Versiones de la Biblia
Autor: Victor Walter
Para obtener una imagen de cómo la Biblia ha llegado a los diferentes grupos de gente en el mundo, tome un mapa del hemisferio oriental e imagínese a Palestina como el centro de un pozo de agua. Piense en la revelación que Dios hizo de sí mismo a través de los profetas, Cristo y los apóstoles como una piedra que se arroja en medio de esa extensión de agua. En su mente, observe el avance de los círculos concéntricos que salen hacia todo el mundo, comenzando en Palestina, y diga los idiomas que abarca la onda que se forma en el agua: hacia el sur, cóptico, árabe, etíope; hacia el oeste, griego, latín, gótico, inglés; hacia el norte, armenio, georgiano, eslavo; y hacia el este, donde sale el sol, siríaco. Cuanto más lejos avanzó la Biblia de su centro hebreo/arameo/griego en Palestina, tanto más tarde fue la fecha de su traducción a otro idioma.
Esa revelación única de Dios, la Biblia, se produjo en el Cercano Oriente, principalmente en dos idiomas que se hablaban en Palestina. El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, con la excepción de partes de los libros de Daniel y Esdras, las cuales pueden haber sido escritas en arameo, el idioma de la cautividad. Es muy probable que todo el Nuevo Testamento haya sido escrito en griego (koiné), que era la lengua principal de la mitad oriental de los territorios bajo el dominio de César, y se entendía en casi todos los otros lugares del Impero Romano. Por lo tanto, todas las personas que no hablaban hebreo o griego estaban expuestas a no ser tocadas por la revelación escrita de Dios hasta que alguien tradujera la Biblia a su idioma.
El proceso de traducir la Biblia comenzó aún antes del nacimiento de Cristo, con las traducciones del Antiguo Testamento que se hicieron al griego y al arameo. Muchos de los judíos dispersos que vivieron antes del nacimiento de Cristo no hablaban hebreo y, por lo tanto, necesitaban una traducción en griego o arameo. La traducción más popular del Antiguo Testamento era la Septuaginta. La usaron muchos judíos, y más tarde muchos cristianos. De hecho, la Septuaginta fue la «Biblia» para toda la primera generación de cristianos, incluyendo aquellos que escribieron varios libros del Nuevo Testamento.
Los primeros misioneros cristianos que llevaban un texto de la Septuaginta (o Biblia hebrea) y el Nuevo Testamento griego (o porciones de ellos), que sabían leer, salieron de las primeras iglesias de Jerusalén y Antioquía de las que leemos en el libro de Hechos. Se radicaron con personas que hablaban un idioma que ellos tuvieron que aprender. Esos misioneros traducían o parafraseaban oralmente los pasajes de la Biblia que necesitaban para la enseñanza, la predicación y la liturgia. Muchos inconversos aceptaron a Cristo, y surgieron muchas iglesias. Sintiendo la urgente necesidad de que la Biblia estuviese disponible en el idioma de los nuevos convertidos, los misioneros muy pronto se dieron a la tarea de traducir toda la Biblia al idioma de esas personas. El impulso que ha movido a nuestros modernos traductores de la organización Wycliffe Bible Translators siempre ha estado en el corazón de las misiones, y es así como nacieron las versiones más importantes de la Biblia.
Así que, la traducción de la Biblia fue espontánea e invariablemente informal y oral al principio, y notablemente evangelística en su motivación. La iglesia primitiva alentó con entusiasmo los esfuerzos de traducción. Aun hasta cuando nació la versión eslava a mediados del siglo noveno, los papas Adriano II (867–872) y Juan VIII (872–882) apoyaron el proyecto. Pero un cambio sorprendente ocurrió en la iglesia occidental con referencia a la traducción de la Biblia. El latín se convirtió en el idioma dominante, de tal modo que ya nadie leía griego. Entonces, a medida que el aprendizaje se convirtió en el privilegio de sólo los nobles ricos y los prelados (clérigos de alto rango, como los obispos); y a medida que el esplendor de la civilización clásica se perdió en la agitación del feudalismo en Europa; y que la jerarquía católica—encabezada por el papa—se aseguró un control firme en el cristianismo occidental, la Biblia fue retirada de las manos de los laicos. Por lo tanto, mientras que los sacerdotes podían leer el texto en latín y hablar la liturgia en latín (por lo menos a nivel mínimo), ya no había una motivación significativa para las traducciones al idioma vernáculo.
El latín llegó a ser considerado un idioma casi sagrado, y las traducciones de la Biblia en el idioma vernáculo se veían con sospecha. El papa Gregorio VII (1073–1085) le dio voz a tales sospechas cuando, sólo doscientos años después que Adriano II y Juan VIII habían pedido que se hiciera una traducción en eslavo, Gregorio intentó detener su circulación. En el año 1079, él le escribió lo siguiente al rey Vratislaus de Bohemia:
Porque es claro para los que reflexionan sobre ello que sin duda le ha agradado al Dios Todopoderoso que la sagrada escritura fuera un secreto en ciertos lugares, porque si fuera aparente para todos los hombres, tal vez sería de poca estima y no sería respetada; o podría ser entendida erróneamente por los de pocas letras, y así llevar a error.
