¿Qué hacemos cuando nuestros corazones desean algo que el Señor ha decidido no conceder? Tal vez sea un hijo, un esposo, o una carrera. Cualquiera sea nuestro anhelo, Dios puede hacer mucho en nuestras vidas cuando esperamos en Él.
En este programa de Coalición Radio, Patricia Namnún, Ana Ávila y Gabriela de Morales conversan sobre la suficiencia de Cristo en medio de tribulaciones.
La Maldición De Conseguir Lo Que Quieres POR DAVE DUNHAM
La libertad puede sentirse como una esclavitud. Si suena un poco hiperbólico hacer tal afirmación, es sólo porque no hemos considerado cuidadosamente lo que amamos y la naturaleza de la libertad. A menudo pensamos en la libertad en términos de hacer lo que queremos, conseguir lo que queremos e ir a donde queremos. Es el potencial de la posibilidad ilimitada, la eliminación de los límites. Pero tal noción de libertad nos traiciona. A veces obtener lo que quieres es una maldición.
Los valores culturales americanos nos han enseñado a conceptuar la libertad como lo opuesto a la obligación, la responsabilidad y el límite. Cualquier cosa que inhiba la autonomía personal, la independencia, y la auto-actualización es la esclavitud. Está representada en toda la literatura (véase Walden; Into the Wild; The Awakening), la psicología y la filosofía (The Ego and the Id; Being and Time; The Fountainhead), el cine (American Beauty; Fight Club; y Wild) y en la música («Shake It Off»; «The Middle»; y «Like it, or Not»). Está arraigado en la cultura popular por todo tipo de eslóganes ubicuos: «Sé fiel a ti mismo»; «Sólo hazlo»; «sigue a tu corazón»; «autenticidad sobre todo». El concepto describe la libertad puramente como «libertad de». La libertad significa estar sin responsabilidad. Como dijo Ayn Rand:
Libertad (n. f.): No pedir nada. No esperar nada. No depender de nada. (The Fountainhead)
La autonomía completa y total es la conceptualización normal de la libertad.
Pero esta conceptualización de la libertad resulta ser una maldición. Conseguir exactamente lo que quieres, sin restricciones, sin límites, usualmente nos deja angustiados, asqueados y en un estado autodestructivo. James K.A. Smith lo compara con un joven que sube a un buffet sin la supervisión de sus padres. Ve ante él una gran cantidad de alimentos para comer y darse el gusto, y no hay nadie que le diga «no». Es capaz de atiborrarse hasta que la libertad se convierte en náuseas y asco. Al principio tal «libertad» realmente se siente excitante y nos da la ilusión de satisfacción y alegría. A la larga nos llevará a la destrucción y al asco.
En parte esto se debe a que las cosas que perseguimos son todas incapaces de satisfacer realmente, no importa la cantidad de nuestra indulgencia en ellas. Están limitadas en su capacidad de traerme realmente alegría y satisfacción. Así que, Smith escribe:
Cuando la libertad es mera voluntariedad, sin más orientación ni objetivos, entonces mi elección es sólo otro medio por el que intento buscar satisfacción. En la medida en que sigo eligiendo tratar de encontrar esa satisfacción en cosas finitas, creadas – ya sea sexo o adoración o belleza o poder – voy a estar atrapado en un ciclo donde estoy más y más decepcionado de esas cosas y más y más dependiente de esas cosas. Sigo eligiendo cosas con rendimientos decrecientes, y cuando eso se vuelve habitual, y eventualmente necesario, entonces pierdo mi capacidad de elegir. Lo nuevo me tiene ahora. (En El Camino con San Agustín, 66)
Perseguir mi esperanza y satisfacción en cosas finitas suele significar que me convierta en esclavo de ellas. Lo que comenzó como libertad se convierte finalmente en una esclavitud de otro tipo. Vemos que esto ocurre muy obviamente en las drogas y el alcohol. La libertad de elegir mi propio estilo de vida, la libertad de buscar el placer o escapar del dolor en mis propios términos resulta en adicción. Lo mismo sucede con la pornografía, la intimidad, la televisión, los videojuegos, y cualquier otra cosa que busquemos para satisfacernos. ¡Conseguir lo que quieres se convierte en una maldición!
