Fariseo del Nuevo Testamento es que la religión del fariseo era estrictamente externa. La palabra que Jesús usa para ellos una y otra vez es la palabra «hupokrités» – hipócrita – que significa «uno que es un actor de teatro», uno que en la superficie manifiesta una religiosidad, una especie de piedad, pero cuya vida, en la dimensión más profunda, nunca, nunca alcanza la justicia auténtica. Ahora, de nuevo, el peligro aquí de reducir la vida cristiana a lo exterior es un peligro que sucede en todas las épocas. No estoy diciendo que se supone que debamos descuidar lo exterior.
De nuevo, aquí no se trata de lo uno o lo otro. Jesús dice: «Estas son las cosas que debías haber hecho, sin descuidar aquellas». No estoy sugiriendo que podamos decir: «Oh, bueno, podemos prescindir de la oración, de las disciplinas espirituales, podemos prescindir de la lectura bíblica y de todo eso siempre y cuando realmente seamos amables con nuestro prójimo y procuremos la justicia y todo eso y olvidemos toda esta piedad». No, no, no. Esa no es la letra o el espíritu, pero la piedad es la letra y el espíritu. Es lo externo y lo interno. Es el exterior y el interior. No es el interior sin el exterior, y no es el exterior sin el interior; pero la justicia auténtica implica obediencia a los mandamientos de Dios.
R.C. Sproul
El Dr. R.C. Sproul fue el fundador de Ligonier Ministries, co-pastor de Saint Andrew’s Chapel [Capilla de San Andrés] en Sanford, Florida, y el primer presidente del Reformation Bible College. Fue el autor de más de cien libros, incluyendo La Santidad de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth:Te encuentras en alguna situación o estás enfrentando alguna dificultad con una persona, quizás un inconveniente en el trabajo, o una circunstancia particular en la iglesia que ha sido muy dolorosa, y que no puedes resolver, y te preguntas: «¿Qué hice para merecer esto?»
Nancy:Tal vez no hayas hecho nada. Realmente no necesitas la respuesta a esa pregunta, lo único que necesitas saber es que Dios tiene un propósito y un plan que es mucho más grande que tú.
Annamarie:Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy Nancy nos desafía a hacer las preguntas correctas y a buscar las respuestas en el lugar adecuado, como continuación de la serie titulada, Rut: El poder transformador del amor redentor.
Nancy: Una de las cosas que más me impresionan del corazón y de los caminos de Dios, es que apenas fallamos y nos alejamos de Su voluntad, Él inmediatamente está orquestando circunstancias que nos traigan de vuelta hacia Él.
Eso fue lo que sucedió en el jardín del Edén. El pecado de Adán y Eva no tomó a Dios por sorpresa. No lo tomó desprevenido. No se sentó en el cielo y dijo, «¡oh no! Mi plan se ha estropeado, ¿qué voy a hacer ahora?»
Dios ya tenía un plan para redimir al hombre de sus pecados desde antes de la fundación del mundo, un plan para traerlo de regreso y restaurarlo a un lugar de obediencia y de comunión con Él.
En estos días hemos estado estudiando el libro de Rut, y estamos en el capítulo 1. Hemos visto en los primeros dos versículos que Elimelec tomó a su familia en un tiempo de hambre, llevó a su esposa y a sus dos hijos de Belén y se fue al lejano país de Moab, pensando que las cosas serían mejores allí. No se dio cuenta de que estaba llevando a su familia a un lugar donde enfrentarían dificultades, problemas y luchas aún mayores.
Así que hoy llegamos al versículo 3, y vemos que «Elimelec, el esposo de Noemí, murió». Y ahora ella se encuentra en una tierra extranjera, un lugar a donde su esposo la había llevado. No sabemos si ella colaboró con esta decisión de ir a este lugar, o si simplemente siguió a su esposo por obediencia, pero independientemente de eso, Dios sigue siendo el Rey. Dios todavía está en Su trono.
Noemí estaba en Moab, viuda, y con dos hijos. En el versículo 4 vemos que sus dos hijos, «se casaron con mujeres moabitas, una llamada Orfa y la otra Rut. Y vivieron allí unos diez años». Tengamos en cuenta que cuando fueron por primera vez a Moab tenían la intención de quedarse allí solo por un corto tiempo.
Pero como el pecado hace a menudo, los había llevado a un lugar donde terminaron lejos, en un país extranjero, Moab, fuera de la voluntad de Dios, durante mucho tiempo, ya había pasado una década.
«Y luego de vivir allí por diez años», esta mujer viuda con sus dos hijos y sus dos nueras, leemos en el versículo cinco: «Murieron también los dos, Mahlón y Quelión, y la mujer quedó privada de sus dos hijos y de su marido».
Ahora vemos una circunstancia en la que Noemí queda totalmente desamparada y sola, se encuentra en una situación desesperante, difícil y dolorosa.
Y pienso que en este caso, estas circunstancias fueron evidencia de la mano de Dios en la vida de esta familia, tratando de restaurarlos de Moab, la tierra a donde habían huido, para traerlos de vuelta al lugar al que pertenecían, Belén, en Judá.
Permítanme decirles rápidamente que no todas las circunstancias dolorosas en nuestras vidas son resultado de algún pecado. Algunas personas podrían decirte tras alguna pérdida, ya sea de una pareja, de un padre, de un hijo, o alguna otra pérdida en particular, que eso sucedió porque has pecado contra Dios.
Esto fue lo que los amigos de Job trataron de decirle. El hecho es que a veces es y otras veces no es el resultado de nuestro pecado. Un ejemplo de esto es la muerte, que es siempre el resultado del pecado en algún sentido, porque vivimos en un mundo pecaminoso, pero muchas veces esta ocurre como consecuencia directa de nuestras malas decisiones. Algunas veces hemos estado viviendo una vida de obediencia y de todas formas tenemos que caminar por estos tiempos difíciles. Lo asombroso de los caminos de Dios, es que Dios tiene pleno control de todo lo que sucede, y está llevando a cabo Sus propósitos y tiene planes para tu vida, sin importar cómo llegaste a esa situación que estás atravesando.
Y regresando a la historia, vemos que Noemí y su familia habían dejado de lado la voluntad de Dios, huyeron del hambre, de Belén hacia Moab. Y Dios inmediatamente empezó a crear circunstancias que los trajeran de regreso a Belén. Estas circunstancias, por muy dolorosas que fueran, eran una expresión del amor de Dios hacia esta familia y su compromiso con esta familia.
Y podrías decir, «esa es una forma extraña de demostrar amor, es una forma inusual de mostrar Su compromiso con ellos». Pero Dios sabía exactamente lo que era necesario para que esta familia regresara a casa.
De esa misma manera, Dios sabe exactamente lo que necesita tu vida para ser moldeada, santificada y conformada a la imagen de Cristo. Algunas veces las circunstancias son el resultado de tu pecado. En otras ocasiones son el resultado de vivir en un mundo caído, donde las enfermedades y la muerte son una realidad. A pesar de esto, Dios está obrando y expresando Su amor.