Mientras tanto, en Palestina y en el norte del África la marcha inexorable del islam cambió el panorama religioso de los litorales orientales y sureños del Mediterráneo. En un período de cien años posteriores a la muerte de Mahoma en el año 632 (nació en el año 570), se habían destruido más de novecientas iglesias y el Corán llegó a ser la «Biblia» en el gran círculo desde las paredes de la fortificada Bizancio dando la vuelta hacia el oeste hasta Iberia.
Restringida por la oposición oficial en el oeste, y obstaculizada por la conquista islámica en el Medio Oriente, la traducción de la Biblia casi se extinguió por medio siglo. Los esfuerzos por traducir no ganaron vitalidad hasta la llegada de la Reforma protestante en la primera parte del siglo XVI, cuando los misioneros aprovecharon el uso de la imprenta (cuyo inventor fue Johannes Gutenberg) para producir múltiples traducciones de la Biblia. Erasmo expresó el deseo de todos los traductores bíblicos en el prefacio de su recientemente publicado Nuevo Testamento griego (1516):
Deseo que hasta la mujer más débil lea el Evangelio—que lea las epístolas de Pablo. Y quisiera que estuvieran traducidos a todos los idiomas, para que pudieran ser leídos y entendidos, no sólo por los escoceses y los irlandeses, sino también por los turcos y los sarracenos. Hacerlos entender es el primer paso. Puede ser que muchos se burlen, pero algunos los aceptarían. Quisiera que el labrador se cantara a sí mismo porciones de ellos cuando sigue el arado, que el tejedor los tarareara al compás de su lanzadera y que el viajero alejara el tedio de su viaje con sus historias.
Pero ¿qué materiales usaron los primeros traductores y copistas que trabajaron con tanto ahínco para producir sus traducciones de la Biblia? En la época de Cristo, y a través de los dos primeros siglos de la iglesia, los materiales más populares para escribir eran el papiro (tiras de junquillo del Río Nilo, que se unían pegándolas juntas) y la tinta. Hasta el siglo I, los «libros» en realidad eran rollos de largas hojas de papiro, que se pegaban una a continuación de la otra y se enrollaban en un par de lanzaderas. Entonces, más tarde, durante el siglo I, se creó otra forma de libro, llamado el códice (el predecesor de la forma moderna del libro, con páginas dobladas y cosidas en el lomo). Los cristianos estuvieron entre los primeros en usar esta forma de libro. En 332 d.C., Constantino I, el primer emperador cristiano, ordenó cincuenta Biblias para las iglesias de su nueva capital, la ciudad de Constantinopla. Se las pidió a Eusebio, obispo de Cesarea, y especificó que no fueran rollos sino códices. No quiso que se hicieran en papiro, sino que las quiso en vitela, que se preparaba cuidadosamente usando piel de oveja o de antílope; porque fue alrededor de esta época, a finales del siglo III y durante la primera parte del siglo IV, que los códices y la vitela reemplazaron casi universalmente a los rollos y el papiro.
Durante siglos, los escribas trabajaron con ahínco copiando las Biblias usando letras mayúsculas, y los manuscritos más antiguos que todavía perduran son de este tipo, llamado «unciales». En los siglos IX y X se puso de moda escribir usando letras minúsculas, y los manuscritos que perduran de ese tipo se llaman «minúsculos» o «cursivos». (Sin embargo, hay unos pocos manuscritos cursivos que datan del siglo II a.C.) En su mayoría, los manuscritos que todavía existen del siglo X al XVI son los manuscritos minúsculos.
Fue en 1454 que Johannes Gutenberg hizo que escribir manuscritos fuera una práctica obsoleta, cuando usó la página impresa por primera vez. Su primer libro impreso salió a la luz en 1456, y fue una hermosa Biblia en latín. Nuestras Biblias impresas de hoy contienen divisiones en capítulos y versículos que son de un tiempo relativamente posterior. Las divisiones en capítulos comenzaron en la Vulgata Latina, y se les acreditan tanto a Lanfranc, arzobispo de Canterbury (murió en 1089), como a Stephen Langton, arzobispo de Canterbury (murió en 1228), o a Hugo de Sancto Caro, quien vivió en el siglo XIII. Los versículos numerados aparecieron por primera vez en la cuarta edición del Nuevo Testamento griego que publicó Robert Etienne (Stephanus) en Ginebra en 1551, y en el Antiguo Testamento Hebreo de Athias de 1559 a 1561.
Las versiones más antiguas del Antiguo Testamento
De la primera versión que debemos considerar, el Pentateuco Samaritano, no puede decirse con propiedad que es una traducción, porque es una versión hebrea de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, los Libros de la Ley. Estos libros forman el total del canon de las Escrituras para la comunidad samaritana, que todavía perdura y está situada en el Nablus moderno en Palestina.
