
Manantiales en el Desierto | Lettie B. Cowman
Mayo 4
«Porque El es el que hace la llaga, y El la vendará; El hiere, y Sus manos curan.» Job 5:18
El ministerio de una gran aflicción.
Cuando pasamos junto a las colinas que han sido agitadas por los terremotos y destrozadas por la convulsión, encontramos que, períodos de perfecto reposo han sucedido a los destructivos. Debajo de sus rocas caídas, hay charcos de agua apacible y clara, los lirios acuáticos resplandecen y las cañas susurran entre las sombras. La aldea vuelve a levantarse entre las olvidadas sepulturas y la torre de la iglesia, que entre la tormenta y la obscuridad aparece emblanquecida lIama nuevamente para que le proteja Aquel «en cuyas manos están las profundidades de la tierra; y las alturas de los montes son suyas.»-Ruskin.
Ya viene a mi alma un son,
Un coro de gozo y paz;
Lo canto con grato amor;
Dulce paz, el don de mi Dios.
Por Cristo en la cruz vino paz,
Mi deuda por El se pagó;
Otro base no hay sino El,
Para paz, el don de mi Dios.
¡Paz, paz, dulce paz!
iDon precioso de Dios!
IOh, paz, maravilla de paz!
El don de amor de mi Dios.
Peter Bilhorn.