¿Cuanta Gracia necesita un santo? | Charles Spurgeon

4 de marzo
«Serán completamente saciados de la grosura de tu casa».
Salmo 36:8

La reina de Sabá se sorprendió de la suntuosidad de la mesa de Salomón. Se quedó asombrada al ver la provisión que tenía para un solo día y se maravilló, igualmente, de la cantidad de siervos que comían de la mesa real. No obstante, ¿qué es esto en comparación con la hospitalidad del Dios de la gracia? Él alimenta a millones de los suyos diariamente. Hambrientos y sedientos, van al banquete con mucho apetito, pero ninguno sale insatisfecho; pues hay suficiente para cada uno, para todos y para siempre. Aunque la multitud que se alimenta de la mesa del Señor es incontable como las estrellas del cielo, sin embargo, cada uno recibe su ración de comida. Piensa en cuánta gracia necesita un santo: tanta que ninguno, excepto el Infinito, podría suplirla siquiera por un día.

No obstante, el Señor pone su mesa, no para uno, sino para muchos; no por un día, sino para muchos años; y no solo para muchos años, sino para una generación tras otra. Observa el rico festín de que habla el texto: los convidados al banquete de la misericordia quedan saciados; más aún: «Completamente saciados»; y no de comida común, sino de la grosura de la casa de Dios.

Y este banquete les está garantizado a todos los hijos de los hombres que se amparan con confianza bajo la sombra de las alas del Señor. En otro tiempo pensaba que si me dieran un poco de carne por la puerta trasera de la gracia de Dios, estaría satisfecho —como la mujer que dijo: «Los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos» (Mt. 15:27)—; no obstante, he descubierto que a ningún hijo de Dios se le han servido nunca migajas y sobras. Como Mefi-boset, todos ellos han comido de la mesa del rey.

En lo que concierne a la gracia, todos tenemos la ración de Benjamín: diez veces más de lo que podíamos esperar. Y aunque nuestras necesidades son grandes, con frecuencia nos admiramos de la maravillosa abundancia de gracia que Dios nos da para que la disfrutemos.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 72). Editorial Peregrino.


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