Gloríese en el Señor – Charles Spurgeon

6 de marzo
«Antes del quebrantamiento, se eleva el corazón del hombre».
Proverbios 18:12


Se suele decir que «los acontecimientos futuros proyectan sus sombras delante de ellos». El sabio nos enseña aquí que un corazón soberbio es presagio profético del mal. La soberbia es signo tan seguro de destrucción como el cambio del mercurio en el barómetro lo es de lluvia; aunque el primer signo es más infalible que el segundo. Cuando los hombres se han mostrado soberbios, siempre los ha alcanzado la destrucción. Dejemos que el dolorido corazón de David demuestre que hay un eclipse en la gloria del hombre cuando este piensa en su propia grandeza (2 S. 24:10). Mira a Nabucodonosor, el poderoso constructor de Babilonia, arrastrándose sobre la tierra, comiendo «hierba como los bueyes […] hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves» (Dn. 4:33). La soberbia hizo de aquel fanfarrón una bestia, como en una ocasión anterior había hecho de un ángel un demonio.

Dios odia a los altivos y nunca deja de humillarlos. Todas las flechas divinas apuntan hacia los corazones soberbios. ¡Oh cristiano!, ¿se muestra soberbio tu corazón en esta noche? Averígualo: porque la altivez puede entrar en el corazón del cristiano como entra en el del pecador, y puede engañarlo con la ilusión de que es «rico, y [se ha] enriquecido y de ninguna cosa [tiene] necesidad» (Ap. 3:17). ¿Te estás gloriando en tus dones y talentos? ¿Estás orgulloso de ti mismo porque has tenido notables éxitos y gratas experiencias? Te advierto, lector, que también sobre ti vendrá el quebrantamiento. Las vistosas adormideras de tu arrogancia serán extirpadas de raíz; tus efímeras virtudes se marchitarán con el ardiente calor y tu suficiencia propia llegará a ser como basura para el muladar. Si nos olvidamos de vivir al pie de la cruz en profunda humildad de espíritu, Dios no se olvidará de hacernos sufrir bajo su vara.

Quebrantamiento vendrá sobre ti, oh indebidamente exaltado creyente, el quebrantamiento de tus goces y de tus comodidades, aunque tu alma no se vea quebrantada. Por tanto, «el que se gloría, gloríese en el Señor».

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 74). Editorial Peregrino.


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