¿Es correcto que una esposa trabaje fuera de su hogar?

¿Es correcto que una esposa trabaje fuera de su hogar?

¿Cuáles deben ser sus prioridades?

JMA
John MacArthur

Esta pregunta no se puede contestar con un simple sí o no. Solo se puede dar un claro entendimiento de las prioridades de Dios para la mujer. Una prioridad fundamental para cada mujer cristiana es de vivir sensiblemente. A su nivel más básico, una mujer sensible es una quien entiende las prioridades de Dios para su vida y vive una vida auto-controlada y ordenada consistente con esas prioridades.

¿Cuáles son las prioridades de Dios para la mujer? Siete prioridades de una esposa piadosa se encuentran en Tito 2:3-5 donde Pablo exhorta a las mujeres mayores a enseñar “a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”.

El fallar a vivir de acuerdo con estas siete prioridades, causará que la Palabra de Dios no sea honrada. Por otro lado, la esposa quien ordena su vida de acuerdo a estas prioridades honrará la Palabra de Dios.

Siete prioridades de una esposa piadosa 

Primeramente, las esposas deben amar a sus esposos. Este mandamiento es simple e indiscutible. No hay condiciones o excepciones. No es solamente una virtud que amen a sus esposos, pero pecan si no los aman. Pablo no se está refiriendo al amor romántico o sexual, aunque eso tiene un lugar muy importante y apropiado en el matrimonio. Él está hablando de un amor comprometido que las esposas piadosas escogen tener para con sus esposos, así como esposos piadosos escogen tener para con sus esposas (Efesios 5:25, 28). El término se refiere a un amor dispuesto y determinado que no se basa en el mérito del esposo, y en cambio se basa en el mandamiento de Dios y eso se extiende con el corazón cariñoso y obediente de una esposa. Aun los esposos no aptos para el amor, insensibles, infieles y egoístas deben ser amados. Esta clase de amor entre esposos y esposas incluye devoción incondicional, y es una amistad que es fuerte y profunda. Y cuando una esposa verdaderamente no ama a su esposo, ella debe en obediencia al Señor entrenarse a amarlo.

Segundo, esposas deben amar a sus hijos. Sean los niños suyos, o adoptados ellos deben ser amados con un amor que, como el amor entre cónyuges, debe ser desinteresado y sacrificial. Así como el amor para con sus esposos, el amor para con sus hijos no es una opción. No es basado en la personalidad, inteligencia, atractivo o mérito, sino en su necesidad. La responsabilidad más importante del amor para los padres creyentes, es de dirigir a sus hijos al conocimiento salvador de Jesucristo. Pero la amonestación de Pablo es inclusiva. Madres deben amar a sus hijos en toda forma – práctica, física, social, moral y espiritual – con un amor que no tiene condiciones ni límites. Esta clase de amor, para ser completamente expresada, es extremadamente exigente conforme la madre busca cumplir su obligación a crear a hijos piadosos (vea 1 Timoteo 2:15).

Tercero, las esposas deben ser sensibles. Esta es la misma calidad que debe caracterizar a los ancianos (1:8), a todo hombre mayor (2:2), y, de hecho, a cada creyente (2:12). Cordura y buen juicio deben mejorar con la edad, pero deben ser evidentes aun en la edad adulta.

Cuarto, esposas deben ser puras. Esto se refiere primordialmente a la pureza moral, y, especialmente en este contexto, en la pureza sexual y la fidelidad matrimonial. Como otras mujeres, de hecho como cada mujer cristiana, esposas jóvenes se deben vestir “de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos; sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Ti. 2:9-10). “Modestia” se refiere a un sentido sano de la vergüenza al decir cualquier cosa, al hacer cualquier cosa, o vestirse en cualquier manera que causará a los hombres a caer en lujuria. “Pudor” se refiere a un control moral, de mantener las pasiones, especialmente pasiones sexuales, sujetos. Primera Pedro 3:3-6 da instrucción similar a las mujeres.

Quinto, las esposas deben trabajar en casa. Una de las cosas más difíciles para muchas esposas contemporáneas es de estar satisfechas siendo amas de casa. Parte de esta razón es que los aparatos modernos y otras conveniencias han simplificado y reducido de gran manera el trabajo de casa, y el tiempo que no se usa para algo constructivo inevitablemente produce aburrimiento, insatisfacción, y muchas veces aumenta las tentaciones.

