DÍA 35

Salmo 22
Dosis: Fe y Gracia
Abandono y Confianza
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento. Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo.” (Salmo 22:1–2) (NVI)
Angustia y fe. Dolor y alabanza. Abandono y confianza. Palabras aparentemente contradictorias pero que surgen de un corazón que se aferra a la fe en medio de la adversidad.
Este Salmo es una súplica individual. Parece ser que también surgió de una experiencia de sufrimiento muy intensa, al punto que la persona se siente sola y abandonada. Tal vez fue una experiencia de David, pero tiene una aplicación en el Mesías, ya que los sufrimientos que se describen aquí prefiguraban los que pasaría Cristo y muchos de estos versículos se cumplieron en el momento de la crucifixión.
En principio, humanamente hablando, este Salmo nos confronta con un problema teológico: el supuesto olvido de Dios y su silencio divino cuando sufrimos. El Salmo describe dolor intenso, crisis profunda, agonía y angustia; ¿recuerdas situaciones donde alguna vez pensante que Dios te había abandonado? A la experiencia del dolor sumamos la agonía de sentirnos desprendidas de su gracia y misericordia, de su amor divino, olvidadas por Él.
Por eso cuando leemos que en medio de su dolor Jesús pronunció palabras similares, nos quedamos perplejas. ¡Cómo olvidar esas palabras que calaron en nuestro corazón, en el momento de la agonía de Cristo!: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Abandonó Dios a su Hijo? Es la segunda interrogante teológica de este profundo salmo. Ahora sabemos que jamás lo abandonó, que por un instante su santidad no pudo soportar cuando él cargó con el pecado de toda la humanidad como había profetizado Isaías: “mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
El misterio de la cruz. Un hombre justo entregando voluntariamente su vida por los injustos. Un hombre cargando con todo el pecado de la humanidad para cumplir con la justicia de Dios. Y en su clamor cuando fue herido de muerte, se identificó plenamente no sólo con nuestras debilidades sino con todos aquellos que sufren los dolores más desesperantes de la vida. ¡Podemos seguir confiando en quien nos amó hasta ese extremo! ¡Podemos estar seguras que jamás nos abandonará ni desamparará!
Oración: Señor enséñame a aferrarme a ti en medio del dolor y a confiar en que Cristo experimentó mi sufrimiento. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 50). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.