Isha – Salmos

DÍA 130 – Salmo 93
Dosis: Poder
Él calma la tormenta
“Se levantan las aguas, SEÑOR; se levantan las aguas con estruendo; se levantan las aguas y sus batientes olas. Pero el Señor, en las alturas, se muestra poderoso: más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más poderoso que los embates del mar.” (Salmo 93:4) (NVI)
Nunca he estado en una tormenta, pero por lo que he visto en documentales y películas no me gustaría estar en una. Sin embargo, conozco las tormentas de la vida de primera mano. Esos días que parecen interminables donde todo sale mal. Como en una tormenta, parece que ola tras ola me embate y me deja sin sentido. Me siento cansada, abatida, incapaz de seguir luchando en contra de lo que parece imposible.
Así se sentían los discípulos en aquella barca en el mar de Galilea, y no hablamos de inexpertos como yo, sino de hombres que habían hecho allí su vida y su oficio. Conocían el mar de Galilea como la palma de su mano, y aún así, esa noche, no supieron qué hacer. Mientras tanto, el Señor Jesús dormía. Estaba agotado después de un día de mucha actividad hasta que sus discípulos lo despertaron.
A veces parece que el Señor duerme mientras nuestras barcas se hunden en los problemas y las tristezas. No bien sobrevivimos una ola gigantesca, cuando una más comienza a formarse en el horizonte. No bien perdemos el mástil, cuando la tormenta amenaza la popa. ¿Y dónde está Dios mientras esto sucede? Lo mismo pensaban los discípulos, así que lo despertaron. ¿Acaso no le importaba a Jesús que perecieran?
El salmista nos da una respuesta rotunda: “El SEÑOR reina, revestido de esplendor; el SEÑOR se ha revestido de grandeza y ha desplegado su poder. Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido. Desde el principio se estableció tu trono, y tú desde siempre has existido.”
Jesús es el mismo Dios de este salmo, y con una reprensión, una sola exclamación, el mar se aquieta y se hace gran bonanza. Hoy ha sido un día de tormentas. La tarde cae y me siento exhausta. Si recibo otra mala noticia seguramente colapsaré. Pero confío en que Dios no me dejará hundirme. Cuando Él considere que es el momento, mostrará su poder y aquietará las aguas.
Pienso en la vida de Horacio Spafford. Un abogado exitoso, padre de cuatro hijas, promotor de Moody y otros evangelistas. Planeó ir a Inglaterra para participar de unas reuniones evangelísticas, pero detenido por el trabajo, mandó a su esposa y sus cuatro hijas primero en el S.S. Ville du Harve. En medio del Atlántico, el barco chocó contra otro y se hundió en 12 minutos. Las cuatro hijas de Horacio murieron. Su esposa se salvó. ¡Qué tormenta lo hirió! Pero en medio del dolor, escribió uno de los himnos que más consuelo nos traen durante las tormentas de la vida: “De paz inundada mi senda ya esté o cúbrala un mar de aflicción, cualquiera que sea mi suerte, diré: Estoy bien, tengo paz, ¡Gloria a Dios!”
Oración: Señor, gracias porque tú calmas las tormentas de la vida. Ven hoy en mi auxilio, te lo ruego. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 146). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.