Mujeres que no tienen hijos o quienes tienen hijos mayores tienen menos obligaciones en la casa y mucho más tiempo disponible. El punto no es tanto que el lugar de la mujer es en el hogar pero que su responsabilidad es para su hogar. Ella puede tener un trabajo razonable fuera del hogar o escoger trabajar en la iglesia, o ministrar en una organización cristiana, hospital, escuela, o en muchas otras formas. Pero el hogar es el centro especial de la esposa y siempre debe ser su prioridad más alta. Allí es donde ella podrá ofrecer más ánimo y apoyo a su esposo, y es el mejor lugar para extender la hospitalidad a sus amigos cristianos, vecinos incrédulos, y para misioneros visitantes u otros trabajadores cristianos.

Referente a ser trabajadoras en el hogar, las esposas jóvenes cristianas hoy en día deben tener cuidado especial y ser sensibles, tal como son amonestadas en el versículo anterior. En consulta con sus esposos, ellas deben usar buen juicio en decidir como usar su tiempo justificadamente y sabiamente en actividades fuera del hogar, sea en un trabajo que pague o en cualquier otra forma de servicio. Cuando ellas tienen un deseo genuino de obedecer y honrar al Señor en todas las cosas y de concientemente buscar dirección de Su Palabra y en la oración, ellas pueden estar seguras que Él proveerá la sabiduría y resolución necesaria.

Sexto, esposas deben ser bondadosas, del cual el significado es obvio. Deben ser gentiles, consideradas, amables, agradables, y simpáticas, aun con aquellos que no lo merecen y que son crueles con ellas. El ser bondadosas, es de ser piadosas, “porque [Dios]”, dijo Jesús, “es benigno para con los ingratos y malos” (Lucas 6:35). Pablo amonesta a los creyentes a ser “benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Ef. 4:32).

Séptimo y finalmente, esposas deben ser sujetas a sus propios esposos. Como todas las esposas cristianas, deben ser “sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Ef. 5:22-24; c. 1 Ti. 2:11-14).

No hay nada en la Escritura que específicamente prohíbe a la mujer trabajar fuera del hogar tanto que esté cumpliendo sus prioridades en su hogar (Proverbios 31).

Aunque una mujer trabaja fuera de su hogar o no, su llamado primordial es operar su hogar. Ese es el lugar más importante para una esposa. El mundo está llamando a la mujer moderna fuera de su casa, pero no el Señor. Su Palabra modela el papel de la mujer como una que se preocupa con sus tareas domesticas. Es un llamado alto, mucho más crucial al futuro de sus hijos que cualquier cosa que haga en un trabajo de afuera.

La decisión final será personal, la cual cada mujer debe tomar en sumisión a la autoridad de su esposo. Obviamente, una mujer soltera, es libre para trabajar y buscar empleo fuera del hogar. Una mujer casada sin hijos es probablemente un poco más restringida en la cantidad de tiempo y energía que puede dedicar a un trabajo fuera del hogar. Una mujer quien es madre obviamente tiene la responsabilidad primaria en el hogar, no será libre para buscar empleo al detrimento del hogar. De hecho, desde una perspectiva del padre, es difícil imaginar cómo una madre puede posiblemente hacer todo lo que se debe hacer en el hogar con la crianza de los hijos, la hospitalidad, el cuidado de los necesitados, y el trabajo para el Señor (c. 1 Timoteo 5:3-14) y también trabajar en otro lugar. Es más, cualquier esposa que cumple las prioridades en su vida y en su hogar será una señora muy ocupada. Sin embargo, sus hijos y su esposo se levantarán y la llamarán bienaventurada, y una mujer quien teme al Señor será alabada (Proverbios 31:28, 30). 

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Final y totalmente justificados

FEBRERO, 28

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Final y totalmente justificados

Devocional por John Piper

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. (Romanos 8:33)

Pablo podría haber dicho: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios?» y luego responder: «¡Nadie! Estamos justificados». Eso es cierto, pero no es eso lo que dijo. Su respuesta, en cambio, fue: «Dios es el que justifica».

El énfasis no está en el acto sino en el Actor.

¿Por qué? Porque en el mundo de las cortes y leyes —de donde este lenguaje proviene— la absolución dada por nuestro juez puede ser anulada por uno superior.

