Nunca te rebajes hasta el punto de comerciar con la palabra de Dios

13 MAYO

Nunca te rebajes hasta el punto de comerciar con la palabra de Dios

Números 22 | Salmos 62–63 | Isaías 11–12 | Santiago 5

Recientemente recibí una llamada de alguien que quería contratarme como su teólogo particular. De modo que, en caso de que me escribiera o llamase, yo, tendría que responder a las preguntas que tuviese.

No llegué a preguntarle en qué cifra de dinero había pensado. Tampoco quiero cuestionar su motivación: es posible que quisiese ayudarme, o incluso honrarme o quizá simplemente quería pagarme un servicio prestado. Pero sabiendo con qué facilidad mis propias motivaciones se pueden corromper, le dije que de ninguna manera podía entrar en un arreglo de esta clase. Los predicadores no deberían considerarse como asalariados. Más bien, están siendo sostenidos por el pueblo de Dios a fin de que puedan estar libres para servir. Si me escribía, haría lo que pudiese para responder a sus preguntas, con los mismos criterios que aplico para decidir si responder o no a las numerosas preguntas que recibo cada año.

Números 22 comienza con el relato de Balán. Su vida de altibajos tiene mucho que enseñarnos, pero la lección que se destaca en el primer capítulo es el peligro que existe para un predicador o un profeta de sacrificar su independencia en el altar de la prosperidad material. Tarde o temprano el amor al dinero corromperá su ministerio.

El hecho de que Balán era profeta de Dios demuestra que seguía habiendo personas que retenían ciertos conocimientos acerca del único Dios verdadero. El llamamiento de Abraham y el nacimiento del pueblo de Israel no significan que no hubiese otros que también conociesen al único Creador soberano: otro ejemplo es Melquisedec (Gen 14). Además, Balán, parece que poseía un don profético de origen sobrenatural: a veces pronunciaba oráculos que realmente procedían de Dios mismo. Era suficientemente consciente de su don misterioso como para comprender que no era algo que pudiese manipular, y que si se trataba de un oráculo divino auténtico, él mismo no podía controlar el contenido. Sólo podía proclamar lo que Dios le mandaba decir.

Pero esto no impidió que codiciase la oferta de dinero por parte de Balac. A ojos de Balac, Balán era una especie de mago o hechicero, semejante a un practicante del vudú, alguien que viniese y maldijese al pueblo de Israel. Dios le prohíbe con contundencia que fuese con Balaac: Dios relaja la prohibición, permitiéndole que vaya, con la condición de que se limite a hacer lo que Dios le manda (22:20). Al mismo tiempo, Dios se opone a Balán en juicio, puesto que está motivado por un corazón avaricioso. Sólo la señal milagrosa de la asna que habla le inculca suficiente miedo como para guardar silencio (22:32–39).

Nunca te rebajes hasta el punto de comerciar con la palabra de Dios.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 133). Barcelona: Publicaciones Andamio.


Una respuesta a “Nunca te rebajes hasta el punto de comerciar con la palabra de Dios

Replica a mario A alcala Cancelar la respuesta