El Juez de nuestros corazones

Isha – Salmos

DÍA 85 – Salmo 50

Dosis: Sinceridad

El Juez de nuestros corazones

“Habla el SEÑOR, el Dios de dioses: convoca a la tierra de oriente a occidente. Dios resplandece desde Sión, la ciudad bella y perfecta. Nuestro Dios viene, pero no en silencio; lo precede un fuego que todo lo destruye, y en torno suyo ruge la tormenta.” (Salmo 50:1–3) (NVI).

¿Cómo te sentirías si de pronto Dios te llamara a un juicio con Él cara a cara? ¿Si tuvieras que descubrir ante Él tu corazón y tus verdaderas motivaciones? Este Salmo simula un juicio, donde es Dios quien convoca a sus fieles para recordarles las características de una verdadera adoración y no sigan viviendo una falsa espiritualidad. Es un poema profético que incluye al juez, los oyentes, los testigos, el acusado y la acusación: “El SEÑOR convoca a los cielos y a la tierra, para que presencien el juicio de su pueblo: «Reúnanme a los consagrados, a los que pactaron conmigo mediante un sacrificio.» El cielo proclama la justicia divina: ¡Dios mismo es el juez!

Luego de convocar a los cielos y a la tierra llama a su pueblo, el cual será juzgado: “«Escucha, pueblo mío, que voy a hablar; Israel, voy a testificar contra ti: ¡Yo soy tu Dios, el único Dios!” Luego Dios presenta las acusaciones que tiene por las acciones del pueblo que le había jurado fidelidad. Diciéndoles que no se complace con la religiosidad, ni los sacrificios que se llevan a cabo, sino con el sentido ético y moral que implica acercarse a Dios y cumplir sus votos de todo corazón.

Dios se dirige aquí a las personas religiosas que dan énfasis a la observancia exterior de la ley ceremonial, pensando que eso basta para agradarle. Los israelitas creían que Dios estaría agradecido y satisfecho por la multitud de sacrificios que le ofrecían sobre el altar; pero Dios les declara que no necesitaba tales sacrificios:

“No te reprendo por tus sacrificios ni por tus holocaustos, que siempre me ofreces. No necesito becerros de tu establo ni machos cabríos de tus apriscos, pues míos son los animales del bosque, y mío también el ganado de los cerros. Conozco a las aves de las alturas; todas las bestias del campo son mías.”

Seguramente quienes vivían bajo la ley se preguntaron: ¿Cómo entonces complacerlo y agradarle? Dios mismo les da la respuesta: él se complace y se deleita en la sinceridad del corazón del hombre y la mujer que lo alaba, lo obedece y ama su prójimo como a sí mismo. Dios quiere nuestra fidelidad, lealtad, y gratitud, quiere que aprendamos a confiar en Él con un compromiso personal que nos lleve a confiar en su amor para que experimentemos una verdadera relación de Rey a pueblo, de Padre a hija. Él anhela que lo amemos con todo nuestro corazón y que ese amor se refleje en nuestro estilo de vida: ¡Ofrece a Dios tu gratitud, cumple tus promesas al Altísimo! Invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú me honrarás.»

Oración: Señor enséñame a adorarte y a amarte con todo mi corazón, que los únicos sacrificios que te presente sean mi oración y mi alabanza. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 100). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.


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