Esas circunstancias difíciles en las que nos encontramos son diseñadas por Dios para traernos de regreso a casa, nos llevan a arrepentirnos de nuestras malas decisiones, y nos llevan a ver menos atractivo el lugar donde nos encontramos, y nos permiten ver que nuestro hogar es el mejor lugar donde podemos estar.
En esos tiempos puede venir la tentación de ver esas circunstancias como si vinieran de la mano de un Dios airado, en vez de ver todo esto como parte del amor y la misericordia de Dios al crear estas circunstancias en nuestras vidas.
Vamos a ver dos cosas que trajeron de regreso a Noemí a Belén. La primera la veremos el día de hoy y la segunda el día de mañana.
La primera fue la mano disciplinaria de Dios. Noemí tuvo que llegar a ver, al igual que nosotras, que las circunstancias a las que se enfrentaba no eran un castigo, eran entrenamiento y enseñanza. Ese es el propósito de la disciplina.
Cuando estamos en tiempos de adversidad, presión y problemas, la pregunta más importante no es, «¿por qué me está sucediendo esto?», sino más bien, «¿qué quiere enseñarme Dios a través de esta circunstancia?»
A menudo, lo que Él quiere enseñarnos está relacionado con algún área en la que nos hemos desviado y necesitamos ser restauradas.
Necesitamos que nuestro corazón vuelva a casa. Podemos haber estado ciegas a nuestra necesidad o a nuestro fracaso, y Dios quiere abrir nuestros ojos para enseñarnos.
En este caso, la muerte de Elimelec no fue suficiente para que Noemí volviera a casa. Ella continuaba en Moab. Tal vez pensó, «no estoy tan sola. No puedo hacer ese viaje de regreso. He hecho amigas aquí. Pienso que mejor me quedaré aquí». No sabemos lo que pensó, pero sí sabemos que Dios sabía exactamente lo que se necesitaría para llevarla de vuelta a su país de origen.
Hemos visto que Noemí se quedó en Moab lo suficiente como para que sus hijos tomaran esposas de entre las mujeres moabitas. No estaba expresamente prohibido por Dios que los judíos se casaran con moabitas. Ellos sí tenían prohibido casarse con cananeas.
Dios no había dicho que no podían casarse con moabitas, pero había advertido a Su pueblo: «Si te casas fuera de tu fe, es probable que seas arrastrado por la idolatría y por las religiones paganas».
Así que esta fue definitivamente una elección insensata, fue falta de sabiduría por parte de esos jóvenes. Y a propósito, aplicando esto a las madres, cuando llevas a tus hijos a vivir en el sistema del mundo, cuando permites que estas cosas entren en tu hogar y llevas a tu familia a pensar y practicar las cosas del mundo, no te sorprendas que tus hijos crezcan atraídos por las cosas terrenales y no por las cosas espirituales y eternas.
Al parecer, los dos hijos de Noemí estaban lo suficientemente cómodos en Moab como para decidir establecerse allí y tener sus esposas. Madres, esto es algo que deben enseñar a sus hijos e hijas -–la falta de sabiduría o insensatez que hay en casarse fuera de su fe, en yugo desigual y cómo muchos han hecho naufragar su propia fe por casarse con una persona que no tiene un corazón para Dios.
En este caso en particular, los hijos de Noemí perdieron sus vidas. Pero quiero que veas que aun esto es un acto de la misericordia de Dios. ¿Qué era lo que Dios quería hacer? Él estaba tratando de llevar a Noemí y a su familia de regreso a casa, de regreso al lugar de obediencia, y no solo por el bien de ellos.
Dios tenía un plan mayor, un propósito mucho más grande que tenía que ver con la redención. Se trataba del Mesías. Todo apuntaba a una línea familiar de santidad y pureza que Dios quería crear para traer la salvación al mundo.
Recordemos que Dios tiene propósitos mayores que mi comodidad y mi bienestar. Debo estar dispuesta a rendirme para que Dios cumpla Sus propósitos, sin importar el costo que tenga en mi propia vida.
Cuando los hijos de Noemí murieron, ella quedó en una situación en la que ya no tenía heredero para el nombre de su esposo. La línea familiar se detuvo.
No había forma en la que esos nombres tuvieran continuidad. No había manera en la que su herencia fuera garantizada. Estas dos cosas, la herencia y el nombre de la familia, y las tierras de la familia, eran muy importantes en la cultura judía.
Noemí lo perdió todo. Alguien ha dicho que un buen resumen de esta parte de la historia, es que el pecado te lleva más lejos de lo que quieres ir, te retendrá más tiempo del que quieres quedarte y te costará más de lo que quieres pagar.
Así que en la vida de Noemí, vemos que ella experimentó el dolor y la pérdida. Vemos que las decisiones tienen consecuencias. A veces son nuestras consecuencias y otras tenemos que sufrir las consecuencias de las elecciones equivocadas de otras personas. Pero a pesar de todo, Dios tiene propósitos en medio de todo esto.
El objetivo de Dios es restaurar. Su meta es construir una línea familiar, un legado piadoso, una herencia santa. Noemí pensó que lo había perdido todo, y parecía que así era.
Me pregunto si alguna vez te has encontrado en una posición, en un momento dado en tu vida, en la que parecía que por tus propios fracasos o por los fallos de algún miembro de tu familia, ya no había posibilidad de tener una línea familiar piadosa.
Tal vez has pensado: simplemente no podemos ser una familia piadosa. De la misma manera, parecía que toda esperanza se había perdido en el caso de Noemí. Pero esta es la historia de cómo Dios toma una línea familiar destruida, impía, con decisiones equivocadas, muchos fracasos, y la redime para que se convierta en una línea familiar que llevaría a Cristo.
Hay esperanza para tu familia. Eso implica que tienes que estar dispuesta a abrazar las circunstancias que Dios utiliza para restaurarte. Pueden ser dolorosas. Pueden traer lágrimas. Pueden implicar incluso a veces algo tan severo como la muerte. Pero recuerda que siempre es una expresión del amor de Dios, que esas circunstancias en nuestras vidas son en realidad expresiones de Su misericordia, que están destinadas a nuestra instrucción.
Eso no significa que los resultados de nuestras decisiones sean culpa de Dios. Vivimos en un mundo caído, donde hay pecado, y recibimos las consecuencias de esto. Pero significa que cuando nosotras pecamos, u otros pecan contra nosotras, o cuando enfrentamos circunstancias y situaciones difíciles en la vida que parecen estar fuera de control, aún ahí Dios gobierna, Él gobierna sobre todas las circunstancias.
Pienso en una joven mujer que conozco que perdió a su padre a la edad de ocho años, y cuando era adolescente su hermano fue asesinado. Cuando estaba en la universidad, un día antes de regresar a casa para las vacaciones de Navidad, un hombre entró a su apartamento y la asaltó –una terrible y horrible experiencia.
Parecía que había una cosa tras otra en la vida de esta joven. Bueno, han pasado unos doce años desde ese último episodio, y si pudieras conocer a esta joven ahora, dirías que por muy difíciles y dolorosas que fueron las circunstancias que llegaron a su vida –sobre las cuales ella no tuvo ningún control– ahora miras a esta mujer y dices: «Aquí hay una joven que conoce a Dios».