¿Y qué pasaría en caso de que un juez local nos absolviera siendo nosotros culpables, si tenemos en cuenta que un gobernador tiene el derecho de presentar un cargo en nuestra contra? ¿Y qué pasaría si un gobernador nos absolviera siendo nosotros culpables, si tenemos en cuenta que el emperador puede presentar un cargo en nuestra contra?

El punto es el siguiente: por encima de Dios, no existe una corte superior. Si Dios es el que nos absuelve —nos declara justos ante sus ojos— nadie puede buscar a otra corte a la que apelar en contra nuestra. La sentencia de Dios es final y total.

Escuchen esto, todos aquellos que creen en Jesús, y están unidos a Cristo, y se muestran entre los elegidos: Dios es el que los justifica. No lo hace un juez humano, ni un gran profeta, ni un arcángel del cielo. Lo hace Dios, el Creador del mundo y el Dueño de todas las cosas y el Soberano del universo y de cada molécula y persona que hay en él. Dios es el que los justifica.

El punto es este: tenemos una seguridad inamovible frente a un sufrimiento terrible. Si Dios es por nosotros, nadie podrá lograr nada en nuestra contra. Si Dios dio a su Hijo por nosotros, él nos dará todo lo que sea bueno para nosotros. Si Dios es el que nos justifica, ningún cargo en nuestra contra prevalecerá.

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“Les debemos algo”

“Les debemos algo

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28 FEBRERO

Éxodo 11:1–12:20 | Lucas 14 | Job 29 | 1 Corintios 15

Las plagas devastadoras han seguido su curso predeterminado. Una y otra vez, el faraón endurece su corazón; no obstante, por muy culpable que sea este hombre, Dios está moviendo soberanamente los hilos, advirtiendo al faraón de hecho; implícitamente invitándole a que se arrepienta. Por ejemplo, mediante Moisés Dios ya había dicho al faraón: “Pero te he dejado con vida precisamente para mostrarte mi poder, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. Tú, sin embargo, sigues enfrentándote a mi pueblo y no quieres dejarlo ir.” (9:16–17). Pero ahora la paciencia del faraón finalmente se viene abajo. Advierte a Moisés de que no vuelva a aparecer ante él: “El día que vuelvas a verme, puedes darte por muerto” (10:28).

Está preparado el escenario para la última plaga, la más grande y más terrible de todas. Tras las nueve catástrofes anteriores, sería de esperar que la descripción ofrecida por Moisés de lo que sucedería (Éxodo 11) haría que el faraón se lo pensara antes de decir que no otra vez. Pero se niega a escuchar (11:9); y todo esto ocurre para que, como Dios mismo dice, “las maravillas del Señor se multiplicaran en Egipto” (11:9).

En Éxodo 11–12, encontramos otra descripción, casi circunstancial, de la provisión soberana por parte de Dios. Éxodo 11 nos informa, casi parentéticamente, que “el Señor hizo que los egipcios vieran con buenos ojos a los israelitas” (11:3). Luego se relata, en Éxodo 12, cómo los egipcios apremian a los israelitas a que abandonen el país (12:33). No es difícil entender las razones: ¿cuántas más plagas de este tipo serían capaces de soportar? Al mismo tiempo, los israelitas pidieron ropa, plata y oro. “El Señor hizo que los egipcios vieran con buenos ojos a los israelitas, así que les dieron todo lo que les pedían. De este modo los israelitas despojaron por completo a los egipcios” (12:36).

Desde el punto de vista psicológico, y mirándola retrospectivamente, esta reacción parece lógica. Además del miedo que provocaron los israelitas entre los egipcios, tal vez también había sentimientos de culpa. ¿Quién sabe? “Les debemos algo.” También desde el punto de vista psicológico, uno podría, por supuesto, imaginarse un escenario completamente diferente: en un ataque de rabia, los egipcios podrían haber masacrado a la gente cuyo líder, Moisés, y cuyo Dios les ha traído tanta devastación y tanta muerte.

En realidad, sin embargo, este desenlace se produce, por la mano poderosa de Dios: el Señor mismo inclinó los afectos del pueblo egipcio hacia ellos.

