
4 de febrero
«Refugio contra el vengador de la sangre».
Josué 20:3 (VM)
Se dice que en la tierra de Canaán las ciudades de refugio estaban distribuidas de tal forma que cualquier persona podía llegar a algunas de ellas, a lo sumo, en medio día. Así también la palabra de nuestra salvación está cerca de nosotros.
Jesús es un Salvador presente, y el camino que conduce a él es corto. Ese camino no es solo una renuncia de nuestros méritos y la aceptación de Jesús para que sea nuestro todo en todo. En cuanto a los caminos que conducían a la ciudad de refugio, se nos dice que estaban rigurosamente conservados: todos los ríos tenían puentes, se removía todo obstáculo… de suerte que el hombre que huía pudiese hallar fácil camino a la ciudad. Una vez cada año, los ancianos recorrían los caminos y observaban su estado, de modo que nada pudiese impedir la huida de alguno y, por la demora, fuese eso causa de su captura y de su muerte. ¡Con cuánta bondad las promesas del evangelio quitan del camino las piedras de tropiezo! Dondequiera que haya atajos y curvas hay letreros indicadores con esta inscripción: «A la ciudad de refugio». Esto es una figura del camino a Jesucristo.
Ese camino no es el camino con rodeos de la ley. No es el camino de obedece esto o aquello o lo de más allá; no, es un camino directo: «Cree y vive». Es un camino tan tosco que el que confía en su justicia propia no lo puede transitar; pero, por otra parte, es tan fácil que cualquier pecador que se reconozca como tal puede hallar en él su sendero al Cielo. No bien el hombre alcanzaba las afueras de la ciudad, ya estaba seguro; no era necesario que cruzase las murallas, pues los suburbios mismos eran suficiente protección. Aprende de esto la siguiente verdad: que si tocas solamente el borde de los vestidos de Cristo, resultarás sanado.
Si te agarras a él con «fe como un grano de mostaza», serás sano.
Un poco de gracia genuina nos asegura
la muerte de todos nuestros pecados.
No pierdas tiempo, no te demores en el camino, porque el vengador de la sangre es ligero de pies y puede que esté pisándote los talones en esta hora tranquila de la noche.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 43). Editorial Peregrino.