El Pentateuco Samaritano refleja una tradición textual diferente de la del judaísmo tradicional, cuyo texto hebreo se puede rastrear hasta llegar al trabajo de los masoretas. Estos eran un grupo de escribas a quienes se les había encargado la preservación del texto del Antiguo Testamento, comenzando alrededor de 600 d.C., y extendiéndose hasta la primera mitad del siglo X. Ellos fueron los que idearon un sistema de puntos para indicar las vocales que faltaban en el idioma hebreo, que se escribía sólo usando consonantes. Este llamado Texto Masorético es el que forma (como el «texto recibido») la base del Antiguo Testamento de la Biblia del Rey Jacobo.
Por otro lado, el Pentateuco Samaritano data del siglo IV a.C. Según los eruditos en textos, el Pentateuco Samaritano difiere del texto «recibido», o Texto Masorético hebreo, en unos seis mil lugares. Alrededor de unas mil de esas diferencias se deben considerar seriamente. Cuando el texto del Pentateuco Samaritano está de acuerdo con la Septuaginta, o una de las otras versiones antiguas, comparado con el hebreo del Texto Masorético, su testimonio debe ser considerado importante. Los dos manuscritos más antiguos del Pentateuco Samaritano, aparte de Nablus, son los dos códices. Una copia, que se encuentra en la Biblioteca de John Rylands en Manchester, Inglaterra, lleva una fecha correspondiente a 1211 ó 1212 d.C.; la otra es un poco posterior a 1149, y actualmente se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. También existen dos traducciones menores del Pentateuco Samaritano; una de ellas es el Tárgum Arameo Samaritano que data de los tiempos de la iglesia cristiana primitiva, la otra es una traducción árabe de alrededor del siglo XI.
La segunda versión del Antiguo Testamento, la Septuaginta, es una traducción del hebreo al griego. Es la primera traducción que se conoce del Antiguo Testamento. Era la Biblia de Jesús y de los apóstoles, la versión de la cual vienen la mayoría de las citas del Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento; y la Biblia de la iglesia primitiva en lo que se refiere al Antiguo Testamento.
La historia de su producción, de la cual obtiene su nombre, se relata en «La carta de Aristeas» (escrita alrededor de 150–100 a.C.). Se dice que Aristeas era un oficial de Ptolomeo II Filadelfo de Egipto (285–247 a.C.). Ptolomeo estaba intentando reunir todos los libros del mundo en su gran biblioteca de Alejandría. Esa carta dice que el Antiguo Testamento no estaba disponible en traducción, así que Ptolomeo le pidió al sumo sacerdote en Jerusalén que le enviara textos y eruditos para hacer esa traducción. Le enviaron textos y seis ancianos de cada tribu. Después de haber sido agasajados por Ptolomeo, estos setenta y dos ancianos fueron recluidos, y en exactamente setenta y dos días produjeron la traducción total en griego del Antiguo Testamento, llamada la Septuaginta («Setenta»), y por lo general abreviada LXX en números romanos.
La verdad del asunto es probablemente más prosaica. La Septuaginta es una traducción que fue hecha para los judíos helenizados de la diáspora, que ya no entendían hebreo, y que querían escuchar y enseñar la Biblia en su idioma. Los eruditos no se ponen de acuerdo en cuanto a la fecha de la traducción, colocando algunas porciones ya en 250 a.C., y otras partes tan tarde como 100 a.C. La mayoría está de acuerdo en que fue traducida en segmentos por muchos traductores en un período de un par de siglos, y luego fue compilada en una biblioteca de rollos o en un códice. La Septuaginta sigue un orden diferente al de las Biblias inglesas y españolas, y por lo general incluye hasta quince libros apócrifos o pre-canónicos. El índice sería similar a lo que sigue a continuación (los números entre paréntesis indican los textos apócrifos):
Génesis
Éxodo
Levítico
Números
Deuteronomio
Josué
Jueces
Rut
I Samuel
II Samuel
I Reyes
II Reyes
I Crónicas
II Crónicas
I Esdras (1)
II Esdras (siendo Esdras y Nehemías juntos)
Salmos
Proverbios
Eclesiastés
Cantar de los Cantares
Job
Sabiduría de Salomón (2)
Sabiduría de ben Sirá (3) o Eclesiástico
Ester—con agregados (4)
Judit (5)
Tobías (6)
Oseas
Amós
Miqueas
Joel
Abdías
Jonás
Nahum
Habacuc
Sofonías
Hageo
Zacarías
Malaquías
Isaías
Jeremías
Baruc (7)
Lamentaciones
Epístola de Jeremías (8)
Ezequiel
Daniel—el cual comienza con Susana (9), inserta El Canto de los Tres Niños (10) después de 3:23, y agrega Bel y el Dragón (11)
I Macabeos (12)
II Macabeos (13)
III Macabeos (14)
IV Macabeos (15)
Puesto que aun los mejores escribas, en ocasiones y sin darse cuenta, cometían errores cuando copiaban un texto, la tendencia de cualquier texto era deteriorarse. Los eruditos cuidadosos, en aquel entonces y ahora, comparaban los manuscritos en un esfuerzo por volver a captar el original. Por lo tanto, para el siglo III d.C., había cuatro versiones rivales de la Septuaginta que se usaban extensamente: (1) la Septuaginta tradicional que adoptaron los cristianos, y como consecuencia, abandonaron los judíos; (2) una re-traducción judía hecha por Aquila en el siglo II a.C. que tradujo el hebreo en forma muy literal; (3) una revisión judía libre de la Septuaginta tradicional hecha por Teodosio; y (4) una traducción en griego más idiomática hecha por Símaco.