A menudo, este hecho se les escapa a los sociólogos y a quienes tratan la cultura en su conjunto como si fuese un sistema. Se olvidan de que Dios puede intervenir y dirigir los corazones y las mentes de las personas. La posibilidad de un reavivamiento masivo capaz de transformar los sistemas de valores de Occidente ya no es tomado en serio por los que sólo piensan en términos de sistemas cerrados. Pero, si Dios interviene y hace que los corazones de la gente estén dispuestos a recibir la predicación del evangelio…

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 59). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Humíllese ahora

28 Febrero 2017

Humíllese ahora
por Charles R. Swindoll

Job 42:1-11

Fíjese bien en las palabras de Job. Él no responde diciendo: “Eso es discutible”, sino que, por el contrario dice: “Me retracto y me arrepiento”. No hay ninguna presión divina. No hay una amenaza de parte de Dios. “¡Job, si no te pones de rodillas y me pides misericordia, te voy a destruir!”

No, sino que con sumisión blanda y resignada Job deja su caso en manos de Dios. “Tú me instruyes, y como resultado de tu instrucción me someteré gozosamente y aceptaré tu voluntad”. ¿Sabe lo que me encanta de esta actitud de Job? No habla para nada de “mis derechos”. No hay ningún indicio de prerrogativa personal. No hay ninguna expectativa o exigencia. No hay siquiera la petición de que Dios lo comprenda o lo defienda delante de sus conflictivos amigos. Asimismo, no hay un espíritu de autocompasión o de irritabilidad o depresión. Job está completamente tranquilo. Su ser íntimo está, por fin, en paz.

Usted podría decir: “Bueno, si Dios me hubiera bendecido a mí como bendijo a Job, yo también diría lo mismo”. Pero, espere un momento. Él todavía no ha recibido alivio ni una recompensa. El hombre sigue cubierto de llagas. Todavía no tiene una familia. Sigue sin un techo. Continúa en la ruina. Sin que nada externo haya cambiado, Job dice tranquilamente: “Señor, soy tuyo”.

Concéntrese en el momento. Humíllese en el momento, no después de que Dios lo exalte, sino ahora mismo. No espere. Retroceda, deje de discutir y descanse en Él. Es admirable la manera como el Señor tranquilizará su espíritu y le transportará a una esfera de contentamiento que usted nunca había conocido antes, a pesar de que la mayoría de las respuestas están faltando. Los filósofos de este mundo exigen respuestas. El creyente que aprende ahora a confiar por medio de esta clase de catastrófica experiencia, cueste lo que cueste, no exige nada. Y las angustias desaparecen lentamente, una tras otra.

“Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará” (Santiago 4:10).

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 los por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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¿A mí no me hablas?

¿A mí no me hablas?

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(Pilato dijo a Jesús): ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba.

Juan 19:10-11

Algunas preguntas de la Biblia

Esta fue la pregunta hecha por un juez a un acusado que comparecía ante su tribunal. El juez era Pilato, el gobernador romano de Jerusalén que tenía autoridad para decidir si el acusado debía vivir o morir. El acusado era Jesús, detenido como malhechor. A Pilato le sorprendió que Jesús no respondiese a todas sus preguntas y que no hablase para defenderse, e insistió: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte?”. Entonces Jesús le respondió que no tendría ningún poder si Dios no se lo hubiese dado.

La actitud de Jesús nos muestra en qué casos hay que callar o responder cuando alguien nos interroga. Jesús no habló para defenderse, sino más bien para llevar a su juez a reconocer la verdad. Cumplió la profecía que dice: “Como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció” (Isaías 53:7), y al mismo tiempo “dio testimonio de la buena profesión” (1 Timoteo 6:13).

Fácilmente nos inquietamos cuando somos interrogados sobre nuestra fe. Jesús lo sabe muy bien, por eso nos dice: “No os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11). Hablemos de nuestra fe en el momento adecuado y experimentaremos la ayuda del Señor en las situaciones difíciles.

“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).

2 Samuel 20 – Hechos 9:23-43 – Salmo 27:9-14 – Proverbios 10:22-23

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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Resultados radicales de la resurrección

FEBRERO, 27

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Resultados radicales de la resurrección

Devocional por John Piper

Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. (1 Corintios 15:19)

Pablo concluye, a raíz de los peligros que vive a cada hora, de su diario morir, y de luchar contra las bestias, que la vida que él ha escogido al seguir a Jesús es una necedad y es digna de lástima si él no fuera a ser resucitado de entre los muertos.

Si la muerte fuera el final del asunto, dice él, «comamos y bebamos porque mañana moriremos». Esto no significa «convirtámonos todos en glotones y borrachos», porque ellos son dignos de lástima también —con o sin resurrección—. Él se refiere a lo siguiente: Si no hay resurrección, lo que tiene sentido es una moderación intermedia para maximizar los placeres terrenales.

