“el recuento”

22 MAYO

Números 31 | Salmos 75–76 | Isaías 23 | 1 Juan 1

Una de las funciones más importantes del culto colectivo es la recitación, es decir, “el recuento” de las cosas maravillosas que Dios ha obrado. De ahí el Salmo 78:2–4: “Mis labios pronunciarán parábolas y evocarán misterios de antaño, cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado.” De modo semejante, si bien de forma más breve, Salmos 75:1: “Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias e invocamos tu nombre; ¡todos hablan de tus obras portentosas!” De hecho, la New English Bible lo traduce de manera que se aproxima más al sentido del texto hebreo: “Tu nombre se ha hecho muy próximo a nosotros en la historia de tus proezas”. El “nombre” de Dios forma parte de su revelación, por pura gracia, de sí mismo. Es la revelación de su identidad (Éxodo 3:14; 34:5–7, 14). El “nombre” de Dios, entonces, se ha hecho próximo a nosotros en la narrativa de sus hechos maravillosos: es decir, la identidad de Dios se ha revelado por medio de los relatos de lo que ha hecho.

De modo que la recitación de los hechos de Dios constituye un medio de gracia para acercar a Dios a su pueblo. Los creyentes que no pasen ningún tiempo releyendo y reflexionando en lo que Dios ha hecho, ya sea que lo hagan de forma personal leyendo su Biblia o con otros creyentes en un encuentro de culto colectivo, no deben extrañarse si rara vez experimentan la cercanía de la presencia de Dios.

El énfasis que encontramos en este salmo en lo que a Dios se refiere es que “dispone soberanamente”, o “dispone supremamente” (como un comentarista lo expresa). Es maravillosamente estabilizante para nosotros que podamos descansar en un Dios así. Declara: “Tú dices: Cuando yo lo decida, juzgaré con justicia” (75:2). Es difícil imaginarse una categoría más sugerente del firme control que Dios ejerce que las palabras “cuando yo lo decida”. No obstante, el control sin justicia no sería más que el fatalismo. Este Dios sin embargo no sólo establece el tiempo, sino que juzga con justicia (75:2). Además, en este mundo roto, hay acontecimientos catastróficos que parecen amenazar el orden social en su totalidad. En otra parte David reflexiona: “Cuando los fundamentos son destruidos, ¿Qué le queda al justo?” (11:3). Pero aquí somos afirmados, porque Dios mismo proclama: “Cuando se estremece la tierra con todos sus habitantes, soy yo quien afirma sus columnas” (75:3). Por tanto, los arrogantes que se consideren a sí mismos “pilares” de la sociedad quedan advertidos: “«No seáis altaneros», digo a los altivos; «No seáis soberbios», ordeno a los impíos” (75:4). A los malos Dios dice “No hagáis gala de soberbia contra el cielo, ni habléis con aires de suficiencia” (75:5).

Relatad las proezas de Dios y haced que su nombre sea cercano.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 142). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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