
Tu iglesia local es más que un evento
NATHAN DÍAZ
“Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: ‘Hoy’; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado”, Hebreos 3:13.
Para muchos de nosotros, la iglesia es una especie de evento. Cada domingo pensamos algo parecido a esto: “¿Qué nos prepararon en la iglesia para hoy? Los músicos practicaron para el tiempo de alabanza, y el predicador viene a traer un sermón. Voy a evaluar si lo que hicieron me gustó y suple mis necesidades personales”.
Así, muchos creyentes ven congregarse con la iglesia como ir al cine. Entro al lugar con ciertas expectativas, y salgo evaluando si lo que recibí realmente cumplió con ellas. La ofrenda es como el pago del boleto para entrar. No hay devoluciones y estoy dispuesto a correr el riesgo de que no me guste lo que me ofrecen ese día, pero entiendo que eso es parte de lo que se espera de mí.
Lamentablemente, el tiempo de pandemia y cuarentena fomenta más esta percepción de la iglesia. Los domingos consumimos desde nuestros hogares lo que alguien preparó para nosotros. Se me hace aún más fácil ver el servicio de otra iglesia si me aburro de la mía, o si no me gusta lo que me ofrecen. Después de todo, ¡nadie sabrá cuál servicio estoy viendo!
Pertenecer a la iglesia implica que tengo que conocer a otros y ser conocido por ellos, para poder exhortar y ser exhortado
Pero Hebreos 3:13 nos confronta con uno de los principales propósitos de lo que significa ser iglesia: “Exhórtense los unos a los otros cada día”. Eso significa que escuchar y entonar unas alabanzas y recibir un sermón es solo una pequeña parte de lo que significa la iglesia. Pertenecer a la iglesia implica que tengo que conocer a otros y ser conocido por ellos, para poder exhortar y ser exhortado. Es fácil mantener nuestra vida privada, especialmente cuando está llena de luchas y debilidades. ¡Pero eso es lo que el texto dice que es tan peligroso!
Si nadie conoce mis luchas y mis tentaciones, el autor de Hebreos asume que seré “endurecido por el engaño del pecado”. Será fácil pensar que, mientras otros vean en mí las conductas correctas, lo que hay en mi corazón no tiene que ser expuesto.
Necesitas la iglesia local para perseverar
¿Qué es lo que hay en nuestro corazón? Una batalla contra la incredulidad. Nuestra tendencia es a no creerle realmente a Dios. Nos inclinamos a dudar que Él es realmente bueno y más sabio que nosotros y, por lo tanto, a pensar que no es digno de que confiemos en Él y en su soberanía para obedecerlo, especialmente cuando es difícil. Así que la batalla contra la incredulidad es la batalla más importante de la vida cristiana.
La batalla contra la incredulidad es la batalla más importante de la vida cristiana
El libro de Hebreos nos muestra que la evidencia de una fe que salva es la perseverancia (2:1; 3:1, 14; 6:11-12; 10:23, 35; 12:1). Y aunque Dios es el que hace la obra de llevarnos hasta el final en su voluntad (13:20-21), una de las principales herramientas que Él usa es la iglesia. Por eso dice en Hebreos 10:23-25:
“Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es Aquél que prometió. Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”.
En otras palabras, sin la obra de Dios a través de Su iglesia en tu vida, no vas a perseverar en una fe que batalla contra la incredulidad. Entonces, ¿qué es la iglesia? No es un evento. No es un edificio. No es un video. La iglesia es una familia que está allí para ti, para buscar que la obra de Dios —hacerte llegar hasta el final de tu carrera en la fe— sea una realidad en ti. No menosprecies este regalo no opcional para los hijos de Dios.
Nathan Díaz es pastor de enseñanza en la Iglesia Evangélica Cuajimalpa en la ciudad de México y productor del programa de radio “Clasificación A”, que se transmite en diversas emisoras a lo largo del mundo hispano. Estudió Biblia y teología en el Instituto Bíblico Moody de Chicago. Él y su esposa Cristin tienen tres hijos, Ian, Cael y Evan.