Sin embargo, no es eso lo que Pablo escoge. Él escoge el sufrimiento, porque escoge la obediencia. Cuando Ananías vino a él en su conversión con las palabras del Señor Jesús, «porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre» (Hechos 9:16), Pabló aceptó esto como parte de su llamado.

¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cuál fue la fuente de su obediencia radical? La respuesta se da en 1 Corintios 15:20: «Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron». En otras palabras, Cristo fue levantado y nosotros seremos levantados con él. Por lo tanto, ningún sufrimiento por Jesús es en vano (1 Corintios 15:58).

La esperanza de la resurrección cambió radicalmente la manera en que Pablo vivió. Lo liberó del materialismo y el consumismo. Le dio el poder para vivir sin muchas de las cosas que mucha gente siente que necesita tener en esta vida. Por ejemplo, a pesar de que él tenía derecho a casarse (1 Corintios 9:5), renunció a este placer porque él fue llamado a padecer mucho sufrimiento.

Jesús dijo que esta era la forma en que se supone que la esperanza de la resurrección cambiara nuestro comportamiento. Por ejemplo, nos dijo que invitáramos a nuestra casa a quienes no podrían devolvernos el favor en esta vida. ¿Cómo podemos ser motivados a hacer esto? «Tú serás recompensado en la resurrección de los justos» (Lucas 14:14).

Este es un llamado radical a examinar en detalle nuestra vida actual para ver si está moldeada de acuerdo con la esperanza de la resurrección. ¿Tomamos decisiones basándonos en la ganancia en este mundo o la ganancia en el mundo que sigue? ¿Tomamos riesgos en honor al amor que solo se entendería como una decisión sabia si es que hubiera una resurrección?

Que Dios nos ayude a volver a dedicar nuestro compromiso de por vida para que la resurrección siempre tenga en nosotros resultados radicales.

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Cuando Él no estaá dirigiendo

27 Febrero 2017

Cuando Él no está dirigiendo
por Charles R. Swindoll

Los días de los juegos de la infancia ya están en el distante pasado, y sin embargo las palabras del juego todavía resuenan en nuestros oídos: «¡Salgan, salgan, donde quiera que estén!» ¿Por qué el liderazgo en casa a veces parece como el juego de las escondidas? ¿Qué se puede hacer cuando un esposo no está dirigiendo?

La senda de sabiduría es seguir el plano del diseño original de Dios para el hogar. Las que siguen son cuatro pautas prácticas:

Propóngase hablar con Dios, no con otros. Como esposas, a menudo nos vemos tentadas a usar nuestras palabras para dar a conocer nuestros puntos. Un desencanto o una expectación no satisfecha nos lleva a lamentarnos en cuanto a «cómo deberían ser las cosas.» El dolor aumenta, atiborrando el corazón y no dejando espacio para la gracia o el perdón. Incluso anhelos no expresados hacen eco en nuestros pensamientos. Sin embargo las Escrituras nos dan dirección clara; palabras hirientes o acción decisiva no es la respuesta. Nehemías nos muestra un camino mejor. Él vertió sus deseos sólo ante el Señor por cuatro meses antes de pronunciar la primera palabra ante el rey en cuanto a su petición de reconstruir los muros de Jerusalén (Nehemías 1:1-2:4). Es nuestra comunión con el Señor, y no nuestras palabras, lo que determina una diferencia para atraer a los líderes de nuestras familias (1 Pedro 3:12).

Libérelo de la expectación. En la médula del corazón de todo esposo hay un deseo de satisfacer las expectaciones de su esposa. En la realidad, el pedestal en que lo colocamos es demasiado alto. Ningún hombre puede ser posiblemente el Gran Conversador, Ávido Abrazador, Papá Azucarado, Gigante Espiritual, y Hombre de Familia, todo envuelto en uno. Su relación personal respirará aire fresco de la gracia cuando se abandonan las expectaciones.

Espere la obra del Espíritu Santo. ¿Quién es aquí el Espíritu Santo, después de todo? Es posible que usted haya asumido un papel que Dios nunca propuso que tuviera. Es tarea de Dios convencer y guiar a la verdad (Juan 16:8-15). Dios hizo que el matrimonio sea un compañerismo de hombre y mujer, cada uno con sus propias brechas; que se necesitan el uno al otro. Recuerde que el amor “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:7). ¿Qué cree usted que Dios puede hacer en el corazón de su esposo?

