«Yo soy Dios, el Dios de tu padre»
13 FEBRERO
Génesis 46 | Marcos 16 | Job 12 | Romanos 16
Una de las verdades que resulta más difícil comprender es que el Dios de la Biblia es tanto personal – que se relaciona con otras personas – como trascendente (es decir, más allá del espacio y del tiempo, que es el ámbito en el que todas nuestras relaciones personales tienen lugar). Como Soberano trascendente, reina sobre todo, sin excepción; como Creador personal, se relaciona con todos los que llevan su imagen, revelándose no sólo como personal, sino también como absolutamente bueno. Cómo hacer que todas estas piezas encajen, queda, al fin y al cabo, fuera de nuestra capacidad intelectual, por mucho que se den por sentadas en las Escrituras.
Cando Jacob recibe la noticia que José vive, ofrece sacrificios a Dios, quien, otra vez más, vuelve a revelarse, por gracia, a Jacob: “—Yo soy Dios, el Dios de tu padre —le dijo—. No tengas temor de ir a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Yo te acompañaré a Egipto, y yo mismo haré que vuelvas. Además, cuando mueras, será José quien te cierre los ojos.” (Génesis 46:3–4).
El libro de Génesis deja claro que Jacob sabía que el pacto que Dios hizo con Abraham incluía la promesa de que la tierra donde residían le sería entregada un día a él y a sus descendientes. Fue por esto por lo que Jacob necesitaba una revelación directa por parte de Dios para inducirlo a marcharse de la tierra. Jacob quedó reconfortado a tres niveles: (a) Dios haría que sus descendientes se multiplicasen hasta llegar a ser una gran nación durante su peregrinaje en el desierto; (b) Dios acabaría por sacarles de Egipto; (c) personalmente, Jacob es reconfortado al saber que José, su hijo perdido hacía mucho tiempo, estará presente en el momento de su propia muerte.
Todo esto le ofrece consuelo personal. También desvela algo de los misterios de la soberanía providencial de Dios, porque los lectores del Pentateuco saben que esta estancia en Egipto desembocará en la esclavitud, que se dirá de Dios que “oye” los clamores de su pueblo y que, a lo largo de los años, levantará a Moisés, el agente de Dios en las diez plagas, el cruce del Mar Rojo, la entrega del pacto de Sinaí, el vagar por el desierto y la llegada (o más bien retorno) a la Tierra Prometida. El Dios soberano que trae a José a Egipto a fin de preparar el camino a esta pequeña comunidad de 70 personas tiene en mente numerosos y complejos planes para su futuro. Estos tienen como propósito llevar al pueblo al próximo nivel de la historia redentora y enseñarles que las palabras de Dios son más importantes que los alimentos (Deuteronomio 8).
Es tan difícil desligar la trascendencia soberana de Dios del hecho que también es Persona, como sacar un ala de un avión y seguir esperando que vuele.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 44). Barcelona: Publicaciones Andamio.