A continuación vino el erudito más notable de toda la antigüedad, Orígenes de Alejandría (circa 185–255 d.C.), quien produjo la Biblia más monumental de la antigüedad, la Hexapla. En su esfuerzo por encontrar el mejor texto de la Septuaginta, Orígenes escribió seis columnas paralelas, que contenían: la primera, el hebreo; la segunda, el hebreo trasliterado en caracteres griegos; la tercera, el texto de Aquila; la cuarta, el texto de Símaco; la quinta, su propio texto corregido de la Septuaginta; y la sexta, el texto de Teodosio. Jerónimo usó esta gran Biblia en Cesarea en su trabajo en la Vulgata (después del año 382—vea a continuación). Casi cuatro siglos después de la muerte de Orígenes, un Obispo de Mesopotamia, Pablo de Tella, también usó la Hexapla en la biblioteca de Cesarea (616–617), para traducir al siríaco la quinta columna de Orígenes, que es la Septuaginta corregida. Luego, en el año 638, las hordas islámicas arrasaron Cesarea, y la Hexapla desapareció. Aparte de unos pocos fragmentos, sólo queda la traducción al siríaco de la quinta columna de Orígenes que hizo el obispo Pablo.
En un Museo de Milán hay una copia del siglo VIII de la traducción al siríaco del obispo Pablo, la Hexapla Septuaginta. Otros famosos manuscritos unciales de la Septuaginta son los siguientes: el Códice Vaticanus, de la primera parte del siglo IV, que ahora está en la Biblioteca del Vaticano; el Códice Sinaiticus, de mediados del siglo IV; y el Códice Alejandrino, del siglo V—los dos últimos se encuentran en el Museo Británico de Londres. Estas copias son estudiadas intensamente porque dan un testimonio griego a los textos hebreos de mucho antes del Texto Masorético o «texto recibido».
La tercera versión del Antiguo Testamento es la versión aramea. El arameo bíblico, llamado caldeo hasta el siglo XIX, era el idioma de los conquistadores y gradualmente llegó a ser el lenguaje común de los conquistados. Cuando los exiliados judíos regresaron de Babilonia a Palestina en 536 a.C., trajeron el idioma arameo con ellos. Muchos eruditos creen que cuando Esdras y los levitas «ponían el sentido» a medida que leían el Libro de la Ley (Nehemías 8:8), estaban parafraseando el hebreo en arameo, para que todos pudieran entenderlo. El arameo permaneció como la lengua viviente en Palestina hasta el tiempo de la rebelión de Bar-Kochba contra los romanos (132–135 d.C.), y el hebreo se convirtió cada vez más en un idioma religioso para especialistas de la sinagoga y del templo. A medida que los sacerdotes y los escribas leían la Ley y los Profetas, se esparció la costumbre de seguir la lectura con una traducción aramea. A esas traducciones se les llamaba tárgumes.
El liderazgo rabínico fue muy renuente a formalizar y escribir los tárgumes, pero inevitablemente estos fueron reunidos y estandarizados. El tárgum más antiguo estandarizado fue el de la Ley, y la persona que lo hizo fue Onkelos, en algún tiempo durante el siglo II o III d.C. Los tárgumes de los libros históricos y proféticos fueron completados en el siglo III y IV d.C., y el más importante de ellos fue el llamado Tárgum de Jonathan ben Uzziel. Evidentemente, ningún tárgum de la literatura de sabiduría (Proverbios, Eclesiastés, Job y algunos Salmos) fue terminado antes del siglo V d.C. Finalmente, los tárgumes rabínicos arameos incluyeron todo el Antiguo Testamento excepto Daniel, Esdras y Nehemías. Mientras tanto, la conquista islámica de todo el Medio Oriente le dio a la gente un idioma común, el árabe. Los rabinos, muchas veces, se encontraron produciendo tárgumes orales e informales en árabe, y el arameo se desvaneció de la sinagoga y pasó a formar parte de la historia religiosa.
