“Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte”

22 FEBRERO
Éxodo 5 | Lucas 8 | Job 22 | 1 Corintios 9
Según Lucas 8:19–21, la madre y los hermanos de Jesús habían venido a verle, pero no lo consiguieron debido a la gran multitud. Jesús fue avisado: “Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte” – aparentemente bajo la impresión de que Jesús mismo abriría paso a través de la muchedumbre para llegar hasta ellos, o que usaría su autoridad para hacer que ellos pudiesen pasar. Al fin y al cabo, no era una cultura tan egoísta como la nuestra, y mucho más orientada hacia la familia tanto nuclear como también hacía la amplia.
Por esto resulta tan asombrosa la respuesta de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica” (8:21). Hay que decir cuatro cosas en relación con esto.
En primer lugar, no se trata de ningún texto aislado. Una vez que Jesús comienza su ministerio público, no hay ninguna ocasión, hasta la cruz, en la que muestre la más mínima preferencia hacia los miembros de su propia familia, incluida su madre. En cada ocasión, o se aleja de ellos (como aquí y en 11:27–28), o se lo reprocha (Juan 2:1–11). No hay excepción alguna. Los que argumentan que María tenía alguna clase de acceso especial a los sentimientos de Jesús y a las bendiciones que sólo él podía pronunciar, no pueden usar este texto, de forma responsable, para avalar su punto de vista.
En segundo lugar, los motivos del comportamiento de Jesús no son difíciles de apreciar. Aparte de este pasaje, los evangelios continuamente hacen referencia a la singularidad de Jesús. En el contexto de Lucas, la conexión familiar queda ensombrecida por la concepción virginal de Jesús, lo cual está estrechamente ligado con su misión y con su identidad. A juzgar por el libro de Hechos, incluso la familia natural de Jesús tuvo que asumir, después de la resurrección, quién era este hijo y hermano suyo, y se hicieron miembros de la comunidad cristiana que le rendía culto.
En tercer lugar, esto no da a entender, ni mucho menos, que Jesús fuese insensible a los sentimientos de su familia. En uno de los momentos más emotivos del evangelio de Juan, encontramos a Jesús en la cruz, y, casi exánime ya, hace provisión para las necesidades materiales y emocionales de su madre desconsolada (Juan 19:26–27).
En cuarto lugar, es importante darnos cuenta de la fuerza de este pasaje: Jesús insiste en que los más cercanos a él, los que le “pertenecen”, los que tienen acceso inmediato a él, los que forman parte de su verdadera familia, ya no serán sus parientes biológicos, sino los que “oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica” (8:21). A diferencia de muchos gobernadores, Jesús no mostró ningún interés en establecer ninguna dinastía en la tierra. Llegó para la creación perenne de la familia de Dios – caracterizada por su respuesta obediente a la Palabra de Dios.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 53). Barcelona: Publicaciones Andamio.
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