Esta joven ha sido instruida en los caminos de Dios. Hay una libertad y una fragancia que ha surgido en ella como resultado de algunas de las circunstancias difíciles y dolorosas que ha atravesado en su vida.
Dios usa la aflicción con el propósito de disciplinar y corregir. Vemos esto en Hebreos capítulo 12, aquí el autor del libro se dirige a los creyentes que están atravesando persecución y tiempos difíciles por causa de su fe. Les da palabras de aliento, y les exhorta: «Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón». De hecho, continúa diciendo: «Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre» (Heb 12:3-4).
Así que mantén tus ojos en Jesús, pon tus ojos en Cristo. Más adelante, el escritor de Hebreos nos brinda una perspectiva más amplia acerca de la disciplina de Dios. Nos dice en el capítulo 12 versículo 5: «Además, han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige».
Es muy cierto que existen momentos en la vida donde necesitamos palabras de exhortación. (Así como vimos en el capítulo 1 de Rut, donde Noemí se encontraba en un momento en el que necesitaba de estas palabras). Algunas de ustedes también necesitan una palabra de exhortación para lidiar con las diversas circunstancias que están atravesando en sus vidas. El escritor de Hebreos dice aquí: «Has olvidado algo y necesitas que te lo recuerden».
Veamos a continuación esas palabras de exhortación en Hebreos 12:5-6, esta es una porción que también se encuentra en el Antiguo Testamento, y dice: «Hijo Mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él. Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo».
Esto significa que la disciplina es una expresión del amor de Dios. Quizás se lo has dicho a tus hijos, «estoy haciendo esto porque te amo». Y no es una tarea fácil, disciplinar no es algo sencillo, pero como madre sabes esto, que cuando amas a tus hijos, los disciplinas. (Esto lo vemos también en Proverbios 3:11-12).
La Escritura nos está diciendo aquí en Hebreos 12, que tenemos un Padre amoroso que disciplina a Sus hijos, y esta disciplina es una expresión de Su amor. Dice que Él disciplina a todo aquel que ha aceptado como a un hijo.
Cuando llegas al versículo 8, dice, «a todos sus hijos disciplina», todo hijo de Dios. De hecho, el hecho de que experimentes aflicción, corrección y disciplina es una evidencia de que eres una hija de Dios.
Si no has experimentado la disciplina en tu vida, sería bueno que te preguntes, «¿soy una verdadera creyente?», porque las Escrituras nos dicen que Dios disciplina a todo aquel que ha recibido como hijo.
Tú no disciplinas a los hijos de tu vecino, disciplinas a tus propios hijos; y Dios disciplina a Sus hijos. Si somos una de Sus hijas, vamos a experimentar Su disciplina.
Ahora, este pasaje nos enseña cómo debemos responder en esos tiempos de disciplina. Dice en el versículo 7, que es para su corrección que sufren la disciplina. No dice cuál es la razón por la que se encuentran en esa dificultad.
No dice que la corrección fue el resultado de algún pecado personal o el pecado de otra persona. En cierto sentido no importa, Él dice: «Estás sufriendo y es difícil. ¡Soporta la disciplina! Acéptala, no huyas de ella. No la resientas. No la resistas, permanece firme».
Resistir sugiere que hay un largo recorrido involucrado. Significa que existe una carrera que no es de velocidad sino a campo traviesa. Esta es una forma distinta de responder.
Eso me recuerda una caminata que hice con una amiga que me pidió que nos fuéramos a hacer senderismo. Fuimos a una montaña cercana y no pudimos tomar la ruta más fácil ya que estaba en construcción y esa parte estaba cerrada. Así que rodeamos la montaña por detrás, e hicimos lo que yo no consideraría como senderismo. Yo diría que fue más bien una escalada de montañas.
A mitad de camino estábamos sofocadas, y algunos de nosotros nos preguntábamos si sobreviviríamos a esa penuria. Mirábamos lo que faltaba y esperábamos que fuera la cima y decíamos: «Parece que hay un cielo ahí arriba». Pero en el proceso de llegar desde abajo hasta la cima, hubo dificultades. Había necesidad de resistir.
Continuamos en el versículo 9, pero permítanme comenzar desde el inicio del versículo 7:
«Es para su corrección que sufren. Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si están sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces son hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos?» (Heb 12:7-9).
¿Cuál debería ser nuestra respuesta? No solo resistir, perseverar, sino también respetar a Dios en ello, y rendirnos a Él si queremos ser vivificadas a través de esa disciplina. Someternos a Él. Esto es lo que les dices a tus hijos cuando los disciplinas.
Sométete a la instrucción. Sométete a la disciplina. Rinde tu voluntad. Cuando disciplinas a tus hijos, si es una disciplina efectiva, los llevarás a un lugar en el que sabes que su voluntad será quebrantada.
Y Dios pone disciplina en nuestras vidas hasta que nuestra voluntad sea quebrantada, dejemos de patalear y de resistirlo, y donde seamos dóciles, mansas y tiernas en Sus manos.
Dice en el versículo 10: «Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía», nuestros padres terrenales, «pero Él (Dios) nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad».
Esto se refiere al propósito de Dios con todo esto. Es importante que lo mantengas en mente cuando atravieses por la disciplina. ¿Cuál es la meta de Dios?
Sabemos que ¡es para nuestro bien! Es para nuestra bendición, para nuestro beneficio. Y el propósito final es que podamos ser partícipes de Su santidad.
Dios está comprometido en hacer que tú y yo seamos más como Jesús. Y eso implica un proceso, porque no empezamos así. Hay tanto en mi corazón, en mi actitud, en mi forma de tratar a las personas, hay tantas cosas en mi forma de responder a la vida que no reflejan el carácter de Cristo.
Entonces, ¿qué hace Dios? Envía dificultades. Y esas dificultades pueden tomar muchas formas diferentes. Pueden ser las pequeñas cosas de la vida, las que nos hacen tropezar en el transcurso del día. Pueden ser crisis grandes y monumentales, pero el objetivo siempre será que lleguemos a ser partícipes de la santidad de Dios, que lleguemos a ser como Jesús.
Continuamos leyendo en el versículo 11: «Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza». Entonces, si no es dolorosa, no es disciplina. No nos importaría que Dios nos disciplinara si no nos doliera. Pero la naturaleza de la disciplina es que es dolorosa. No es placentera. Ninguna disciplina parece ser causa de gozo en el momento.
Tus hijos no te dirán, «quisiera ser disciplinado. Dame alguna dificultad. Quiero más tareas. Dame alguna reprensión». No pedimos disciplina. No es placentera, pero las Escrituras dicen que produce algo agradable. Algo que hace que merezca la pena toda esa dificultad. Él dice, «sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia» (Heb 12:11).
Todo esto significa que esto no ocurre inmediatamente. No se ponen semillas en la tierra y de repente aparece una cosecha. Nos dice, «por un tiempo, tenemos que atravesar esta disciplina y luego producirá frutos».