Versiones completas de la Biblia del cristianismo
Cuando la iglesia recopiló todos los libros del Nuevo Testamento y los agregó al Antiguo Testamento, comenzó el proceso de la traducción bíblica que ha marcado el crecimiento del cristianismo desde Jerusalén a través de Judea, a Samaria, y hasta «lo último» de la tierra.
Las versiones latinas
Al igual que el tárgum arameo de los adoradores judíos, la Biblia Latina Antigua creció de manera informal. En los primeros tiempos del Imperio Romano y de la iglesia, el griego era el idioma de los cristianos. Aun los primeros obispos de Roma escribieron y predicaron en griego. A medida que los años iban pasando para el Imperio y para la iglesia, el latín comenzó a triunfar, especialmente en el oeste. Fue natural que los sacerdotes y los obispos comenzaran a traducir informalmente el Nuevo Testamento griego y la Septuaginta al latín. La primera versión latina se conoce con el nombre de la Biblia Latina Antigua. No se ha conservado ningún manuscrito completo de esta Biblia. Sin embargo, mucho del Antiguo Testamento y la mayor parte del Nuevo Testamento pueden ser reconstruidos de citas de los padres de la iglesia primitiva. Pero los eruditos creen que la Biblia Latina Antigua estaba en circulación en Cartago, en el norte de África, ya desde 250 d.C. De los fragmentos que se tienen y de las citas, parecería que hubo dos tipos de texto latino antiguo, el africano y el europeo. El europeo también existía en una versión italiana. En estudio textual, la mayor importancia de la Biblia Latina Antigua está en el estudio comparativo de la Septuaginta, porque la Biblia Latina Antigua fue traducido de la Septuaginta antes de que Orígenes hiciera su Hexapla.
De todas partes, los líderes de la iglesia expresaron la necesidad de una traducción latina autoritativa y uniforme de toda la Biblia. El papa Dámaso I (366–384) tenía un secretario excepcionalmente hábil y erudito llamado Jerónimo (circa 340–420), a quien comisionó la tarea de hacer una nueva traducción latina de los Evangelios en 382; Jerónimo terminó con los Evangelios en 383. Evidentemente les siguieron el libro de Hechos y el resto del Nuevo Testamento. Los Evangelios fueron una traducción nueva cuidadosa y esmerada que se basó en el texto europeo de la Biblia Latina Antigua y en un texto griego alejandrino. Sin embargo, el resto del Nuevo Testamento fue un esfuerzo mucho más limitado con el dominio de la Biblia Latina Antigua, a menos que el texto griego demandara algún cambio. Es probable que no haya sido el trabajo de Jerónimo.
Jerónimo se fue de Roma en 385, y en 389, él y una de sus seguidoras, Paula, fundaron dos casas religiosas cerca de Belén. Jerónimo dirigió una de estas casas y allí dedicó su atención al Antiguo Testamento. Él se dio cuenta de que lo que se necesitaba era una re-traducción del hebreo y no una revisión de la Septuaginta griega. Usó de asesores a rabinos judíos y completó la traducción hasta incluir los libros de Reyes para 390. Jerónimo revisó una traducción anterior que había hecho de los Salmos, y completó los libros de los profetas, Job, Esdras y Crónicas en los años 390–396. Después de haber estado enfermo durante dos años, él continuó de nuevo la tarea y tradujo Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares. En 404, trabajó completando los libros de Josué, Jueces, Rut y Ester. Poco después, hizo las partes apócrifas de Daniel y Ester, y tradujo del arameo los libros apócrifos de Tobías y Judit. Él no tradujo la Sabiduría de Salomón, el Eclesiástico, Baruc ni la literatura de los Macabeos, así que esos libros apócrifos pasaron a formar parte de la Biblia Latina oficial en su forma de la Biblia Latina Antigua. El trabajo de Jerónimo no fue uniforme en cuanto a calidad y tampoco lo compiló en una Biblia unificada.
El trabajo de Jerónimo fue acerbamente criticado, y aunque él lo defendió con pluma rápida y pronta disposición, no vivió el tiempo suficiente como para ver que su obra ganara respeto universal. Sin embargo, la obra de su vida es lo que ahora se conoce con el nombre de La Biblia Vulgata (vulga quiere decir el idioma «vulgar» o de todos los días de la gente). La evidencia parece indicar que la compilación de todo el trabajo de Jerónimo en un libro puede haber sido hecha por Casiodoro (quien murió alrededor del año 580) en su monasterio en Scylacium, Italia. El manuscrito más antiguo que contiene la Biblia de Jerónimo en su totalidad es el Códice Amiatinus, que se escribió en el monasterio en Jarrow, Northumbria, Inglaterra alrededor del año 715. Los textos más antiguos de la Vulgata sólo son superados por la Septuaginta en importancia para el estudio del hebreo textual, porque Jerónimo trabajó usando textos hebreos que antecedieron al trabajo de los judíos masoretas.