Dé paso a las acciones alentadoras. ¿Qué conducta consagrada ve usted en su esposo? ¿Es él atento? ¿Protector? ¿Le encanta la paz? Busque los momentos cuando usted ve a Cristo resplandeciendo en su esposo, y use sus palabras para elogiarlo. Su respaldo y estímulo en cuanto a la forma en que él ejemplifica a Cristo hará honor a Dios y también a su esposo.

La meta de Dios en el matrimonio es una propuesta asombrosa. Él concibe la manera de hacer que los dos sean uno. Él declaró que un matrimonio consagrado simboliza la relación de Cristo con su esposa, la iglesia (Efesios 5:32). El buscar el deseo de Dios para su familia incluye dejar a un lado su determinación de resolver las cosas; y su mejor medio de influencia es la oración.

Tomado de Kelly Arabie, “When He’s Not Leading,” Insights (febrero 2007): 2. Copyright © 2007 por Insight for Living.

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“De verdad os digo: si no os arrepentís, vosotros también pereceréis”

“De verdad os digo: si no os arrepentís, vosotros también pereceréis”

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27 FEBRERO

Éxodo 10 | Lucas 13 | Job 28 | 1 Corintios 14

Pilato era un hombre débil y malévolo. El relato que encontramos en Lucas 13:1–5 es, por tanto, perfectamente creíble. Quizá los detalles sean algo oscuros, pero el marco general queda muy claro. Algunos galileos habían ofrecido sacrificios: si eran judíos, debieron hacerlo en el templo de Jerusalén. Tal vez estaban involucrados en alguna ala del movimiento nacionalista zelote, de modo que Pilato los veía como amenaza. Los hizo matar, y su sangre se mezclaba con la sangre de los animales que ellos mismos habían traído para ser sacrificados. Si lo de mezclar su sangre con la de los animales es literal, esto significa que Pilato los hizo matar en los atrios del templo – el sacrilegio mezclado con el asesinato.

Cuando se le pide su opinión a Jesús acerca de este suceso, su respuesta toma un rumbo que debió sorprender a sus interlocutores. Tal vez algunos esperaban que denunciase a Pilato; otros querían que se pronunciase acerca del movimiento zelote; unos cuantos querían oírle condenar a estos rebeldes, diciendo que recibieron lo que se merecieron. Jesús no escoge ninguna de estas opciones. “¿Pensáis que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Os digo que no! De la misma manera, todos vosotros pereceréis, a menos que os arrepintáis.” (13:2–3).

Lo que quería decir con esto se estaba perdiendo en medio de las sensibilidades políticas que esta tragedia suscita, por lo cual Jesús se refiere a otro incidente, en este caso sin galileos, ni Pilato, ni templo, ni sacrificios ni sangre mezclada. Dieciocho personas murieron cuando una torre se derrumbó. Jesús insiste en que esta gente no era en absoluto peor que cualquier otro habitante de Jerusalén. Más bien, se trata de aprender la misma lección: “todos vosotros pereceréis, a menos que os arrepintáis.” (13:5).

Este análisis sorprendente por parte de Jesús sólo tiene sentido si son verdad tres cosas: (a) Todos nosotros merecemos perecer. Si nos libramos, es por pura gracia. Lo que nos debería extrañar es el hecho de que tantos de nosotros sobrevivimos durante tanto tiempo. (b) La muerte nos llega a todos. A menudo, nuestros contemporáneos argumentan que la peor tragedia posible es morir joven. No es cierto. La verdadera tragedia es que todos nos encontramos bajo esta sentencia de muerte, y todos morimos. La edad en la que se produce la muerte sólo hace que sea relativamente mejor o peor. (c) La muerte tiene la última palabra para todos nosotros – a no ser que nos arrepintamos, sólo entonces seremos transportados más allá de la muerte al reino eterno de Dios.

¿Habéis oído hablar de los millones que sufrieron la muerte a manos de Pol Pot? ¿O de las matanzas brutales del sur de Sudán? ¿Habéis visto las tumbas masivas de Bosnia? ¿O las imágenes del pantano de Florida donde se estrelló el vuelo 592 de Valujet? “De verdad os digo: si no os arrepentís, vosotros también pereceréis”.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 58). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿De dónde vendrá mi socorro?

¿De dónde vendrá mi socorro?