Y podrías preguntarte, «¿por cuánto tiempo? ¿Qué tanto durará?» No lo sé. Tampoco tú lo sabes, pero conocemos a alguien que sabe, Dios lo sabe, y Él está diciendo: «¡Mantente firme! Persevera, resiste, no te desalientes, cobra ánimo, y recuerda que esto producirá frutos de justicia».
Tenemos la certeza de que si permanecemos, si estamos dispuestas a ser entrenadas por la disciplina y nos sometemos a ella, tendremos frutos apacibles de justicia.
Ahora bien, la disciplina no siempre tiene los resultados que nosotras esperamos. Si nos resentimos, si nos resistimos, si huimos, entonces tendremos la disciplina, pero no produciremos frutos apacibles de justicia.
Cuánto mejor es decir: «Sí, Señor. Acepto esto». Tal vez fuiste responsable de las consecuencias recibidas; o tal vez no fue tu culpa. Quizás fue alguien más que te llevó a este problema. Tal vez fueron circunstancias que no pudiste controlar, pero aún así decides tener un corazón enseñable que dice: «Señor, quiero llegar a conocerte a Ti y a Tus caminos a través de esta circunstancia. Me someto a esta disciplina. Estoy dispuesta a ser entrenada». Es entonces con esta actitud, que alcanzarás la promesa de que se producirán frutos apacibles de justicia y paz.
Mirarás hacia atrás y dirás: «Gracias, Señor. Tú sabías algunas cosas que yo no sabía. Tenías un plan en mente. Tenías el propósito de transformar mi vida conforme al carácter de Cristo. Gracias por todas las decisiones que tomaste, a pesar de lo dolorosas que fueron, como resultado ahora puedo tener una comunión y una intimidad contigo, que es más abundante y más dulce de lo que hubiera podido disfrutar sin la disciplina».
¿Estás pasando por algún tipo de disciplina en estos momentos? Pienso que todas podemos recordar algún tiempo en el que estuvimos ahí, pero me pregunto si hay alguien que esté pasando por algún tipo de disciplina ahora mismo. Sé que yo lo estoy. Incluso el desarrollo de Aviva Nuestros Corazones es una disciplina en mi vida. No está relacionada al pecado, no lo creo, pero es una expresión del amor de Dios y Su misericordia. Hay aspectos en los que Dios me ha puesto en un nuevo tipo de ministerio que son desafiantes, que son dolorosos.
La pregunta no es, «¿pasaré por estas cosas?» Porque la realidad es que va a haber dificultades. La pregunta que debes hacer es «¿realmente resistiré? ¿Someteré mi voluntad a la voluntad de Dios? ¿Soportaré la prueba? ¿Soportaré Sus propósitos, y dejaré que Dios me enseñe a través de la disciplina?»
¿Dejarás que Dios te enseñe en medio de la disciplina, las dificultades y los retos? En alguna situación con una persona, un inconveniente en el trabajo, o una circunstancia particular en la iglesia que ha sido muy dolorosa, y que no puedes entender, y te preguntas: «¿Qué hice para merecer esto?» Tal vez no hayas hecho nada. Realmente no necesitas la respuesta a esta pregunta, lo único que necesitas saber es que Dios tiene un propósito y un plan que es mucho más grande que tú.
Es más grande de lo que puedes ver. Él lo está llevando a cabo. Él cumplirá Sus propósitos. Y cuando hayas sido probada, saldrás de ahí tan pura como el oro.
Annamarie: ¿Has visto el amor de Dios por ti en medio de la disciplina? ¿Confías en que Él tiene buenos y mayores propósitos aún en medio de la dificultad? Nancy DeMoss Wolgemuth te ha animado a reflexionar en estas cosas.
Si te has alejado de Dios hoy es un buen día para volverte a Él, para acercarte a Él. Y si te encuentras en medio de una situación que no entiendes, pregúntale al Señor en oración, «¿qué quieres enseñarme a través de esto?» Aquí está Nancy para orar con nosotras.
Nancy: Padre, quisiera detenerme y agradecerte por Tu mano que nos disciplina. Usualmente no me gusta la disciplina, pero hoy te amo más a causa de ella. Sé que existen áreas en mi vida que son más parecidas a Ti hoy en día por causa de Tu disciplina en mi vida.
No me agrada precisamente la idea de más disciplina, pero estoy segura de que esto también es parte de la expresión de Tu amor, una expresión de Tu relación, de Tu compromiso conmigo. Señor, quiero en esos momentos de disciplina poder permanecer, someter mi voluntad a la tuya, ser enseñable, ser humilde y ser transformada a Tu imagen.
Y quiero orar por las hermanas que están enfrentando tiempos de aflicción o disciplina, quizás por sus propias decisiones erróneas, tal vez por las malas decisiones de otros. O quizás han sido circunstancias que vienen de Ti, con el propósito de conformarlas y moldearlas a la imagen de Cristo. ¿Alentarías sus corazones? ¿Les darías fortaleza? Ayúdales a mirar más allá de la disciplina y cosechar frutos apacibles de justicia y paz, como lo has prometido a aquellos que han sido entrenados en ella. ¡Oro en el nombre de Jesús, amén!
Annamarie: Amén. Asegúrate de acompañarnos mañana para la continuación de esta serie.
Conociendo el poder del amor redentor juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Nancy DeMoss Wolgemuth ha tocado las vidas de millones de mujeres a través del ministerio de Aviva Nuestros Corazones y del Movimiento de Mujer Verdadera, llamando a las mujeres a un avivamiento espiritual y a la feminidad bíblica. Su amor por Cristo y por Su Palabra es contagioso y permea todos sus alcances, desde sus conferencias hasta sus programas de radio.
Ha escrito veintidós libros, incluyendo Mentiras que las mujeres creen y la Verdad que las hace libres, En busca de Dios (junto a Tim Grissom), y Adornadas. Sus libros han vendido más de cuatro millones de copias y están llegando a los corazones de las mujeres alrededor del mundo. Nancy y su esposo, Robert, radican en Michigan.
Aunque… tengáis que ser afligidos… para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.
En 1871 una familia cristiana de Chicago, los Spafford, perdieron brutalmente a su hijo de 4 años. Poco después un terrible incendio consumió todos sus bienes.
Dos años más tarde la familia debía tomar un barco para ir a Europa. Al momento de partir, el padre, llamado a Chicago por motivos profesionales, dejó a su mujer y a sus hijas partir sin él. Pocos días después el barco, “Ville du Havre”, colisionó con otro navío y se hundió en pocos minutos. La señora Spafford, agarrada a una tabla, vio impotente cómo sus cuatro hijas se ahogaban. Rescatada por la tripulación de otro navío llegó al país de Gales, desde donde envió un telegrama a su marido: “Única salvada”. Este decidió ir a su encuentro; para ello tomó el primer barco que iba a Europa. Una noche, durante el viaje, el capitán llamó a su puerta y le dijo: “Ahora estamos en el lugar donde murieron sus hijas”. El padre miró un instante las turbias aguas, volvió a su cabina y escribió un poema cuya primera estrofa es esta:
De paz inundada mi senda ya esté
O cúbrala un mar de aflicción,
cualquiera que sea mi suerte, diré:
¡Estoy bien, tengo paz, gloria a Dios!
