
Miércoles 12 Abril
A causa de la multitud de las violencias claman, y se lamentan por el poderío de los grandes. Y ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor, que da cánticos en la noche?
Un problema puede esconder otro
Sin duda, para provocar indignación en Jesús, algunos le contaron que Pilato había hecho masacrar a unos galileos y había mezclado su sangre con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió citando otra tragedia que sucedió sin que fuese por culpa de la maldad del hombre: “Aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No” (Lucas 13:1-5). Con este ejemplo Jesús demostró que no debemos asociar automáticamente una catástrofe a un castigo divino.
En todos los tiempos se ha tratado de dar un sentido a los acontecimientos negativos, y se ha escrito mucho sobre este tema, pues las catástrofes naturales o los accidentes producen angustia y aflicción.
Jesús no respondió directamente la pregunta, sino que fue a lo esencial: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:5). Hoy muchos quisieran preguntarle a Dios sobre la existencia del mal y del sufrimiento en la tierra. Él no tiene que rendirnos cuentas de nada, pero invita a cada uno a huir del terrible juicio reservado a todos, pues todos le desobedecieron. Y nos muestra cómo ser salvos: por medio del arrepentimiento y la fe en el sacrificio de Jesucristo.
¿Qué responderemos a la gracia de Dios que ofrece la salvación a todo el que se arrepiente? ¡Escuchemos las advertencias de Dios y no confundamos el problema: ¡ante todo, es necesario ser salvos, y esto es posible!
Ezequiel 35:1-36:12 – 2 Tesalonicenses 2 – Salmo 42:7-11 – Proverbios 13:12-13
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