24 de mayo

«Solamente que converséis como es digno del evangelio de Cristo».
Filipenses 1:27 (RVR 1909)
La palabra «converséis» no se refiere meramente al hablar con otros, sino al curso entero de nuestra vida y nuestra conducta en el mundo. La palabra griega incluye los hechos y los privilegios del ciudadano. Por eso se nos ordena procurar que, como ciudadanos de la nueva Jerusalén, nuestras acciones sean dignas del evangelio de Cristo. ¿Qué clase de conversación es esta? En primer lugar, el evangelio es muy sencillo. Así, los cristianos debieran ser sencillos y francos en sus costumbres: en nuestros modales, en nuestro hablar, en nuestro vestir, en toda nuestra conducta tendría que haber esa sencillez que es el alma misma de la belleza. El evangelio es, ante todo, verdadero: oro sin escoria; y la vida del cristiano no tendrá brillo ni valor alguno sin la joya de la verdad. El evangelio es muy intrépido, pues proclama valientemente la verdad, quiéranlo o no los hombres. Nosotros deberíamos ser tanto fieles como resueltos. Sin embargo, el evangelio es también muy delicado: observa ese espíritu en su Fundador, cuando se dice de él que «la caña cascada no quebrará». Algunos cristianos son más lacerantes que un cerco de espinos; los tales no se asemejan a Jesús. Procuremos ganar a otros con la delicadeza de nuestras palabras y de nuestros actos. El evangelio es muy tierno, ya que constituye el mensaje del Dios de amor a un mundo perdido y caído. El último mandamiento de Cristo a sus discípulos fue: «Amaos los unos a los otros». Que Dios nos dé una unión más real y sincera entre nosotros, y un amor para con todos los santos; nos proporcione, también, una compasión más tierna hacia las almas de los hombres peores y más viles. No debemos olvidar que el evangelio de Cristo es santo: nunca justifica el pecado. Perdona el mismo, pero solo por medio de una expiación. Para que nuestra vida se asemejarse al evangelio, debemos evitar, no meramente los vicios más groseros, sino todo aquello que pueda impedir nuestra perfecta armonía con Cristo. Por amor a Jesús, a nosotros mismos y a la demás gente, esforcémonos día a día para que nuestra conversación se adapte más a su evangelio.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 153). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.