
Hace mucho tiempo, una cristiana visitaba un hospital militar inglés en el Cairo (Egipto). Entre los heridos, un joven escocés que había perdido una pierna gemía llamando a su madre. La visitante se inclinó hacia él y pasó un paño mojado por su frente ardiente. El joven abrió los ojos y le dijo:
–Gracias señora, usted me recuerda a mi madre.
–¿Desea que le escriba?
–El médico lo hará por mí, pero… más bien cánteme un himno. Ella dudó, en medio de la gran sala. Pero, viendo el sol ocultarse sobre el Nilo, comenzó a cantar un himno conocido:
Poco a poco las cabezas se voltearon hacia ella y las voces se unieron a su canto. Al final muchos cantaron con emoción:
El joven escocés agradeció a su visitante y le dijo: –Sí, estaré allá, porque mi fe se funda sobre lo que mi Salvador sufrió por mí en la cruz.