Isha – Salmos

DÍA 87 – Salmo 51
Dosis: Arrepentimiento y Perdón
De Rodillas
“Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado”. (Salmo 51:1–3) (NVI)
Esta es una oración intensa de arrepentimiento, donde el salmista abrumado por su pecado, pide a Dios perdón, purificación y renovación interior. El subtítulo dice que fue escrito luego que David pecó con Betsabé. ¿Alguna vez se desgarró tu alma por un pecado? ¿Has sufrido por fallarle a Dios, reconociendo que al hacerlo te fallabas también a ti misma? ¿Tienes aún una consciencia culpable? Este salmo puede guiarte a buscar la paz que tu alma necesita.
Lo primero que hace David es apelar a la misericordia divina: “ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad”. David fundamenta su petición en la naturaleza misma de Dios, en el amor divino que él conoce, porque sabe que la gracia de Dios, es activada cuando una persona se arrepiente de todo corazón y busca su perdón. Al decirle a Dios “ten piedad” es consciente que está pidiendo un favor inmerecido, confiando en su abundante misericordia. Palabra que significa que el corazón de Dios se conmueve por la miseria humana.
David reconoce su propia miseria, su condición de maldad y acepta la gravedad de su culpa, y que ha roto su pacto con Dios: “Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable.” Dios es justo y puro. A la piedad, misericordia y compasión, el salmista añade la justicia de Dios frente a su maldad, pecado y rebelión.
No sé si alguna vez te has dolido así por alguno de tus pecados. Si has sentido que pecabas contra ese Dios de amor, si se desgarró tu alma al reconocer que fallaste, erraste el blanco o cediste a tus debilidades. El dolor por el pecado es más profundo cuando conocemos a ese Dios de toda gracia, cuando tenemos presente que Jesús fue a la cruz por nuestros pecados. Cuando ya hemos experimentado su perdón y volvemos a pecar, como en el caso de David y la circunstancia a la que hace mención este salmo.
Todas somos vulnerables frente a las tentaciones de la vida, todas podemos fallar y pecar ¡aún amando a Dios podemos rebelarnos contra Él y romper nuestro pacto como hizo David! El peso, la carga y el dolor por el pecado serán mayores si le conocemos, por eso David sufre y confiesa su naturaleza pecaminosa y le pide perdón: “Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre.”
Amada si hay algún pecado “delante de tus ojos, delante de ti” arrepiéntete y busca con todo tu corazón a Dios como el salmista, humíllate con sinceridad apelando a su gracia y a su misericordia, para que experimentes su perdón liberador.
Oración: Señor, tú conoces mi corazón y mis debilidades, perdona mis pecados y lávame de mi maldad. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 102). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.