
¿Olvidando Lo Que Queda Atrás?
Por Andrew Kerr
Pensé que sería apropiado, a medida que avanzamos en este año, considerar, brevemente, el celo de Pablo por «seguir adelante» con el Señor.
7 Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, 9 y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, 10 y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte, 11 a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos. 12 No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también[e] fui alcanzado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. – Filipenses 3:7-14
Como muchas afirmaciones bíblicas, no debe ser absolutizada, particularmente cuando se trata de olvidar lo que está detrás.
El apóstol casi con toda seguridad toma esta metáfora de la arena – la longitud del campo en Atenas era de 607 pies desde los bloques de salida hasta el poste de llegada.
Para obtener el premio, los corredores no deben distraerse – mirar hacia atrás no sólo deletrea peligro sino que también hace que los atletas se desaceleraran: un retraso en el titubeo resultaría en una derrota.
Para alcanzar el objetivo del corredor y recibir la llamada del 1er premio, se necesita una concentración mental total, ojos fijos en la meta, motivados por el olor del éxito, para hacer que el esfuerzo de los tendones valga la pena.
Cuando traducimos esta metáfora al ámbito espiritual, es útil pensar en lo siguiente cuando la aplicamos a nosotros mismos:
Es bueno mirar hacia atrás en las siguientes circunstancias:
- Conmemorar lo que Dios ha hecho – en la redención, en la historia, en los avivamientos, a través de los héroes, para las iglesias y en los creyentes.
- Reflexionar sobre la obra de la gracia de Dios en nuestras propias vidas – predestinados, llamados, justificados, el progreso hasta la fecha en la gracia santificante, y todo lo que precede a la gloria que nos espera.
- Arrepentirse o profundizar en el arrepentimiento de los pecados no confesados o confesados superficialmente.
- Reparar las relaciones que deberían haberse arreglado hace mucho tiempo – es trágico cuando muere un hermano o hermana con el que no nos hemos reconciliado.
- Para guiarnos de la contrición, a las promesas del Evangelio, por la gracia y la gloria que se encuentra en Cristo, en la búsqueda de la santidad.
¿Por qué es bueno mirar hacia atrás a esas cosas?
A. Acelera (y de hecho es parte de) la santificación y el progreso que Pablo persigue en la búsqueda de la plena conformidad con Cristo – la ingratitud y la impenitencia en realidad frenarán nuestro caminar y nos obstaculizarán en esta carrera.
B. Nos anima y nos estimula cuando pensamos en lo que Dios ya ha hecho, y sabiendo que Él es fiel, y seguramente continuará haciendo lo mismo – Él es el mismo ayer, hoy y siempre.
C. Glorifica a Dios y está ordenado en la Escritura – ya que A y B todo obrará para bien.
Es malo mirar hacia atrás en las siguientes circunstancias:
- Cuando nos llena de una pena impropia, un resentimiento amargo o un desánimo sombrío, hay algunas cosas que necesitan ser decididamente «encarpetarlo» si queremos correr bien.
- Cuando nos encerramos en nosotros mismos en una introspección malsana sobre los pecados anteriores, no podemos deshacer los problemas que no se pueden resolver y que no hemos causado.
- Cuando estamos llenos de vanos arrepentimientos sobre decisiones que tomamos que fueron tontas o imprudentes y que nos dejan en dolor, vacilantes o confundidos – Cristo derramó su sangre y se ofreció a sí mismo por (y a) nosotros para quitar estos grilletes de nuestros pies y sogas de nuestros cuellos (en cambio debemos confiar en Dios, mientras esperamos con optimismo, para ver cómo nuestros numerosos, trágicos, errores serán soberanamente anulados, en el amor, para bien).
- Cuando empezamos a jactarnos ante el Señor en nuestro pedigrí, herencia, religión, rituales, servicio, esfuerzos como obras de justicia por las cuales nos justificamos.
- Cuando comenzamos a jactarnos ante Dios en cualquiera de los casos anteriores y por lo tanto volvemos nuestra mirada hacia nosotros mismos (y nos alejamos de Cristo que se nos ofrece gratuitamente en los medios de gracia).
¿Cómo y cuándo debemos mirar hacia atrás?
Así que mira hacia atrás al Dios que ha hecho grandes cosas por nosotros, y mira hacia atrás para confesar tu pecado para poder avanzar; pero no mires hacia atrás para acumular crédito para ti mismo – en vez de eso mira hacia adelante a Cristo, que es tanto la meta como el llamado – el Resucitado, Exaltado, Salvador tiene gracia en el presente, más gracia para el futuro, y gloria al final, cuando el llamado hacia arriba esté completo, cuando veas Su rostro sonriente.
Recuerden, siempre, ¡mirar a Cristo!
Y si estás plagado de la tendencia a mirar hacia atrás de manera equivocada, o si siempre estás mirando por encima del hombro al pecado, acelera el paso, mira a Cristo – Su mirada siempre fue correcta. ¡Él fijó ambos ojos en la Cruz! Lo hizo para ganar (y luego conceder a los que lo piden) la gracia sobreabundante de mantener los ojos fijos en Él.
Artículo de: Evangelio Blog