30 MAYO

Deuteronomio 3 | Salmo 85 | Isaías 31 | Apocalipsis 1
¡Qué emparejamiento tan maravilloso! “El amor y la verdad se encontrarán”. Y le sigue otro: “Se besarán la paz y la justicia” (Salmo 85:10).
La traducción “amor y verdad” son bastante distintas de otras versiones bíblicas que han optado por “amor y fidelidad”. Pero el hebreo subyacente, un emparejamiento sumamente común (como en 86:15 o Éxodo 34:6; ver la meditación del 23 de Marzo), se podría traducir de ambas formas. El primer término suele aludir al amor del pacto de Dios, su misericordia: su pura bondad o gracia del pacto se derramó sobre su pueblo que no lo merecía. El segundo vocablo varía en las traducciones dependiendo de a qué se haga referencia. Cuando la reina de Sabá le comenta a Salomón que todo lo que había oído sobre él era “verdad”, literalmente “la verdad”, utiliza la palabra que se traduce “fidelidad”. Un informe “verdadero” es “fiel”; cuando la verdad se encarna en el carácter, se convierte en fidelidad.
Como expone este salmo, las categorías se utilizan de forma evocativa. Cuando leemos el primer emparejamiento: “El amor y la verdad se han encontrado”, lo natural es pensar que se tratan de descripciones de Dios: Él es el Dios de la gracia o el amor del pacto y de la fidelidad completamente fiable. El segundo emparejado podría tomarse de la misma manera: Dios es de una justicia que no se puede calificar y la fuente de todo bienestar. En él, la justicia y la paz se besan. Sin embargo, en el versículo siguiente, la segunda palabra del primer emparejado y la primera del segundo están tomadas y colocadas juntas para introducir un nuevo pensamiento: “La verdad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo” (85:11). En el contexto total del salmo, la fidelidad del pueblo parece vincularse a la justicia del Señor: la primera surge de la tierra, mientras que la segunda observa desde el cielo. No es absolutamente necesario tomar las cosas de este modo, pero el salmista reconoce implícitamente los vínculos al principio de su poema: “Perdonaste la iniquidad de tu pueblo […] Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación […] Muéstranos, oh Señor, tu misericordia […] Él promete paz a su pueblo, a sus santos; pero que no vuelvan ellos a la insensatez” (85:2–8; cursivas añadidas).
Como quiera que combinemos estos emparejados, resulta vital recordar que el amor y la fidelidad pertenecen a Dios, que la justicia y la paz se encuentran y se besan en él. Por ello, Dios puede ser al mismo tiempo justo y Aquel que justifica lo impío mediante la entrega misericordiosa de su Hijo (Romanos 3:25–26). ¿Acaso debe sorprendernos descubrir que, entre los portadores de su imagen, la misericordia y la verdad, la justicia y la paz suben y bajan juntos?
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 150). Barcelona: Publicaciones Andamio.