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Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor… No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda… El Señor te guardará de todo mal; el guardará tu alma. – Salmo 121:1-7

Cuando necesitamos fuerzas es bueno buscarlas donde ellas están. Este salmo invita a los cristianos, quienes por naturaleza somos propensos a ocuparnos de nuestro propio sufrimiento, a ir a Dios.

¿Cuáles son esos montes de donde viene el socorro? Son los atributos de Dios y sus promesas. Dios tiene el control sobre las circunstancias de la vida de los suyos en cada situación. Su misericordia, su justicia, su poder, su amor, su fidelidad y su soberanía son algunas de las rocas sobre las que nuestra fe puede apoyarse.

En cuanto a las promesas de Dios, son una ayuda eficaz y continua para aquel que se las apropia. Fijando nuestra mirada en esos “montes” mantendremos el equilibrio en las sendas difíciles de la vida, pues Dios no permitirá que nuestro pie resbale. Y si guarda nuestro pie, todo nuestro ser será preservado. Nuestro Dios vela constantemente sobre nosotros; él no se siente cansado ni con sueño. Confiemos en él y caminaremos sin temor, incluso atravesando el valle de sombra de muerte.

La promesa de que Dios guardará nuestra alma es la seguridad de que seremos guardados de las garras del pecado, del peso del desánimo y de las pretensiones del orgullo. ¿Quién puede hacer daño a un alma que el Señor guarda?

Nadie puede sentirse más seguro que aquel a quien Dios protege; y nadie puede estar en tan gran peligro como aquel que busca en sí mismo su protección.

2 Samuel 19:24-43 – Hechos 9:1-22 – Salmo 27:5-8 – Proverbios 10:20-21

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Cuando Dios se vuelve 100 % a nuestro favor

FEBRERO, 26

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Cuando Dios se vuelve 100 % a nuestro favor

Devocional por John Piper

Entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (Efesios 2:3)

Toda la ira de Dios, toda la condenación que merecemos, fue derramada en Jesús. Todas las demandas de justicia perfecta de Dios hacia nosotros fueron cumplidas por Cristo. En el momento que vemos (¡por gracia!) este Tesoro y lo recibimos a él de este modo, su muerte cuenta como si fuera nuestra muerte y su condenación como nuestra condenación y su justicia como nuestra justicia, y Dios se vuelve en ese instante, irrevocablemente y para siempre, 100 % a nuestro favor.

La pregunta que queda sin responder es la siguiente: «¿No enseña la Biblia que en la eternidad Dios establece su favor hacia nosotros por medio de la elección?».

En otras palabras, las personas reflexivas se preguntan: «¿Se volvió Dios 100 % a nuestro favor solo en el momento de fe y unión con Cristo y la justificación? ¿No se había vuelto 100 % a nuestro favor en el acto de la elección desde antes de la fundación del mundo?». Pablo dice en Efesios 1:4-5: «… [Dios] nos escogió en Él [Cristo] antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo».

Entonces ¿no está Dios 100 % a favor de los elegidos desde la eternidad? La respuesta se encuentra en el significado de 100 %.

Con el término 100 % estoy tratando de preservar una verdad bíblica que se encuentra en varios pasajes de las Escrituras. Por ejemplo, en Efesios 2:3, Pablo dice que los cristianos eran «hijos de ira» antes de que fueran vivificados en Cristo Jesús: «todos nosotros en otro tiempo vivíamos [con los hijos de desobediencia] en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás».

Pablo está queriendo decir que, antes de la regeneración, la ira de Dios estaba sobre nosotros. Los elegidos estaban bajo ira. Esto cambió cuando Dios nos dio vida en Cristo Jesús y nos despertó a la verdad y la belleza de Cristo para que lo recibiéramos como a aquel que murió por nosotros y —por nuestra unión a él— aquel cuya justicia es contada como nuestra. Antes de que esto pasara, estábamos bajo la ira de Dios. Después, debido a la fe en Cristo y la unión a él, toda la ira de Dios fue quitada y luego él se volvió, en ese sentido, 100 % a nuestro favor.

Por lo tanto, regocijémonos en la verdad de que Dios nos guardará. Él nos llevará hasta el final porque, en Cristo, él está 100 % a nuestro favor. Por lo tanto, llegar al final no hace que Dios esté 100 % a nuestro favor. Llegar al final es el resultado de que él ya estuviera 100 % a nuestro favor.

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