Cada uno de nosotros puede verse enfrentado a pruebas insuperables. Pero Dios, quien es fiel y nos ama, es el único que puede darnos la fuerza para soportarla y llenarnos de paz: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Y… ¿qué dice la Biblia sobre la salvación? MIGUEL NÚÑEZ
La salvación es un tema que ha sido de mucha controversia a lo largo de los siglos, principalmente cuando comenzamos a hablar de cómo es ganada o de si es posible o no perder nuestra salvación. Desde el inicio, tenemos que recordar es que precisamente, la doctrina que dividió la iglesia Católica de la iglesia Protestante en su momento, fue la doctrina de la salvación. Esto sucedió cuando Martín Lutero llegó a entender que la salvación es algo que Dios da por gracia y no por obras (Efesios 2:8-9); y que somos justificados por la fe y no por las obras de la ley. Gálatas 2:16 dice que “el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”. Este entendimiento causó una gran división en el momento de la Reforma.
Por otro lado, dentro de la misma fe evangélica, ha ocurrido una división en ocasiones entre las iglesias que creen que es Dios quien hace la elección del individuo y lo salva soberanamente; y otros que piensan que el individuo tiene la habilidad todavía de escoger a Dios. Los primeros son llamados calvinistas y los segundos son llamados armenianos, basados en la exposición que Arminio hizo de esta doctrina en el siglo XVII.
Para comenzar queremos decir que la palabra “salvación” viene de la raíz hebrea Yasha. Esta raíz hebrea significa “el ser espacioso”. De esa misma raíz hebrea salen las palabras liberación, emancipación, preservación, protección y seguridad. Según la obra “Understanding Christian Theology”, del autor Earl. D. Radmacher, la palabra salvación hace referencia a la liberación de una persona o grupo de personas de una situación de peligro y restrictiva, donde ellos no eran capaces de ayudarse a sí mismos. Note esta última frase de esta cita, que dice que ellos no eran capaces de ayudarse a sí mismos. Esto es importante, porque eso es exactamente lo que ocurre con nuestra salvación: Dios nos ha dado salvación en un momento en que nosotros no éramos capaces de liberarnos nosotros mismos.
Como ocurre la salvación
La palabra salvación tiene un significado pasado, presente y futuro. En el pasado, yo fui liberado de la pena del pecado, cuando Cristo fue a la cruz y murió por mis pecados; y ese es el acto de justificación. El significado presente de la salvación es porque en este momento a través del proceso de santificación yo estoy siendo liberado del poder del pecado; y el significado en el porvenir de mi salvación es que llegará un momento en que yo seré liberado, no solamente de la pena y del poder del pecado, sino que yo seré liberado también de lo que es la presencia de pecado; y eso será entonces durante la etapa de glorificación, que tiene que ver con nuestra entrada al reino de los cielos.
En la salvación, toda la Trinidad está involucrada. La salvación es un proceso complejo que involucra la conversión de mi estado de no creyente a mi estado de creyente. Esto es posible cuando yo llego a depositar mi confianza en Cristo como Señor y Salvador. En la cruz, Cristo murió en sustitución nuestra, y esto hizo posible la reconciliación entre Dios y el hombre que estaban enemistados. Y esta reconciliación fue hecha posible porque Cristo aplacó la ira de Dios contra el pecado del hombre al morir en la cruz (propiciación). De esta manera Cristo hizo posible y real nuestra redención, que implica el ser comprado por precio en un mercado de esclavos, como nosotros fuimos comprados por la sangre de Cristo en el mercado del pecado. Todo esto conlleva un proceso de regeneración de mi espíritu, y esto pudo ser hecho posible porque mis pecados fueron imputados (cargados a la cuenta de) Cristo en la cruz y desde la cruz entonces, cuando yo creo en Jesús como Señor y Salvador, Él me imputa (carga a mi cuenta) Su santidad. Cuando Cristo hace esto, entonces Dios nos adopta como hijos suyos; nos hace parte de su familia, hasta el punto que en Efesios 1:5 nos llama hijos adoptados. Y una vez hemos sido adoptados, Dios comienza un proceso de santificación a través del cual vamos siendo limpiados de todos nuestros hábitos pecaminosos, y Él nos preserva a través de ese proceso hasta que nosotros entremos en gloria, que es lo que es conocido como glorificación.
Esa conversión se produce en nosotros a través de lo que es la predicación de la Palabra, por eso dice el Salmo 19:7“La ley del SEÑOR es perfecta, que convierte el alma”. Y así mismo dice Romanos 10: 9-13 “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: TODO EL QUE CREE EN EL NO SERA AVERGONZADO. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERA SALVO”. Con esto entendemos que la predicación de la Palabra es esencial para la conversión del individuo.
Perseverancia de los santos
Con relación al tema de si la salvación se puede perder o no, la Palabra es bien específica. Aquella persona que ha recibido a Cristo genuinamente de corazón y ha sido convertida, transformada o regenerada, no puede perder su salvación. Observemos las palabras del Señor Jesús en Juan 10:27-29: ”Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre”. Notemos en primer lugar que el versículo 28 habla de que “yo les doy vida eterna”. Si es vida eterna, es una vida que no puede perderse mañana, porque entonces no era eterna. Vida eterna implica una vida que comienza en un momento dado, el día en que la recibí, y no va a terminar nunca. Si yo puedo recibir salvación hoy y la puedo perder mañana, pues entonces no tengo vida eterna, y Cristo dice que Él nos da vida eterna. Por otro lado, este pasaje garantiza nuestra salvación, porque dice que nosotros estamos en las manos del Padre y que nadie nos puede arrebatar de esas manos. Por tanto, es el Padre quien garantiza nuestra salvación.
El apóstol Pablo hablaba a los Romanos 8:38-39 diciendo lo siguiente: “Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Notemos cómo Pablo dice que él está convencido: no es que él tiene una opinión, un sentir, ni que él piensa. Pablo está está convencido de que nadie nos podrá separa del amor de Dios que está en Cristo Jesús. Y él hace referencia a cosas que pudieran separarnos como ángeles, principados, porvenir, etc., y él termina diciendo que ninguna otra cosa creada nos podrá separa del amor de Dios, y como nosotros somos una de esas cosas creadas, ni nosotros mismos podemos separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús.
Asimismo, Filipenses 1:6 dice lo siguiente con relación a la perseverancia nuestra: “estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. Pablo una vez más habla de que él está convencido de que aquel que comenzó nuestra salvación, y esa es la persona de Jesús, a través del Espíritu Santo, va a perseverar con nosotros hasta el último día o hasta el día de Cristo Jesús.
Estos tres pasajes, y otros, nos hablan claramente de que nuestra salvación ha sido garantizada por Dios mismo. No es nuestra fidelidad a Dios que nos hace perseverar sino la fidelidad de Dios para con nosotros que nos preserva. Y este es un buen punto de enseñanza a tener pendiente.