Un ejemplo interesante de esta libertad convertida en esclavitud se ve en la vida del actor Russell Brand. Brand no es un modelo a seguir, pero experimentó un cambio masivo en sus pensamientos sobre la promiscuidad. Smith cita a Brand en una entrevista que le hizo a Joe Rogan, diciendo:
Este es el punto – cuando obtienes las cosas que tu cultura te dice que debes hacer y las experimentas ahora sabes que puedes dejar de perseguir la zanahoria porque le has dado un mordisco y es como, «Espera un minuto: esto es una mierda…» Es difícil de aprender porque todo lo que tiene un orgasmo al final del mismo, ya sabes, hay un grado de placer que se tiene. Pero toma un tiempo reconocer el costo emocional en mí, el costo espiritual en otras personas, el hecho de que me impide convertirme en padre, en esposo, de asentarse, de arraigarse, de volverme realmente entero, de convertirme en hombre, de conectarme. Lleva un tiempo darse cuenta de eso. Creo que mucha gente no tiene la oportunidad de salir de ese patrón. (97)
Brand dice que toda su promiscuidad lo dejó vacío y hueco. A veces conseguir lo que quieres no es más que una forma diferente de esclavitud.
La libertad «de» tiene un costo. Nos cuesta mucho. La mujer que dejó a su marido para huir con un antiguo novio de la escuela secundaria finalmente despertó y se dio cuenta de que había cometido un terrible error. El hijo pródigo, que se gastó toda su herencia, se despertó en un corral de cerdos. El músico que dejó a su familia para perseguir sus sueños, se despertó un día al darse cuenta de que había pasado casi 40 años persiguiendo un sueño que nunca se materializó y perdiendo lo único que realmente amaba, y todo por nada.
La verdad es que la libertad no equivale a «autonomía». Todos somos esclavos de algo y alguien. Las Escrituras nos dicen expresamente que somos esclavos del pecado o esclavos de la justicia (Romanos 6:16-19); somos esclavos de Dios o esclavos de Satanás. El tipo de autonomía que queremos no existe para las criaturas. Pero en la economía de Dios el mundo no funciona como creemos que debería. Porque la búsqueda de «la libertad como autonomía» resulta en la esclavitud; pero la esclavitud a Cristo resulta en la verdadera libertad. Jesús tiene un «yugo» pero es fácil, nos dice (Mat. 11:28-30), y es Él quien nos hace verdaderamente libres (Gal. 5:1). Romanos 6:22 señala un intercambio de amos esclavos: el pecado contra Dios. Este intercambio produce un resultado diferente: la muerte contra la vida. Es una paradoja, por supuesto (la esclavitud a Cristo produce libertad), pero es la realidad. También es una invitación a buscar la verdadera libertad en Cristo, y una advertencia de que conseguir lo que quieres es una maldición.
De hecho, Dios dice esto en múltiples lugares de las Escrituras. Cuando Israel insiste en un Rey «como las otras naciones» (1 Samuel 8:5), Él se lo da porque han rechazado a Dios como su Rey (v. 7). El Rey Saúl es una forma de castigo para Israel. Vemos lo mismo desempacado en Romanos 1, donde Dios «los entregó» a sus propias concupiscencias (v. 24). Consiguieron lo que querían, pero era un tipo de condena. ¡Conseguir lo que quieres es una maldición!
La libertad «de» siempre llevará a la destrucción. La libertad «a» y la libertad «para», cuando están atadas a Cristo, conducen a la verdadera satisfacción. ¿Qué es lo que deseas? ¿Qué es lo que persigues? Aparte de Cristo, todo terminará en adicción, decepción, vacío y destrucción. Escoge la esclavitud a Jesús y encuentra lo que realmente quieres. Conseguir lo que quieres es una maldición, ¡a menos que lo que quieras sea Cristo!
El pecado es una elección de situarnos en el lugar de Dios y esa es la peor desición que podemos tomar. El pecado nos alejará de la voluntad de Dios. No elijámos pecar, elijamos a Dios, obedezcamos a Dios no obedezcamos al pecado.
Si quieres experimentar la dicha y no ser culpable de pecado, debes número uno reconocer que has pecado y que sólo Cristo puede ayudarte, ya que el murió en la cruz y resucitó al tercer día para darnos perdón y número dos pídele que te salve, confiesa tus pecados a Dios y pide a Cristo que te salve. Gracia y Paz
Todos tenemos ambiciones y deseos, pero como creyentes debemos sopesarlos con la Palabra de Dios. Por más importante que sean nuestras actividades, responsabilidades y relaciones terrenales, ellas no pueden compararse con el valor que tiene una vida dedicada a la búsqueda de nuestro Padre celestial.
¿Qué significa buscar a Dios? La frase describe un esfuerzo sincero e intencional de conocer al Padre celestial y seguirlo más de cerca. Quienes buscan esta clase de compañerismo con Dios están decididos a pasar tiempo con Él. También quieren renunciar a lo que pueda obstaculizar el crecimiento en su relación con el Señor. Los seguidores fieles de Dios nos apropiamos de sus promesas y confiamos en que Él cumplirá su Palabra. Nuestras experiencias con el Señor nos satisfacen y, sin embargo, nos hacen sentir más hambre de Él.
