28 de mayo

«Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré».
Lamentaciones 3:21
La memoria es frecuentemente la esclava del desaliento. Las mentes desesperadas recuerdan cada uno de los tenebrosos presentimientos del pasado y discurren sobre todo hecho tenebroso del presente. Así, la memoria vestida de cilicio ofrece a la mente una copa de hiel y ajenjo mezclados. No obstante, no hay necesidad de que esto sea así. La sabiduría puede enseguida transformar la memoria en un ángel de consuelo. Que esa misma memoria, que en su mano izquierda nos trae tantos presagios lúgubres, pueda ejercitarse a fin de traernos en su mano derecha un caudal de señales de esperanza. No es necesario que la memoria se ponga una corona de hierro; puede ceñir su frente con una cinta de oro toda ella adornada de estrellas. Así era la experiencia de Jeremías. En el versículo anterior, la memoria le había llevado a una profunda humillación del alma. Dice así: «Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí». Y, ahora, esa misma memoria lo restaura a la vida y al consuelo: «Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré». Semejante a una espada de dos filos, su memoria primero mató su orgullo con uno de ellos y, después, eliminó con el otro su desesperación. Por regla general, si ejercitáramos nuestras memorias más sabiamente, podríamos encender en nuestras muy amargas aflicciones un fósforo que prendiera instantáneamente la lámpara del consuelo. Dios no necesita crear una cosa nueva en la tierra para devolverles el gozo a los creyentes. Si ellos removieran con oración las cenizas del pasado, encontrarían luz para el presente. Y si volvieran al libro de la verdad y al trono de la gracia, su vela alumbraría como antes. Recordemos la bondad del Señor y repasemos sus proezas de gracia: abramos el volumen de la memoria que está tan ricamente iluminado con recuerdos de misericordia y, pronto, nos sentiremos felices. Así, la memoria puede ser, como la llamó Coleridge: «la fuente íntima del gozo»; y, cuando el Divino Consolador la sujete a su servicio, será el principal entre los consoladores terrenales.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 157). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.