Esta es una serie de enseñanza de 6 edificantes lecciones donde el Dr. Sproul nos muestra cómo ser diligentes para vencer a nuestros enemigos: el mundo, la carne y el diablo. Esta serie es una mirada alentadora y realista a ese proceso que dura toda la vida: la santificación.
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Episodio 1
La meta de la vida cristiana
La fe conlleva responsabilidades. ¿Qué pasos estás dando en tu vida para honrar a Jesucristo? En este episodio de Renovando Tu Mente, R.C. Sproul enseña la importancia de la planificación y la perseverancia al procurar el propósito de nuestras vidas como cristianos.
Por R.C.Sproul
Hace unas semanas tuve la oportunidad de hablar con un amigo mío que es un hombre de negocios en Orlando, y me estaba contando todo sobre los últimos acontecimientos en el mundo internacional de las finanzas, y me dijo de un estudio que se había hecho sobre corporaciones internacionales en términos de su planificación futura, y mencionó que había corporaciones japonesas que no solo tenían planes de tres años o cinco años para sus negocios,
sino que algunas de ellas extendían sus planes de negocios a un tiempo de cien y doscientos años, a fin de que tuvieran un objetivo general que se mantuviera a través del tiempo, para así poder comprobar periódicamente y asegurarse de que todo lo que estaban haciendo en su empresa iba según el objetivo. Después de que este hombre de negocios me relató todo esto sobre lo que estaba pasando en el campo internacional de las finanzas, me miró, y me dijo: «Ahora sobre la vida cristiana, RC», me dijo, «dime por favor, ¿cuál es la gran idea?» ¿Cuál es la gran idea del cristianismo? Ahora, tengo que admitir que cuando me miró directamente a los ojos y me dijo: «RC, ¿cuál es la gran idea?» Me estremecí un poco, y me vino a la mente la imagen de mi madre allí de pie, cuando yo era niño, con las manos en la cintura, y luego ella tomaba su mano derecha y apuntaba hacia mí y me decía: «¿Cuál es la gran idea, jovencito?»
Ahora, obviamente esa no era en sí una pregunta que ella estaba tratando de averiguar lo que yo pensaba que era el propósito por excelencia de mi vida, pero ella realmente estaba dando una acusación ligeramente velada como: «No tienes ninguna justificación para lo que acabas de hacer con tu comportamiento. ¿Cuál es la gran idea?» Pero desde otra perspectiva, esa es una pregunta crucial. Escuchamos sermones, leemos las Escrituras, nos vemos atrapados en el laberinto de los detalles de la teología, pero anhelamos la oportunidad de cortar todos los puntos finos, los detalles del cristianismo y llegar hasta el fondo, la esencia misma de lo que es la vida cristiana. A eso nos referimos con discernir la gran idea. Así que cuando este hombre de negocios dijo, «RC, ¿cuál es la gran idea?» Lo pensé por un momento, y la respuesta que me vino a la cabeza salió de la Reforma del siglo XVI cuando los reformadores protestantes de la época tuvieron que definirse así mismos ante un mundo que observaba, y así tuvieron que cristalizar la esencia de lo que su ministerio y movimiento se trataba, y de ese proceso de cristalización salió una frase – por supuesto que era en latín – que fue introducida y utilizada con frecuencia por Martín Lutero para declarar la esencia de la vida cristiana, y Lutero utilizó esta frase: que la esencia de la vida cristiana es vivir la vida «coram Deo». Esa puede ser una frase extraña para ti: «coram Deo».
Literalmente lo que esto significa es «delante del rostro de Dios», y lo que Lutero estaba diciendo simplemente era esto: que la vida cristiana significa vivir toda tu vida en la presencia de Dios. Algunas veces nos comportamos y actuamos con nuestras vidas no como para Dios, sino como para el público que lo ve y que nuestro comportamiento, cuando estamos en secreto, puede ser diferente de cómo nos comportamos cuando estamos en presencia de personas cuyo juicio o aprobación buscamos. Pensamos, por ejemplo, en el hijo pródigo cuando suplicó a su padre para recibir su herencia adelantada; cómo despilfarró ese dinero. Pero antes de despilfarrar esa herencia, ¿qué hizo? Se fue a un país lejano donde era anónimo, donde nadie lo conocía, donde no sentía que tenía que vivir bajo el escrutinio de alguien que posiblemente podría desaprobar lo que estaba haciendo. Ahora, Lutero dice que debemos vivir toda nuestra vida, no como personas que buscan la sombrilla de las tinieblas, donde tenemos una vida secreta, una vida privada que está oculta a la mirada de nuestros amigos o de las autoridades, sino que nuestras vidas deben ser vividas abiertamente en presencia de Dios, delante del rostro de Dios, practicando una especie de ser conscientes de Dios en cada instante.
Ahora, a eso le añadimos un par de otras ideas, pero la gran idea del cristianismo es vivir «coram Deo», es vivir toda la vida en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, y para la honra y la gloria de Dios. Déjame repetirlo. La gran idea – «coram Deo» – es vivir la vida en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, para la honra y la gloria de Dios. De eso se trata todo. Jesús lo dijo brevemente de esta manera: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos», es decir, «Si quieres agradarme, me complaces haciendo lo que he mandado que tú hagas». Pero vivir este tipo de vida, obviamente al principio suena bastante idealista, ¿no? No hay nadie que viva toda su vida en un constante sentido de estar en la presencia de Dios, y ninguno de nosotros es tan justo que todo lo que hace está en sumisión a la autoridad de Dios, ni lo hace para su honra y para su gloria. Podemos decir eso religiosamente y definirlo teológicamente, pero poner eso en práctica viva real no es algo sencillo de hacer. Podemos emocionarnos y entusiasmarnos emocionalmente y tener experiencias espirituales donde hacemos votos y promesas– «Oh Dios», ya saben, «mi vida es tuya. Mi corazón está en el altar. Te voy a complacer y voy a vivir para ti». Pero a través de las actividades cotidianas y las presiones que se nos vienen encima, ese celo y esa emoción empiezan a desvanecerse, y caemos de nuevo en nuestros patrones anteriores donde vivimos en ausencia de Dios, desafiando a Dios y para nuestra propia gloria. Entonces, lo que significa agradar a Dios no es simplemente hacer un compromiso o un voto, sino seguir adelante a través de esos momentos y períodos en los que estamos paralizados y frustrados en nuestro crecimiento espiritual.
Déjame hacer esta pregunta a la audiencia. ¿Cuántos de ustedes han tomado clases de piano? Levanten su mano si han tomado clases de piano. Alrededor de tres, de cada cuatro en el público, han respondido y han dicho que han tomado clases de piano algún momento en sus vidas. A propósito, ¿alguno de ustedes, ejerce actualmente como concertista de piano? No encuentro a ninguno de esos aquí. ¿No es extraño que cada año – bueno no cada año, sino en el transcurso de años – que literalmente millones de personas en los Estados Unidos de América empiezan clases de piano, pero hay muy, muy pocos que alguna vez llegan a ser concertistas de piano como Van Cliburn o incluso grandes pianistas de jazz famosos – pianistas – como Thelonious Monk u Oscar Peterson o Scharinger o uno de los otros. Recuerdo que cuando empecé a tomar clases de piano mi madre tuvo una gran idea, y ella dijo, «Jovencito, vas a empezar a tomar clases de piano», y así que me mandó a esta mujer que tenía como 110 años, y ella vivía en una casa que tenía 150 años y era muy tenebrosa, y crujía, y aterraba, y yo tenía que caminar cerca de dos kilómetros a través del bosque y a través de una carretera para llegar a la casa de esta maestra de piano cuyo nombre, por cierto, era Srta. Felicidad.
