Acepte su responsabilidad

Acepte su responsabilidad

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2/13/2017

Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos. (Salmo 51:4)

 Si quiere pecar cada vez menos y tener un mayor desarrollo espiritual en su vida, debe aceptar su responsabilidad. No le eche la culpa a sus circunstancias, a su cónyuge, a su novio o a su novia, a su jefe, a sus empleados o a su pastor. Ni siquiera le eche la culpa a Satanás. Su pecado es culpa suya. Sin duda que el sistema del mundo puede contribuir al problema, pero el pecado ocurre en definitiva como un acto de la voluntad; y usted es responsable de eso.

Tal vez uno de los mejores ejemplos de alguien que aprendió a aceptar su responsabilidad sea el del hijo pródigo. Cuando volvió a casa con su amoroso padre, dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lc. 15:21). Estuvo incluso dispuesto a que se le tratara como a un modesto jornalero porque sabía que no merecía nada (v. 19). Esa es la actitud correcta de alguien que confiesa su pecado.

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Bíblicamente correcto

13 Febrero 2017

Bíblicamente correcto
por Charles R. Swindoll

Job 27:1-23

Piénselo: ¿No es excelente ese comentario final? El hombre malo puede tener más ropa en su clóset, pero terminará dejándola para nosotros. ¿Recuerda ese texto materialista que se puede leer en algunos automóviles que dice: “Quien muere con más juguetes gana”? La verdad es que quien al morirse tiene más juguetes, se los pasa al bueno, y es el justo quien los disfruta! Job se ha dado cuenta de esta prioridad: El mal ocurrirá, pero no triunfará al final. Eso produce un sentido de justicia.

¡Allí es donde se van esas grandes riquezas! Cuántas veces hemos visto o sabido de personas que tienen mucho dinero, pero no pasa mucho tiempo sin que se les acabe. Esas riquezas fueron como un águila, se fabricaron alas para sí mismas. Tenga la seguridad de que Dios lleva una cuenta exacta de todo. Además, Él sabe quién es el bueno y quién es el malo.

Es fácil desconcentrarse si uno ve demasiadas noticias en la televisión. Tenga mucho discernimiento en cuanto a lo que ve, escucha y lee. Si la fuente no es confiable, la información será errada. Afortunadamente, todavía hay algunos hoy en día que piensan bien y que no tienen temor de decirlo. Sus palabras nos recuerdan que lo malo es malo, que la maldad será juzgada, ¡y que el malvado será el perdedor al final, no importa que parezca estar ganando! James Russell Lowell, poeta y ensayista estadounidense del siglo XIX, lo expresó muy bien cuando escribió en su libro The Present Crisis (La crisis presente):

La verdad, para siempre en el cadalso,
El mal, para siempre sobre el trono.
Pero al futuro lo mece ese cadalso,
detrás de la ignota oscuridad,
Está Dios, en medio de las sombras,
Protegiendo a los suyos.

Permanezca en el cadalso. Siga teniendo una mente clara. ¡Rechace tolerar el mal! Al igual que Job, siga teniendo sus prioridades en armonía con la Palabra de Dios. Deje que Dios le dicte su agenda y le ayude a interpretar los sucesos de nuestro tiempo. Vuélvase correcto en las cosas de la Biblia, antes que convencional en las cosas del mundo.

El mal ocurrirá, pero no triunfará al final. —Charles R. Swindoll

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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«Yo soy Dios, el Dios de tu padre»

«Yo soy Dios, el Dios de tu padre»

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13 FEBRERO

Génesis 46 | Marcos 16 | Job 12 | Romanos 16

Una de las verdades que resulta más difícil comprender es que el Dios de la Biblia es tanto personal – que se relaciona con otras personas – como trascendente (es decir, más allá del espacio y del tiempo, que es el ámbito en el que todas nuestras relaciones personales tienen lugar). Como Soberano trascendente, reina sobre todo, sin excepción; como Creador personal, se relaciona con todos los que llevan su imagen, revelándose no sólo como personal, sino también como absolutamente bueno. Cómo hacer que todas estas piezas encajen, queda, al fin y al cabo, fuera de nuestra capacidad intelectual, por mucho que se den por sentadas en las Escrituras.

Cando Jacob recibe la noticia que José vive, ofrece sacrificios a Dios, quien, otra vez más, vuelve a revelarse, por gracia, a Jacob: “—Yo soy Dios, el Dios de tu padre —le dijo—. No tengas temor de ir a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Yo te acompañaré a Egipto, y yo mismo haré que vuelvas. Además, cuando mueras, será José quien te cierre los ojos.” (Génesis 46:3–4).