Sólo en forma muy gradual fue que la Vulgata suplantó a la Biblia Latina Antigua. Pasaron mil años antes de que la Vulgata fuera hecha la Biblia católica oficial (por el Concilio de Trento en 1546). Ese concilio también autorizó una edición oficial corregida, la cual fue puesta en circulación por el papa Sixto V (1585–1590) en tres volúmenes, en 1590. Sin embargo, esa edición no fue popular, y el papa Clemente VIII (1592–1605) la sacó de circulación y publicó una nueva Vulgata oficial en 1592, la cual ha sido la edición estándar hasta tiempos recientes.
Versiones cópticas
El copto fue la última etapa del idioma egipcio y por lo tanto fue el idioma de la población nativa que vivía a lo largo del Río Nilo. Nunca fue suplantado por el griego de Alejandro y sus generales, ni aun por el latín de los césares. Su escritura constaba de veinticinco letras unciales griegas y siete cursivas que se habían tomado de las escrituras egipcias para expresar sonidos que no existían en griego. A través de los siglos desarrolló por lo menos cinco dialectos principales: akhmímico, sub-akhmímico (menfítico), sahídico, fayúmico y boháirico. Se han encontrado fragmentos de material bíblico en akhmímico, sub-akhmímico y fayúmico. Nadie sabe si alguna vez existió la Biblia completa en esos dialectos. Gradualmente cayeron en desuso y, para el siglo XI, sólo el boháirico, el idioma del delta, y el sahídico, el idioma del alto Egipto, permanecieron. Sin embargo, para el siglo XVII, estos dialectos también se fueron olvidando, o se usaban exclusivamente en las iglesias coptas, debido al extenso dominio del árabe que comenzó con la conquista islámica de Egipto en 641.
La traducción más antigua se hizo en sahídico en la parte alta de Egipto, donde el griego era menos entendido. El Antiguo y el Nuevo Testamento en sahídico fueron terminados probablemente alrededor de 200 d.C. El griego era mucho más dominante en el delta, y probablemente la traducción de las Escrituras en boháirico no haya sido terminada hasta después. Sin embargo, puesto que el boháirico era el idioma del delta, también fue el idioma del patriarca copto en Alejandría. Cuando el patriarcado se mudó de Alejandría para El Cairo en el siglo XI, los textos boháiricos fueron con ellos. Gradualmente, el boháirico llegó a ser el idioma religioso principal de la iglesia copta. Los coptos se habían separado del Imperio Romano, o de la llamada Gran Iglesia Católica, por asuntos doctrinales después del Concilio de Calcedonia en 451, y desde entonces habían estado aislados del cristianismo occidental por siglos de gobierno islámico.
La versión gótica
El idioma gótico fue un idioma del este de Germania. Los restos más antiguos que se han encontrado escritos en lengua germana son los fragmentos de la Biblia que hizo Ulfilas (o Wulfila), que hizo la traducción para llevar el evangelio a su propia gente. Ulfilas (circa 311–383), uno de los misioneros más famosos de la iglesia primitiva, nació en Dacia; sus padres eran cristianos romanos que habían sido capturados por los depredadores godos. Él viajó a Constantinopla desde su zona rural y es posible que se haya convertido allí. Mientras estaba en el este, el obispo ario, Eusebio de Nicomedia, lo ordenó obispo alrededor del año 340. En cuanto a sus creencias, Ulfilas era ario (es decir, creía que Cristo era Salvador y Señor porque Dios lo había dispuesto así y por su obediencia, pero que él era menos que Dios, o que estaba subordinado a Dios).
Ulfilas regresó para predicarle a su pueblo, y evidentemente inventó un abecedario para reducir el idioma de ellos a lenguaje escrito; luego tradujo las Escrituras usando ese lenguaje escrito. Los registros de ese tiempo dicen que Ulfilas tradujo toda la Biblia excepto los libros de Reyes, los cuales excluyó porque sintió que tendrían una influencia adversa en los godos, quienes ya eran demasiado belicosos. Todavía existen algunos fragmentos dispersos de su traducción del Antiguo Testamento, y sólo cerca de la mitad de los Evangelios se ha preservado en el Códice Argenteus, un manuscrito de Bohemia del siglo V o VI, que ahora se encuentra en Uppsala en Suecia.
Versiones siríacas
El siríaco, uno de los idiomas de la familia de los lenguajes semíticos, era la lengua predominante de la región de Edesa y de la parte oeste de Mesopotamia. La versión que hoy se conoce con el nombre de la Biblia Peshitta (que todavía es la Biblia oficial de los cristianos de la zona de las antiguas iglesias cristianas asirias, y que a menudo no incluye 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis), se desarrolló a través de muchas etapas. Una de las traducciones más famosas y más ampliamente usadas en la iglesia primitiva fue el Diatessaron siríaco, hecho por Taciano, un hombre que había sido discípulo de Justino Mártir en Roma. El Diatessaron, la armonía de los Evangelios traducida del griego por Taciano alrededor de 170 d.C., era muy popular entre los cristianos de habla siríaca. Los obispos siríacos tenían una batalla casi perdida tratando de lograr que los cristianos usaran en sus iglesias «El Evangelio de los Libros Separados» (refiriéndose al manuscrito en el que los cuatro Evangelios estaban separados unos de otros en lugar de estar combinados).