¿Sabes lo que es un nombre equivocado? Ese es un nombre equivocado. El nombre de esa mujer era Srta. Felicidad, y ella trajo cualquier cosa menos felicidad a mi vida haciendo todos estos ejercicios; pero recuerdo vívidamente mi primera lección. Entré en esta casa aterradora, espeluznante, vieja y tenebrosa, y me senté en ese banco junto a esta mujer que era tan aterradora y espeluznante y tenebrosa como la casa, y ella abrió la primera lección de la serie de libros para piano de John Thompson; y me mostró en el teclado donde se encontraba «Do central», y luego me dijo que tocara «Do central» con mi dedo índice, y seguí la primera lección en la página. Incluso recuerdo las palabras. En la medida que tocaba «Do central» repetidamente con mi dedo índice de mi mano derecha, la canción iba así: «Estoy tocando ‘Do central’». Los que tienen un tono perfecto saben que no estoy cantando en «Do central», pero así fueron las palabras. «Estoy tocando ‘Do central’» Entonces la mano izquierda – tocaba la misma nota. «Puedo tocarla bien, ves.» Yo dije, «Oye, esto es pan comido». Empecé las clases de piano con un frenesí, con gusto.
Fue simple, y arrasé hasta la primera mitad de la serie de John Thompson en sólo unas semanas, y tuve visiones de convertirme en un gran pianista. Cinco años más tarde, dejé de tomar clases de piano, y sólo llegué hasta la mitad del libro del segundo curso de John Thompson. Mi desarrollo como pianista se detuvo. Quedó paralizado. Llegó a un punto de dificultad que indicaba una meseta donde quedé atascado, así que renuncié. Varios años más tarde, después de casarme, estaba en el Seminario. Teníamos una amiga muy querida en nuestra comunidad que era un excelente profesor de piano y cuyos estudiantes estaban ganando el premio Volkwein Studio «Pianista del Año» en Pittsburgh, y fui donde ella, y le dije, «Señora Winnerling», le dije, «¿podría darme algunas lecciones de piano?» Ella dijo, «Oh, absolutamente. Me encantaría darte clases de piano»; así que fui a mi primera lección con la señora Winnerling, y me senté.
Ella dijo, «Bueno, ¿qué quieres estudiar?» Y yo dije «Oh, señora Winnerling», le dije: «Me he enamorado de la música de Chopin, así que lo primero que quiero hacer es aprender el Nocturno en Mi bemol mayor de Chopin. Y ella me miró y sonrió. Y dijo, «Bien». Ella preguntó, «¿Cuánto entrenamiento de piano tienes?» Le dije: «Bueno, llegué hasta la segunda mitad de John Thompson, la primera mitad del libro del segundo curso de John Thompson», y ella sonrió y se rió, y ella dijo: «Bueno cariño», dijo, «no hay manera que puedas tocar el Nocturno de Chopin en Mi bemol mayor. Tienes que tener – tienes que estar como en el sexto curso. Tendremos que retomar donde lo dejaste, y partir de ahí en adelante, y tal vez en un par de años podamos intentar con el Nocturno». Le dije: «No, no entiende, señora Winnerling.» Le dije: «Quiero aprender el Nocturno ahora, ahora mismo». Y de nuevo sonrió. Ella me conocía, conocía mi impetuosidad y todo lo demás, y ella dijo, «Está bien». Ella dijo, «Voy a hacer un trato contigo. Trabajaremos con el Nocturno ahora mismo siempre y cuando prometas hacer estos ejercicios que son correctivos entretanto», por lo que me asignó el primer compás del Nocturno para la primera semana. Y después de seis meses finalmente pude tocar la pieza, pero luego mis estudios de piano se interrumpieron al ir a Europa a la escuela de posgrado, y llegué a otra meseta de tocar el piano donde quedé atascado. Quedé paralizado. No pude seguir adelante. Quince años más tarde conocí a un hombre que era un músico de jazz, y lo escuché tocar jazz, y me dejó boquiabierto.
Y él me dio el incentivo para empezar de nuevo, así que empecé una vez más a tomar clases, y de nuevo pude llegar a otra meseta. Bueno, no quiero aburrirlos con la historia de mi participación en las clases de piano, pero lo que aprendí de la vida, estudiando piano, es esto:
que tenemos una tendencia a iniciar rápidamente ciertos proyectos e involucrarnos y estar absortos en aquello que estamos tratando de aprender o tratando de lograr o tratando de hacer y tan pronto como nos encontramos con un obstáculo, o llegamos a una de esas mesetas difíciles donde quedamos temporalmente paralizados, ahí es donde renunciamos. Decimos: «He llegado al límite de mi habilidad. Ya no puedo mas», pero la única manera de avanzar en cualquier proyecto es perseverar a través de ese nivel de parálisis para que podamos superar el bloqueo y seguir adelante. De hecho, si nos fijamos en algo, verán que cuanto más alto vayamos en nuestros intentos de dominar un procedimiento, más fácil es mejorar y mejorar después de aprender a superar esas mesetas. Ahora, ¿qué tiene que ver eso con agradar a Dios? Obviamente no todos estamos llamados a ser pianistas clásicos, pero todos estamos llamados a agradar a Dios. He hablado muchas veces sobre la prioridad de la vida cristiana, tal como Jesús la declara en su enseñanza cuando Él les dice a sus discípulos que busquen primero el reino de Dios y su justicia y todas las otras cosas les serán añadidas. En otra parte, Jesús hace una declaración muy extraña y enigmática sobre este reino de Dios. Habla de la aparición del reino de Dios, y llama a sus discípulos a ir y contar del reino de Dios, y dice que los violentos la conquistan por la fuerza. Ahora bien, eso, tal vez, puede ser una idea negativa que sugiere que los enemigos del reino de Dios utilizan la violencia para tratar de oponerse al reinado de Dios, o puede significar – y creo que significa – que lo que Él está diciendo es que aquellos que se toman en serio lo de agradar a Dios no son casuales o negligentes en su búsqueda del reino de Dios, sino que son como hombres violentos que asaltan las murallas del enemigo hasta que las derriban.
Jesús dijo: «Así es el reino. Es como una mujer que ha perdido una moneda y ella barre toda la casa y la pone de cabeza. Ella está obsesionada hasta que encuentre esa moneda. «No puedo imaginar cómo Jesús fue lo suficientemente ingenioso en el siglo I como para contar una historia basada en la vida de mi esposa. Si vieras lo que sucede en mi casa cuando mi esposa pierde su bolso, sabrías lo que Jesús tenía en mente cuando él hablaba de esta mujer barriendo la casa de lado a lado para encontrar esa moneda. Mi esposa siempre está escondiendo cosas para mantenerlas a salvo de ladrones o – No sé de qué las está escondiendo, pero ella tiene estos escondites insólitos para sus joyas y para su bolso. El único problema es que después de que ella los esconde, se olvida dónde los esconde, y han sido escondites tan insólitos que no puede encontrar lo que ha escondido, y luego tenemos que pasar por el proceso de levantar las alfombras, sacar los cajones del armario, revisar la ropa de invierno, todo para tratar de encontrar esa cosa.
