Menú 28. Desayuno nutritivo: Café y maná
“Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche”. Éxodo 13:21.
“Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no”. Éxodo 16:4.
“Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios. Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer”. Éxodo 16:11–15.
¡Libertad! Sí, pero ahora viene la aventura. A veces las cosas se pondrán tan difíciles que querré volver a tener las costumbres de Egipto. El desierto es un lugar muy duro para vivir. De hecho, si Dios no hubiera estado con ellos, hubieran muerto en el desierto por falta de comida y agua, sin contar con las inclemencias del tiempo, un calor abrasador durante el día y un frío que helaba los huesos por las noches.
Seguir a Jesús es imposible sin la ayuda de Dios. Es un camino de libertad sí, pero a veces será difícil. Hay una tierra prometida al final del camino, pero necesitamos a Dios para llegar allí.
En el desierto, Dios estaba presente en forma de nube de día, que les cuidaba del sol y una columna de fuego en la noche para guarecerse del frío. Sin esa presencia sobrenatural el pueblo de Israel hubiera desaparecido antes de llegar a ningún sitio. Esa presencia los guiaba, los detenía, los protegía, cuando la columna se movía, ellos también, cuando la columna paraba, ellos acampaban. Dependían de la columna de Dios.
Hoy, muchos cristianos pretenden vivir la vida espiritual, la libertad del Espíritu, sin su Espíritu. Sin el Espíritu Santo.
Su Espíritu no es algo que nosotros tenemos y que podamos controlar, Él nos dirige a nosotros a través de la Palabra, no nosotros a Él. Él nos tiene.
No es nuestra mascota para que le mandemos que haga cosas a la de una, dos y tres. El Espíritu Santo es Dios, y va por delante.
Si te alejas de su nube acabarás chamuscado en la aventura, así de simple. Nuestro llamado es a seguirlo allí donde nos quiera llevar, y no amedrentarnos.
Para tener fuerzas en esta travesía es necesario alimentarnos bien, y Dios, en este caso también proveyó. Se puso a cocinar un manjar de los cielos y se lo envió cada día a los israelitas: El maná.
Tiene buena pinta. Cada día recogían para su sustento, excepto el viernes que recogían para dos días. En ese alimento estaban todos los nutrientes necesarios para crecer, fortalecerse, cobrar ánimo y caminar mucho. Por un desierto. Algunas veces los israelitas se quejaron de la dieta, quizás porque les parecía poco nutritiva o variada, pensaban que no sería demasiado saludable y querían algo “mejor”, como una buena carne, ¿Qué tal una hamburguesa? Sin embargo, el maná siempre los mantuvo con vida. Todo lo que se preparaba tenía el maná como ingrediente principal, era su ingrediente secreto para todas sus recetas, algo que jamás se volvió a repetir. En el cielo pediré una ración a ver que tal.
Y no lo comieron durante una semana o dos, sino durante cuarenta años en el desierto, por varios motivos. En resumen, hubo toda una generación que no se atrevió a luchar y a seguir con la aventura y que pereció en el desierto.
Los que entraron a luchar por la tierra prometida fueron los niños y niñas que se habían criado a base de maná. Esos niños, indefensos al salir de Egipto, fueron los guerreros que años después de desayunar, comer y cenar maná, y de las duras situaciones que tuvieron que vivir, estaban preparados para pelear contra quien se pusiera delante, incluso gigantes. Liderados por Josué hicieron cosas increíbles.
Hoy,
Dios nos ha sacado de Egipto, y algunos pensábamos que automáticamente todo estaría solucionado. Y aunque, en cierto sentido es verdad, ahora es cuando comienza nuestra aventura. Habrá desiertos, habrá decisiones difíciles que tomar, diferentes caminos que elegir, inclemencias, situaciones adversas, ¿Qué clase de aventura sería si no? Y, por supuesto, al final espera una tierra prometida.
Y te quiero decir que estás loco si pretendes vivir fuera de tu Egipto sin la ayuda de Dios.
Dios ha provisto de su Espíritu para ti, esa nube de día y fuego de noche, que estará siempre contigo y te guiará, te consolará.
Su presencia es lo más importante, sin ella no vayas a ningún sitio, sé siempre consciente de que vives para Él, frente a Él, y que tu obsesión sea seguirlo. En medio del desierto es una cuestión de vida o muerte. Él nos dio su Espíritu para que no andemos como antes, aprovecha la relación que tienes con Dios para vivir hacia donde Dios te ha llamado.
Y necesitas alimentarte bien. Deja tu mentalidad “igleburger” y comienza a probar el maná. Jesús nos dijo que era el Pan que descendió del cielo:
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Juan 6:35.
Él es el maná, Él es suficiente, Él es lo que nos nutre, Jesús y nadie más. Muchos pretenden saber muchas cosas y parece que Jesús ya les resulta demasiado aburrido, ese tema ya está pasado, necesitan algo más profundo. ¿Más profundo? ¿Qué puede haber más profundo?
“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. 1 Corintios 2:2.
Jesús se dio por nosotros como maná, y si queremos vivir aquí, necesitamos alimentarnos de nuestra relación con Él cada día. Conocerlo más, nutrirnos más de Él y de su Palabra; sin ella estamos perdidos.
Ese maná debe ser el ingrediente fundamental de todo lo que hagamos, no puede haber un mensaje sin Jesús, no puede haber un ministerio sin Jesús y su cruz, no puede haber una comunidad que no tenga al maná divino como ingrediente principal.
Si decides que Jesús sea lo principal en tu vida y te alimentas de Él, y sustentas tu vida en Él, crecerás, incluso en el desierto, y Dios te dará la capacidad para entrar en la tierra prometida.
Sampedro, Á. (2013). Igleburger (pp. 145–149). Álex Sampedro.