La vida cristiana está destinada a ser una búsqueda continua de Dios. Atravesar la puerta de la salvación y quedarse paralizado sin acercarse a Él es perder los tesoros que están disponibles en Cristo. Quienes buscan al Señor con vehemencia descubren que conocerlo es la recompensa más grande de todas.
La semana pasada visitamos la tierra del anhelo, estuvimos compartiendo con hermanas que han pasado por desilusiones en sus vidas; pero también vimos cómo Dios ha obrado en sus corazones. Esta semana estaremos viendo de una manera práctica cómo podemos servir cuando nos encontramos en medio de circunstancias difíciles.
Cuando vemos la historia completa de Elisabet, nos damos cuenta que su anhelo de tener un hijo fue eventualmente satisfecho. Y eso está en Lucas 1:57-66. Sin embargo, esa no siempre es la norma y creo que cada una de nosotras puede dar fe de ello. Todo lo que podemos ver es el momento presente. No podemos ver la imagen completa, pues es Dios quien tiene el cuadro completo, un gran tapiz que Él ha estado tejiendo.
No obstante, el anhelo de Elisabet no iba a ser de bendición solo para su matrimonio o su familia, este era un plan que Dios tenía preparado para toda la nación de Israel y para todo el mundo, no solo de su época, sino de toda la historia.
Todas hemos estado ante la bifurcación en el camino; ese momento donde debemos decidir entre la esperanza y la desesperación. Por lo general, ocurre cuando hemos estado recorriendo el mismo camino durante mucho tiempo, pero de pronto nos preguntarnos si nuestras circunstancias alguna vez cambiarán.
En esta ocasión tengo la bendición de contar con Berenice Montes, Orfa Montes y Pamela Espinosa, para conversar sobre qué hacer cuando nos encontramos en esa bifurcación y cuál es el camino que debemos tomar.
«Cuando obedeces a Dios en lo que te ha encomendado, Él se encontrará contigo».
«Aunque servir en el templo era sin lugar a dudas una tarea sagrada, Zacarías estaba haciendo simplemente lo que Dios le pidió que hiciera: cumplir con sus responsabilidades como sacerdote. Y fue allí, en el curso de cumplir con su deber, cuando Dios lo encontró».
Profundiza más:
¿A dónde vas cuando estás desesperada con tu aflicción? ¿En qué o quién te refugias? (me voy de compras, me aislo, chisme, murmuración, culpo a Dios, busco amigas no sabias)
Cuando enfrentas desilusiones, ¿cómo haces para mantenerte enfocada en conocer y servir al Señor?
De acuerdo a tu experiencia y a los casos de mujeres que conoces, ¿cuál es la desilusión más predominante en las mujeres?
Recuerda:
No pienses que puedes vivir a tu manera y que luego, cuando lleguen las grandes pruebas, puedes tener de repente un corazón para obedecer a Dios. No funciona así. La obediencia diaria desarrolla los músculos necesarios para cuando las cosas se ponen difíciles.
Jueves 28 Abril El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 1 Corintios 2:14-15 ¿Quién puede leer la Biblia? ¿Cómo leer e interpretar la Biblia? ¿No se dirige solo a especialistas, sean historiadores, exegetas, teólogos o arqueólogos… ?
¿Tiene un mensaje para cada uno de nosotros? ¡Por supuesto que sí! ¿Un mensaje personalizado? Sí, porque la Biblia es la Palabra de Dios y está dirigida a cada una de sus criaturas. No hace un llamado a nuestro conocimiento, sino a nuestro corazón y a nuestra conciencia. Por ello nos concierne a todos, pequeños y grandes. Basta con tomar el lugar de aquel que, reconociendo su pequeñez ante Dios, se deja enseñar. Jesús declaró a Dios, su Padre: “Escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25). Y un profeta escribió: “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla el Señor” (Isaías 1:2).
La Biblia, compuesta por textos que fueron escritos hace miles de años, siempre es actual. Ella es la revelación que Dios da de sí mismo y de sus proyectos con respecto a los hombres. No es un libro de historia, de ciencia ni de moral. Ella sondea los corazones y resuelve la cuestión del bien y del mal. La Biblia nos explica por qué somos pecadores, por qué estamos condenados, y nos presenta el único medio para ser reconciliados con Dios: Jesús, quien murió en la cruz y resucitó.
La Palabra de Dios es viva y tiene el poder de actuar en nosotros, si la creemos. Podemos estar seguros de que, si la leemos con sinceridad, Dios se dará a conocer a nosotros.