El libro de Génesis deja claro que Jacob sabía que el pacto que Dios hizo con Abraham incluía la promesa de que la tierra donde residían le sería entregada un día a él y a sus descendientes. Fue por esto por lo que Jacob necesitaba una revelación directa por parte de Dios para inducirlo a marcharse de la tierra. Jacob quedó reconfortado a tres niveles: (a) Dios haría que sus descendientes se multiplicasen hasta llegar a ser una gran nación durante su peregrinaje en el desierto; (b) Dios acabaría por sacarles de Egipto; (c) personalmente, Jacob es reconfortado al saber que José, su hijo perdido hacía mucho tiempo, estará presente en el momento de su propia muerte.

Todo esto le ofrece consuelo personal. También desvela algo de los misterios de la soberanía providencial de Dios, porque los lectores del Pentateuco saben que esta estancia en Egipto desembocará en la esclavitud, que se dirá de Dios que “oye” los clamores de su pueblo y que, a lo largo de los años, levantará a Moisés, el agente de Dios en las diez plagas, el cruce del Mar Rojo, la entrega del pacto de Sinaí, el vagar por el desierto y la llegada (o más bien retorno) a la Tierra Prometida. El Dios soberano que trae a José a Egipto a fin de preparar el camino a esta pequeña comunidad de 70 personas tiene en mente numerosos y complejos planes para su futuro. Estos tienen como propósito llevar al pueblo al próximo nivel de la historia redentora y enseñarles que las palabras de Dios son más importantes que los alimentos (Deuteronomio 8).

Es tan difícil desligar la trascendencia soberana de Dios del hecho que también es Persona, como sacar un ala de un avión y seguir esperando que vuele.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 44). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Orar con los labios o con el corazón

Orar con los labios o con el corazón

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El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.

2 Corintios 9:6-7

Un hombre rico, que decía ser cristiano, oraba con su familia para que Dios cuidase de los pobres y los desdichados. Pero cuando un mendigo llamaba a su puerta, se apresuraba a responder que no le quedaba nada, que solo tenía para sus propias necesidades.

Tristemente su pequeño hijo había asistido muchas veces a esas escenas en las que su padre despedía a esos menesterosos. Sin embargo, al llegar la noche oraba sin falta por aquellos que no tenían lo necesario.

–Papá, le dijo su hijo un día, ¡cómo me gustaría tener tu dinero!

–¿Qué harías con él, hijo mío?

–Respondería tus oraciones.

¿No nos sucede, queridos cristianos, que pronunciamos hermosas oraciones sin estar motivados por lo que pedimos, y sin darnos cuenta de que a veces tenemos nuestra propia responsabilidad para que sean respondidas? Por ejemplo, si decimos: “Hágase tu voluntad”, ¿nos damos prisa para saber cuál es y hacerla?

En los evangelios a menudo escuchamos a nuestro Señor denunciar a los fariseos hipócritas que, so pretexto de hermosas oraciones, solo buscaban su reputación religiosa y sus intereses personales. ¿Nos parecemos a ellos?

Un contraste perfecto es el Señor Jesús en su vida de olvido de sí mismo, compartiendo las tristezas de los demás y mediante una total abnegación. ¡Una vida así debería caracterizar a cada uno de los que dicen pertenecer a él!

2 Samuel 6 – Mateo 27:1-31 – Salmo 22:12-15 – Proverbios 9:1-6

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.chlabuena@semilla.ch

La ciudad perfecta

FEBRERO, 13

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La ciudad perfecta

Devocional por John Piper

Pues [Dios] les ha preparado una ciudad. (Hebreos 11:16)

Sin contaminación, ni grafito, ni basura, ni paredes despintadas o garajes de podredumbre, ni césped muerto o botellas quebradas, ni lenguaje grosero de la calle, ni confrontaciones con actitud desafiante, ni violencia doméstica, ni peligros en la noche, ni incendios provocados o mentiras o robos o asesinatos, sin vandalismos y sin monstruosidades.

La ciudad de Dios será perfecta porque Dios estará en ella. Él caminará y hablará y se manifestará en cada parte de esta ciudad. Todo lo que es bueno y hermoso y santo y pacífico y verdadero y feliz existirá en ese lugar, porque Dios estará ahí.

La justicia perfecta estará presente, así como recompensa que retribuye mil veces cada dolor sufrido en obediencia a Cristo. Y nunca se deteriorará. Es más, brillará cada vez más a medida que la eternidad va estirándose hacia una era infinita de gozo creciente.

Cuando deseamos esta ciudad por sobre todas las cosas en la tierra estamos dando honor a Dios, quien, de acuerdo a Hebreos 11:10, es el arquitecto y constructor de la ciudad. Cuando honramos a Dios, él se agrada y no se avergüenza de ser llamado nuestro Dios.


Devocional tomado del sermón “La esperanza de los exiliados en la Tierra”

http://solidjoys.sdejesucristo.org/