“ángel del Señor”

20 FEBRERO
Éxodo 3 | Lucas 6 | Job 20 | 1 Corintios 7
En Éxodo 3, hay dos cosas que requieren nuestra atención.
En primer lugar, la presentación dramática del “ángel del Señor” (3:2). Al principio, Moisés no ve ningún ángel. El texto dice: “Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente.” – pero esto no puede significar que un ser angélico le apareciese dentro de las llamas, aunque distinto de las propias llamas, puesto que lo que le llamó la atención a Moisés era el arbusto mismo, el cual, aunque ardía, no se consumía jamás. La manifestación del ángel del Señor parece ser entonces el carácter milagroso de las llamas. Curiosamente, cuando la voz habla con Moisés desde dentro del arbusto, no es la voz de un ángel, sino la voz de Dios mismo: “Cuando el SEÑOR vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: ¡Moisés, Moisés!” (3:4). La conversación que sigue es entre Dios y Moisés; ya no hay más mención del “ángel del Señor”.
Aparentemente, entonces, este “ángel del Señor” parece ser una manifestación de Dios mismo. Tendremos la ocasión de reflexionar en algunos otros pasajes del Antiguo Testamento donde aparece el ángel del Señor – unas veces en forma humana, y otras sin que se diga explícitamente que sea un ángel (recuérdese el “hombre” que lucha con Jacob en Génesis 32), siempre de carácter misteriosamente “otro”, y siempre identificado de alguna manera con Dios mismo.
Nos podríamos preguntar entonces si, al afirmar el texto que tenemos delante que “el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó”, no se trata simplemente de que Dios habló a través de este mensajero angélico; al fin y al cabo, si el mensajero habla las palabras de Dios, entonces, en un sentido, es Dios quien habla. No obstante, las manifestaciones bíblicas del “ángel del Señor” no encajan tan fácilmente en una explicación tan simple y bien trabada. Es como si los escritores bíblicos quisiesen enfatizar que Dios mismo realmente apareció, pero al mismo tiempo separando a este Dios trascendente de cualquier mera aparición. El ángel del Señor sigue siendo una figura enigmática, identificada con Dios, pero, al mismo tiempo diferenciable de él – un preanuncio, por decirlo así, del Verbo eterno, quien se hizo carne, el nombre de Dios simultáneamente compañero de Dios y Dios mismo (Juan 1:1, 14).
La segunda cosa que cabe destacar es aún más importante, aunque le dedico sólo un pequeño comentario ahora. El nombre de Dios (3:13–14) se puede traducir también “YO SOY EL QUE SOY”, tal como aparece en la Nueva Versión Internacional, o “Yo seré el que seré”. En hebreo, la forma abreviada “Yo Soy” está relacionada de alguna forma con YHWH, a menudo escrito Yahvé (y traducido SEÑOR, en mayúsculas; las mismas letras hebreas están detrás del nombre Jehovah en inglés y castellano). Lo mínimo que este nombre indica es que Dios es autoexistente, eterno, completamente autónomo y absolutamente soberano: Dios es quien es, dependiente de nada ni de nadie.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 51). Barcelona: Publicaciones Andamio.