Isha – Salmos

DÍA 125 – Salmo 88
Dosis: Fe
Desnudando El Alma
“Yo he sufrido desde mi juventud; muy cerca he estado de la muerte. Me has enviado terribles sufrimientos y ya no puedo más.” (Salmo 88:15) (NVI)
Al parecer este es uno de los salmos más pesimistas en la Biblia. La única nota positiva está en el primer verso donde el salmista llama al Señor el Dios de su salvación. Sin embargo, apreciemos el realismo de la Biblia. A diferencia de otros tratados religiosos, la Biblia no esconde la realidad del sufrimiento. Entonces ¿qué provecho encontramos al leer un salmo así?
Pensemos que algunos sufrimientos no tienen alivio aquí en la tierra. Las enfermedades terminales hacen que un paciente clame como en este salmo en los momentos de agudo dolor. No comprendemos el porqué algunos sufren de este modo, pero podemos escuchar cuando ellos elevan a Dios sus lamentos. Dios no censura al salmista por alzar la voz. Lo deja desahogarse.
Segundo, el sufrimiento nos recuerda que este mundo no es el estado final. A veces nos sentimos tan cómodas en este mundo que ya no anhelamos el cielo. Clamar: “¡Ven pronto, Señor Jesús!” no surge de labios que disfrutan la vida, sino de aquellos que buscan la redención. Pero si estamos muy alegres y cómodas en este mundo, pensemos por un momento qué está pasando dentro de nosotras. Nuestro anhelo debe ser Dios y su presencia. Quizá le conocemos tan poco, que por eso no deseamos estar con él.
Del salmista aprendemos una gran lección. A pesar de la oscuridad, siguió orando. Leamos la sinceridad de sus palabras: “Estoy aprisionado y no puedo librarme; los ojos se me nublan de tristeza. Yo, SEÑOR, te invoco cada día, y hacia ti extiendo las manos. No importa el momento, ni las circunstancias, debemos depender de Dios. Esto es un estilo de vida que marca a quién pertenecemos.
La oración a veces parecería no tener respuesta, pero cuando Hudson Taylor viajaba a China, el capitán entró a verlo a su camarote. Le dijo que no tenían viento y encallarían en un lugar peligroso. “¿Qué puedo hacer por usted?” preguntó el misionero. El capitán respondió: “Ore a Dios por viento”. “Entonces ice las velas”. El capitán arrugó el ceño. ¿Cómo izar las velas si no había viento? Cuarenta y cinco minutos después, el viento rugía. A veces, como ese capitán, oramos a Dios pidiendo algo, pero sin creer que lo recibiremos. Mientras el salmista oraba, estoy segura que Dios le pidió que izara las velas. Si hoy te lo pide, no dudes en hacerlo. Él está escuchando.
Oración: Señor, gracias porque puedo abrirte mi corazón y ser honesta en mi oración. Sé que tú me escuchas, y a su tiempo contestarás. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 141). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.