También se tradujeron otras porciones de la Biblia en idioma siríaco antiguo. Algunas citas de los padres de la iglesia indican que existía algún tipo de texto antiguo siríaco del siglo II junto con la Diatessaron. De hecho, el Antiguo Testamento puede haber sido una traducción judía al siríaco, la cual adoptaron los cristianos sirios, lo mismo que los cristianos griegos habían hecho con la Septuaginta. Entonces se le hizo una revisión más o menos oficial alrededor de fines del siglo IV, surgiendo como el texto Peshitta (que quiere decir «básico» o «simple»). La tradición indica que por lo menos la parte del Nuevo Testamento de esa versión puede haber sido hecha por instigación de Rábbula, obispo de Edesa (411–435).
Entre tanto, los cristianos de habla siríaca sufrieron una división en 431 d.C., cuando los grupos monofisitas (o jacobitas) se separaron de los creyentes nestorianos (la batalla fue sobre el punto de vista que tenían de la persona de Cristo). Durante algún tiempo ambos grupos usaron la Biblia Peshitta, pero los grupos jacobitas comenzaron a desear una traducción nueva. El obispo Filoxeno (o Mar Zenaia) de Mabbug (485–519), en el Río Éufrates, trabajando con la Septuaginta y los manuscritos del Nuevo Testamento griego, hizo una traducción nueva en idioma siríaco que fue terminada en 508. La importancia de esa versión fue que incluyó por primera vez 2 Pedro, 2 y 3 Juan y Judas, los cuales entonces pasaron a formar parte del texto estándar Peshitta.
Aunque la versión Peshitta se había usado constantemente desde el siglo V, y se había distribuido en lugares tan apartados como la India y la China, no había tenido, ni de cerca, la importancia de la Septuaginta como una fuente para los eruditos textuales. Eso fue porque había experimentado una revisión constante por medio de comparaciones con diversos textos griegos en Constantinopla: con textos hebreos, la Hexapla Septuaginta de Orígenes y los tárgumes arábicos; por lo tanto, su testimonio de tener una fuente textual antigua ha sido muy difícil de rastrear. Uno de los manuscritos Peshitta más valiosos que existen es el Códice Ambrosianus de Milán, el cual data del siglo VI y contiene la totalidad del Antiguo Testamento.
Versión armenia
Los cristianos sirios llevaron su fe a sus vecinos armenios de la parte este del Asia Menor. Ya desde el siglo III, con la conversión de Tirídates III (reinó en los años 259–314), Armenia llegó a ser un reino cristiano—el primero en la historia. En algún momento durante el siglo V se creó un alfabeto armenio para que la Biblia pudiera ser traducida al idioma de los nuevos creyentes. La traducción en armenio se considera como una de las más hermosas y exactas basadas en las versiones antiguas del griego, aun cuando la evidencia textual indica que tal vez haya sido hecha primero del siríaco, y luego modificada usando el griego. (El idioma armenio es muy semejante al griego en gramática, sintaxis y expresiones idiomáticas.) Una tradición antigua dice que el Nuevo Testamento fue obra de Mesrop (un obispo de Armenia, 390–439), a quien se le acredita haber inventado ambos, el alfabeto armenio y el georgiano. En las iglesias armenias, el libro del Apocalipsis no fue aceptado como parte del canon hasta el siglo XII.
La versión georgiana
La misma tradición que dice que Mesrop tradujo la Biblia al armenio también dice que una mujer esclava armenia fue la misionera a través de la cual las personas de habla georgiana se convirtieron a Cristo. Los primeros manuscritos de las Escrituras georgianas datan sólo del siglo VIII, pero antes que ellos existió una traducción georgiana con trazas de siríaco y armenio. Es evidente que los Evangelios llegaron primero en la forma del Diatessaron; por lo tanto, los fragmentos georgianos son importantes para estudiar ese texto. Hay una copia de todo el manuscrito de la Biblia Georgiana, en dos volúmenes, que se encuentra en el Monasterio de Iverón en el Monte Atos, en Grecia.
Junto con los armenios y los georgianos, un tercer grupo de caucásicos, los albaneses, aparentemente recibieron un abecedario que les hizo Mesrop para el propósito de traducir las Escrituras. Sin embargo, la iglesia fue destruida por las guerras islámicas y nunca se han encontrado restos de esa versión.