Jesús dijo: «El reino de Dios es como un hombre que encuentra una perla extraordinaria tan preciosa y tan valiosa – singular en su magnificencia – que esa persona tiene una pasión tan profunda por poseer esa perla – la cual es más costosa que cualquier otra perla – que él va y vende todo lo que tiene para poder poseer esa sola perla». Jesús dijo: «El reino de Dios es como un hombre que perdió a su hijo». Ya mencioné que ese hijo, el hijo pródigo, que va al país lejano y desperdicia la herencia de su padre. Tú ves estas casas rodantes en las carreteras con calcomanías en el parachoques posterior y ves a esta linda pareja jubilada conduciendo esta linda casa rodante por la carretera, y diciendo en la parte de atrás: “Estamos gastando la herencia de nuestros hijos. Bueno, cómo verías que tus hijos gasten la herencia por adelantado, antes que tú mueras, y cómo verías – si hay un letrero en el auto del hijo – en la parte posterior del auto que dice, «Estoy gastando el dinero de la jubilación de mi padre.» Eso es lo que hizo el hijo pródigo. Él fue y desperdició todo lo que su padre trabajó tan duro para ganar, y luego deshonró a la familia con su vida desenfrenada. Ya conocen la historia; pero, sin embargo, cuando volvió en sí, y en total degradación y humillación después de vivir con los cerdos y oler terrible, con la cabeza inclinada, y en ruinas, empezó su camino a casa.
Él se dijo a sí mismo: «Me levantaré e iré a mi padre». Pero el punto de la historia es que cuando ese hijo todavía estaba lejos, el padre ansioso, ya que no sabía nada de lo que le había sucedido a su hijo desde que se fue, vio venir a su hijo a lo lejos, y se nos dice que el padre saltó de donde estaba y corrió a su encuentro por el camino – es decir, en aquellos días, los patriarcas judíos llevaban túnicas. Ahora, sólo puedo ver a este hombre, con las rodillas descubiertas, corriendo por el camino para encontrar a su hijo, y cuando alcanzó a su hijo, puso sus brazos sobre su cuello y lo abrazó, y ordenó a sus sirvientes que mataran al ternero engordado, que consiguieran el anillo familiar y le dio honor a su hijo. Él dijo: «Porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida”. Todas esas parábolas – el hijo pródigo, la moneda perdida, la perla de gran precio – son parábolas que enfatizan la importancia de avanzar en pos del reino de Dios – de avanzar más allá de los puntos de parálisis, la meseta donde las cosas se vuelven tan difíciles que nos detenemos. Ahora, ustedes, que son cristianos, recuerden los inicios de su experiencia cristiana, el celo, el fuego y la pasión que tuvieron. Probablemente alejaste a todos tus amigos porque eras odioso y demasiado insistente, y estabas tan emocionado que querías contarle a todo el mundo lo que te pasó.
Todos pasamos por eso, pero luego hemos aprendido a adaptarnos para acomodar a nuestros amigos, y hemos aprendido a ajustar nuestras metas hacia abajo, porque al comenzar a crecer, como una especie de brote de pubertad, de repente llegamos a esa meseta, y nos calmamos.
Dijimos, «Oh, voy a leer la Biblia de principio a fin.» Pasamos por Génesis, pasamos por Éxodo, y luego llegamos a Levítico, y muchos de nosotros paramos cuando llegamos a Levítico. Algunos perseveraron a través de Levítico hasta llegar a Números, y después de empezar Números, dijeron: «No puedo más», y entonces renunciaron. Y esto es lo que pasa: Empezamos, pero no terminamos lo que empezamos. Damas y caballeros, lo que agrada a Dios es alguien que se anota por toda la vida, alguien que ora todos los días, «Venga tu reino»;
alguien que pasa su vida – no sólo el comienzo de su vida – pasa su vida buscando el reino de Dios. De nuevo, Edwards hizo esta declaración: que, «La búsqueda del reino de Dios no es algo que los incrédulos hacen. La búsqueda del reino de Dios es el interés principal del cristiano», y es una tarea para toda la vida. Es una búsqueda permanente, y creo que eso es lo que significa ser discípulo, es estar bajo la disciplina de alguien más maduro. Si yo quería superar mis períodos de parálisis en los que estaba estancado en la música, tenía que recurrir a un maestro, un maestro que estaba al otro lado de esa meseta y que podía ayudarme a cruzar el umbral hacia una nueva liberación y una nueva libertad, y creo que lo mismo es cierto en la vida espiritual y en el crecimiento espiritual. Por último, permítanme darles esta ilustración de cómo Dios está complacido por aquellos que buscan su reino. Otra vez, cuando era niño, fui al cine, y no recuerdo ni siquiera el título exacto de la película o incluso quién protagonizó la película.
Tenía que ver con las aventuras de Robin Hood, y no sé si fue Errol Flynn o Douglas Fairbanks, Jr.: creo que fue Douglas Fairbanks, Jr. quien tocó en esa versión en particular, donde Basil Rathbone era el Sheriff de Nottingham; y vi esa historia mágica de Robin Hood en la pantalla, y me cautivó. ¡Qué historia tan tremenda! El rey de la tierra – Ricardo – tiene que partir e ir en una misión espiritual, y mientras él se ha ido, su reinado y su poder y su autoridad es usurpado por el malvado príncipe Juan, su hermano menor. Ahora, Robin Hood es leal al rey, pero el rey se ha ido, por lo que Robin Hood y sus hombres se ven obligados a vivir en el bosque, encontrando refugio allí en el campo. Entonces, le ponen precio a su cabeza, y tú ves el conflicto a lo largo de toda la historia, de alguien que es leal a un rey foráneo, al rey que se ha ido, y que no se someterá al usurpador que ha suplantado al rey legítimo. Robin Hood vive para agradar al rey Ricardo, no al príncipe Juan. Y luego al final de la película, Sir Richard hace caballero a Robin Hood, convirtiéndolo en el conde de Loxley porque él perseveró.
Vivió – Robin Hood vivió en la presencia de su rey, bajo la autoridad de su rey, para la honra y la gloria de su rey. No veo mejor paralelo al llamado del cristiano, quien agradará a su Dios antes que servir al que ahora está entronizado como rey de reyes; y en su ausencia procurará complacerlo, honrarlo y obedecerlo.
R.C. Sproul
El Dr. R.C. Sproul fue el fundador de Ligonier Ministries, co-pastor de Saint Andrew’s Chapel [Capilla de San Andrés] en Sanford, Florida, y el primer presidente del Reformation Bible College. Fue el autor de más de cien libros, incluyendo La Santidad de Dios.