“los buenos” y “los malos”

2 FEBRERO
Génesis 34| Marcos 5 | Job 1 | Romanos 5
Las películas y los libros de venganza son tan propios de la cultura popular que rara vez pensamos en la ambigua naturaleza corrosiva del pecado. Solo existen “los buenos” y “los malos”. Sin embargo, en el mundo real, el pecado no corrompe únicamente a quienes hacen el mal, sino también a aquellos que responden con arrogante indignación; créanme que es algo bastante habitual. Las únicas personas que no tienen culpa en este terrible suceso de violación y saqueo (Génesis 34) son las víctimas: Dina misma, por supuesto, y los de Siquem que, sin tener nada que ver con el pecado del hijo de Hamor o la corrupción de este, fueron masacrados o esclavizados.
Siquem, hijo de Hamor, es culpable sin lugar a dudas. A la luz de la violación cometida contra Dina, sus esfuerzos por pagar la dote y asegurarse de que los demás varones accedieran a la circuncisión parece más bien un egoísmo decidido y deliberado que una noble expiación; en cierto modo, era como si la violación no hubiera acabado. El razonamiento de Hamor y su hijo, tanto al acercarse a la familia de Jacob como a su propio pueblo, está motivado por el egoísmo y se caracteriza por las medias verdades. No reconocen su delito ni hablan con sinceridad, e intentan influenciar a su propio pueblo despertando su avaricia.
Los hermanos de Dina, “muy dolidos y, a la vez, llenos de ira” (34:7), pueden contar con nuestra comprensión, pero sus posteriores actos son indefendibles. Con extraordinaria hipocresía, utilizan el rito religioso más importante de su fe como medio para incapacitar a los hombres del pueblo (el término ciudad se refiere a una comunidad, cualquiera que sea su tamaño), para matarlos y llevarse a sus esposas, hijos y riquezas como botín. ¿Acaso estaban honrando así a Dina? ¿Agradaba esto a Dios?
También el papel desempeñado por Jacob resulta, como poco, ambiguo. Su silencio inicial (34:5) pudo no ser más que conveniencia política, pero no parece noble y carece de principios. Su conclusión final (34:30) es, sin duda, una valoración precisa de los peligros políticos; sin embargo, no proporciona justicia ni alternativa.
¿Qué aporta este capítulo al libro de Génesis, y, de hecho, al canon?
Mucho. Para empezar, nos recuerda un patrón recurrente. Una vez más, Dios, en su misericordia, intervino y ayudó a su pueblo en medio de una crisis (como lo hizo en Gn. 32–33), pero esto no significaba que ya estuvieran fuera de cualquier peligro moral o que no fueran hacia la corrupción. Más bien nos aclara de nuevo que la línea prometida no se ha escogido por una superioridad intrínseca; este capítulo es un argumento implícito de la primacía de la gracia. Se diría que la crisis de Siquem fue la que llevó a la familia de regreso a Betel (Gn. 35:1, 5), dando fin a los movimientos de Jacob y, como hecho aún más relevante, recordando al lector que “la casa de Dios” es más importante que cualquier morada meramente humana.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 33). Barcelona: Publicaciones Andamio.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...