Versión etiópica
Para mediados del siglo V, un rey cristiano gobernaba en Etiopía (Abisinia), y hasta la época de las conquistas islámicas, mantuvieron relaciones estrechas con los cristianos de Egipto. Es probable que para el siglo IV, el Antiguo Testamento haya sido traducido al idioma etíope antiguo (llamado ge’ez). Esa versión es de interés especial por dos razones. Es la Biblia de los falashas, esa notable comunidad de judíos africanos que afirman ser descendientes de judíos que emigraron a Etiopía en tiempos del rey Salomón y la reina de Saba. Además, la versión etiópica antigua del Antiguo Testamento contiene varios libros que no se encuentran en la Biblia Hebrea apócrifa. El más interesante de ellos es el libro de Enoc, que se cita en Judas 14, y que los eruditos bíblicos no conocieron hasta que James Bruce llevó una copia a Europa en 1773. También, el libro apócrifo 3 Baruc sólo se conoce de la Biblia etiópica.
El Nuevo Testamento fue traducido al idioma etíope antiguo un poco después que el Antiguo Testamento, y contiene una colección de escritos mencionados por Clemente de Alejandría, incluyendo el Apocalipsis de Pedro. Ambos Testamentos existen en manuscritos etiópicos. Sin embargo, ninguno es de antes del siglo XIII, y esos manuscritos parecen haberse basado mucho en las versiones cópticas y árabes. Nada sobrevivió al caos absoluto que reinó en Etiopía desde el siglo VII hasta el XIII, y debido a que son tan posteriores, los manuscritos etiópicos son de poco valor para el estudio textual.
Versiones árabes
Alrededor de 570 d.C., Mahoma nació en la Meca. Cuando tenía veinticinco años se casó con una viuda rica llamada Kadija. Recibió su «llamado» cuando tenía cuarenta años. En 622, se inició la «hégira» con la huida de Mahoma de la Meca a la ciudad de Medina. Murió en 632, como el profeta principal e incontestable de Arabia. El dominio islámico se extendió, en un período de cien años, desde los Pirineos a través de España, saltó el Estrecho de Gibraltar, abarcó toda la parte norte de África, y capturó Egipto y las tierras bíblicas. Así fue que comenzó una presión sin tregua en Bizancio, que culminó con la caída de Constantinopla en 1453. Finalmente, la conquista islámica se extendió hasta lugares tan alejados como al este de la India. El árabe llegó a ser el idioma más universal que había visto el mundo desde que Alejandro había propagado el idioma griego más de nueve siglos antes.
En la época de Mahoma había varias comunidades judías dominantes en Arabia, y las vastas conquistas absorbieron cientos de comunidades cristianas, unas pocas de las cuales sobrevivieron sin dejarse avasallar. Sin embargo, es evidente que la versión árabe de la Biblia no se produjo hasta el trabajo de Saadia Gaon. Saadia nació en el año 892 en Fayum, en la parte norte de Egipto, y murió en Babilonia en el año 942. Tradujo el Pentateuco del hebreo. A esto siguieron otras partes del Antiguo Testamento—Josué del hebreo; Jueces, Samuel, Reyes, Crónicas y Job de la Peshitta; y los libros de los Profetas, Salmos y Proverbios de la Septuaginta—que tal vez no hayan sido trabajo de Saadia. Los judíos de habla árabe han estado usando esta versión hasta el presente. Los caraítas, que desaprobaron la traducción más liberal de Saadia, hicieron traducciones rivales; la más notable es la de Japheth ben-Eli-ha-Levi en el siglo X. En el período comprendido entre los siglos VII y IX, comenzaron a aparecer traducciones del Nuevo Testamento en árabe que fueron hechas de fuentes siríacas, griegas y coptas. Hay escritores árabes que dicen que Juan I, un patriarca jacobita de Antioquía (631–648), tradujo los Evangelios del siríaco al árabe. Se dice que otro Juan, Obispo de Sevilla, España, produjo Evangelios árabes traducidos de la Vulgata alrededor del año 724. La forma final del Nuevo Testamento árabe se basó más extensamente en el copto boháirico. Debido a su fecha posterior y a su origen mixto, los textos árabes tuvieron poca importancia para los estudios textuales.
Versión eslava
Aunque los eslavos fueron uno de los grandes grupos étnicos vecinos de los centros del cristianismo primitivo, no se pueden encontrar traducciones bíblicas en idioma eslavo antes del siglo IX. Dos hermanos, Constantino y Metodio, hijos de un noble griego, comenzaron a traducir al idioma eslavo la liturgia usada en la iglesia. Con la aprobación de los papas Adriano II y Juan VIII (como se hizo notar anteriormente), tradujeron la Biblia. Constantino (quien más tarde cambió su nombre a Cirilo, 827–869) y Metodio (826–885) trabajaron entre los eslavos y los moravos. Constantino inventó el alfabeto que lleva el nombre que se deriva de su nombre de santo (cirílico) para facilitar la traducción. Todavía hay porciones de manuscritos del siglo X u XI, pero el manuscrito más antiguo de toda la Biblia es el Códice Gennadius que está en Moscú, que data de 1499, y que es demasiado posterior para ser de valor para el estudio textual.
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