Nuestros pecados son como una nube | Charles Spurgeon

10 de febrero
«Yo deshice como a nube tus rebeliones y como a niebla tus pecados; vuélvete a mí porque yo te redimí».
Isaías 44:22

Observa con atención este instructivo símil: Nuestros pecados son como una nube. Así como hay nubes de muchas formas y con variados matices, también acontece lo mismo con nuestras transgresiones. Como las nubes oscurecen la luz del sol y ensombrecen el paisaje que está debajo, así nuestros pecados nos ocultan la luz del rostro del Señor y hacen que nos sentemos en sombra de muerte. Los pecados son cosas terrenas y se originan en los lugares cenagosos de nuestra naturaleza; y, cuando dichos pecados se amontonan hasta colmar la medida, nos amenazan con tormenta y tempestad. Pero, ¡ay!, a diferencia de las nubes, nuestros pecados no nos traen lluvias beneficiosas, sino que más amenazan con anegarnos en un espantoso diluvio de destrucción. ¡Oh negras nubes de pecado, cómo podemos tener buen tiempo en nuestras almas mientras vosotras permanecéis!
Miremos con gozo este notable acto de la misericordia divina: «Yo deshice»; Dios mismo aparece en escena y, con su divina benignidad, en lugar de manifestar su ira, revela su gracia. De una vez por todas, él elimina el mal: no quitando simplemente la nube, sino deshaciéndola para siempre. Contra el hombre justificado no queda pecado alguno: el gran pacto de la cruz ha borrado para siempre sus transgresiones. En la cumbre del Calvario se realizó por completo esa gran obra, por la cual han sido remitidos para siempre los pecados de todos los elegidos.
Llevemos a la práctica el mandato de la gracia que dice: «Vuélvete a mí». ¿Por qué vivirán los pecadores perdonados lejos de su Dios? Si hemos recibido el perdón de todos nuestros pecados, no permitamos que temor legal alguno nos impida acceder resueltamente al Señor. Lamentemos las caídas, sí, pero no permanezcamos en ellas. Esforcémonos por retornar al Señor, en el poder del Espíritu Santo, a fin de disfrutar con él de la comunión más estrecha posible. ¡Oh Señor, restáuranos en esta noche!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 49). Editorial Peregrino.


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