Isha – Salmos

DÍA 131 – Salmo 94
Dosis: Corrección
La alegría de la disciplina
“¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas, ni podrá ver el que nos formó los ojos? ¿Y no habrá de castigar el que corrige a las naciones e instruye en el saber a todo el mundo? El SEÑOR conoce los pensamientos humanos, y sabe que son absurdos. Dichoso aquel a quien tú, Señor, corriges; aquel a quien instruyes en tu ley.” (Salmo 94:9–12) (NVI)
Este salmo es otro clamor por la justicia. Donde el salmista expresa la mala conducta y la opresión que sobre él y su pueblo ejercen los malhechores. Mientras clama por la justicia y espera en la misericordia de Dios reafirma su fe y llega a decir cosas trascendentales para nuestra vida como ésta: “¿Quién se levantó a defenderme de los impíos? ¿Quién se puso de mi parte contra los malhechores? Si el SEÑOR no me hubiera brindado su ayuda, muy pronto me habría quedado en mortal silencio. No bien decía: «Mis pies resbalan», cuando ya tu amor, SEÑOR, venía en mi ayuda. Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría.”
Pero en este salmo se expresa también un tipo de felicidad, aparentemente contradictoria, que llega a la vida del hombre y la mujer que aceptan ser corregidos por Dios. ¡Es la dicha de la disciplina divina! Mucho se ha debatido con el tema de la disciplina. En la universidad me saturaron de posturas psicológicas, pero la Biblia nos confirma que es necesaria. Por eso disciplino a mi hijo. De no hacerlo, le haría un daño terrible. No quiero que se vuelva un niño irrespetuoso, grosero y chocante. Por su bien, debo corregirlo a tiempo.
Del mismo modo, Dios nos disciplina por nuestro bien. Lo último que sentimos es alegría cuando pasamos por problemas, pues muchas veces, Dios permite que experimentemos las consecuencias de nuestros errores para moldearnos, pero debemos recordar este versículo. ¿Quién es dichoso? Aquel a quien Dios mismo le enseña. ¿Cómo lo hace? Por medio de su palabra. Por eso debemos leerla constantemente. Teniendo la certeza que Dios nos trata como a hijas legítimas cuando nos corrige.
¿Qué dicha o qué bendición trae la disciplina? En primer lugar, nos trae descanso durante la aflicción. Dios usa las pruebas para enseñarnos cosas que de otro modo no comprenderíamos. ¿Cómo poner en práctica la paciencia si todo sale en orden y en sus tiempos? ¿Cómo ejercer el dominio propio si nadie nos saca de quicio? ¿Cómo aprender a amar a las personas difíciles si siempre nos tratan con amabilidad? Pero cuando las cosas van mal, debemos trabajar en lo positivo y desechar las actitudes negativas. Eso trae bendición.
Segundo, la corrección nos trae descanso de las pruebas. Después de la tormenta viene la bonanza. ¡Siempre! Piensa en una madre a quien no le importa la conducta de su hijo, a qué hora come, o a qué hora duerme, que lo deja destruir propiedad ajena y faltar el respeto a los demás. ¿Pensarías que lo ama? Si clamamos por la justicia debemos empezar por corregir lo deficiente en nosotras mismas. Dios tiene ese cuidado de Padre amoroso, y por eso, somos dichosas.
Oración: Señor, soy feliz porque tú me instruyes, me enseñas y me corriges. Aunque a veces no lo entiendo, sé que haces todo por mi bien. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 147). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.