¡Ten coraje, tú que eres tímido! | Charles Spurgeon

14 de febrero
«Al instante había sido sanada».
Lucas 8:47 (VM)

Tenemos esta noche delante de nosotros uno de los milagros más conmovedores e instructivos del Salvador. La mujer era muy ignorante: se imaginó que había salido poder de Cristo naturalmente, sin su conocimiento o inmediata voluntad. Por otra parte, ella desconocía la generosidad del carácter de Jesús, de lo contrario no hubiera ido detrás de él a robar la sanidad que él estaba dispuesto a darle. La miseria debiera colocarse siempre frente a la misericordia. Si la mujer hubiese conocido el amor del corazón de Jesús, habría dicho: «Solo tengo que ponerme donde me pueda ver. Su omnisciencia le hará conocer mi caso, y su amor obrará enseguida mi cura». Admiramos su fe, pero nos maravillamos de su ignorancia.

Cuando hubo obtenido la cura, se regocijó con temblor: estaba alegre porque el poder divino había obrado en ella una maravilla, pero temió que Cristo le quitara la bendición y le negara su gracia. ¡Poco conocía la plenitud de su amor! Nosotros no tenemos un concepto tan claro de él como quisiéramos, no conocemos las alturas y profundidades de su amor, pero sabemos, con seguridad, que él es demasiado bueno para quitarle a un alma temblorosa el don que esta ha obtenido.

No obstante, aquí está lo maravilloso: aunque el conocimiento de ella era limitado, su fe (porque era fe verdadera) la salvo, y la salvó al instante. No hubo una demora tediosa; el milagro de la fe fue instantáneo. Si tenemos fe como un grano de mostaza, entonces la salvación es nuestra posesión presente y eterna. Aunque en la lista de los hijos de Dios estemos inscritos como los más débiles de su familia, sin embargo, siendo herederos por la fe, ningún poder humano o diabólico es capaz de privarnos de la salvación. Aunque no podamos tomar en nuestros brazos al Señor, como lo hizo Simeón, aunque no nos atrevamos a reclinar nuestras cabezas en su seno, como Juan, sin embargo, si nos aventuramos a abrirnos paso detrás de él y a tocarle el borde de su manto, seremos eternamente sanos.

¡Ten coraje, tú que eres tímido! Tu fe te ha salvado; ve en paz. «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios» (Ro. 5:1).

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 53). Editorial Peregrino.


Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s