25 MAYO

Números 34 | Salmo 78:40–72 | Isaías 26 | 1 Juan 4
“¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo entristecieron en los páramos! Una y otra vez ponían a Dios a prueba; provocaban al Santo de Israel.” (Salmo 78:40–41). Aquí, Asaf hace una pausa en el curso de su recitado para resumir uno de los puntos principales de este salmo. De hecho, podríamos hacer el siguiente bosquejo de algunos de los puntos dramáticos que expone:
(1) La repetida rebeldía del pueblo de Dios no se presenta como una mera desobediencia, sino que se asemeja a poner a Dios a prueba. Es uno de los elementos graves y sumamente odiosos de la insubordinación. Está marcada por una fuerte dosis de “en tu propia cara”, un desagradable patrón de incredulidad que culpa a Dios implícitamente de falta de poder, crueldad, egoísmo, desconsideración e insensatez. La falta de fe crónica y repetida “en la actitud” siempre conlleva este elemento de tentar a Dios. ¿Qué hará Dios al respecto? No es de sorprender que el apóstol Pablo identifique este mismo modelo de conducta del pueblo durante los años en el desierto y advierta a los cristianos de su tiempo: “Tampoco pongamos a prueba al Señor, como lo hicieron algunos y murieron víctimas de las serpientes. Ni murmuréis contra Dios, como lo hicieron algunos y sucumbieron a manos del ángel destructor. Todo eso les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra” (1 Corintios 10:9–11).
(2) Aunque la primera parte del capítulo señala la respuesta del enfado de Dios frente al patrón de rebeldía del pueblo, también insiste una vez tras otra en que Dios “Una y otra vez contuvo su enojo, y no se dejó llevar del todo por la ira.” (78:38). Sin embargo, este modelo de conducta se vuelve más sombrío. La idolatría llegó a ser tan flagrante que Dios “se puso muy furioso, por lo que rechazó completamente a Israel.” (78:59). El contexto muestra que Asaf tiene en mente el juicio divino sobre el pueblo cuando permitió que los filisteos capturaran el arca del Señor: “Y dejó que el símbolo de su poder y gloria cayera cautivo en manos enemigas.” (78:61; cf. 1 Samuel 4:5–11), con la terrible destrucción a la que se tuvieron que enfrentar, como consecuencia, a manos de sus enemigos.
(3) Los versículos finales (78:65–72) se centran en la misericordiosa elección de Judá y David como respuesta de Dios a los desdichados años del desierto, de los jueces, del reinado de Saúl. “Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió” (78:72). Viviendo a este lado de la Encarnación, los cristianos nos sentimos especialmente agradecidos por el linaje de David.
(4) Los cristianos saben cómo se desarrolla el argumento del Salmo 78. La dinastía de David cae en la corrupción; la ira de Dios aumenta y llega el exilio. Sin embargo, en la cruz se desplegarían una ira mayor y un amor más glorioso.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 145). Barcelona: Publicaciones Andamio.