«Todos los días de mi edad esperaré».

6 de mayo

«Todos los días de mi edad esperaré»

Job 14:14

Una breve permanencia en la tierra hará del Cielo un lugar más celestial. Nada nos hace descansar tan dulcemente como el trabajo. Nada hace que la seguridad sea más agradable que el vernos expuestos a sobresaltos. Las copas terrenales de amarga casia darán al vino nuevo, que chispea en los tazones de oro de la gloria, un agradable sabor. Nuestra abollada armadura y nuestros rostros surcados de cicatrices harán célebres nuestras victorias en el Más Allá, cuando se nos dé la bienvenida en las mansiones de quienes han vencido al mundo. No tendríamos plena comunión con Cristo si no peregrináramos por algún tiempo aquí abajo, pues él fue bautizado entre los hombres con un bautismo de sufrimientos y nosotros tenemos que serlo con el mismo bautismo si queremos participar de su Reino. La comunión con Cristo es tan valiosa que la aflicción más dolorosa llega a ser un precio insignificante para adquirirla. Otra razón por que permanecemos aquí es por el bien de otros. No quisiéramos entrar en el Cielo hasta haber acabado nuestra obra; y pudiera ser que aún se nos estuviese ordenando llevar luz a las almas que se hallan en tinieblas en el desierto del pecado. Nuestra prolongada permanencia aquí es, sin duda, para la gloria de Dios. Un santo probado, al igual que un diamante bien cortado, brilla mucho en la corona del Rey. Lo que más honra a un obrero es que su obra soporte triunfante una prolongada y severa prueba sin ceder en nada. Nosotros somos hechuras de Dios en las cuales él se gloriará por medio de las aflicciones. Soportamos la prueba de nuestra fe con gozo sagrado para honrar a Jesús. Que cada uno consagre sus propios deseos a la gloria de Cristo y diga: «Si mi postración en el polvo puede elevar a mi Señor tan solo un centímetro, dejadme yacer aún entre los tiestos de la tierra. Si el vivir en la tierra para siempre hiciera más glorioso a mi Señor, mi Cielo sería el ser excluido del Cielo». Nuestro tiempo está fijado y establecido por decreto eterno: no estemos angustiados en cuanto al mismo, sino esperemos con paciencia hasta que las puertas de perla se abran.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 135). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.


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